Читать книгу La pátera del Lobo - F. Xavier Hernàndez Cardona - Страница 10

Оглавление

Órdenes del cónsul

Roma. Curia Hostilia, sede de las oficinas del gobierno. Idus de februarius, año 557 (13 de febrero del 196 a. C.). El cónsul encarga a Lucio una misión en Hispania.

El cónsul Furio Purpurio era un hombre de edad avanzada, la calvicie colonizaba su cabeza, una impecable túnica, congruente con el cargo, disimulaba su extrema delgadez. Estaba inmerso en la lectura de unos papiros relacionados con temas de seguridad.

─ Buenos días Cónsul.

La voz grave de Lucio alteró el silencio de la estancia sorprendiendo al magistrado que, sobresaltado, dejó caer los papiros. El recién llegado se apresuró a recogerlos al intuir las dificultades motrices de su interlocutor. Los ojos de Furio observaron curiosos. El desconocido cubría su cuerpo con un mojado y desgastado sagum que remarcaba su buena planta. Las facciones de la cara, duras y pronunciadas, le daban un cierto atractivo. En sus cabellos cortos, negros como carbones, empezaban a brotar los primeros cabellos blancos. Pero lo que más llamó la atención del cónsul fueron aquellos ojos, rasgados, oscuros y profundos...

─ Un buen efebo ─pensó─, ideal para complementar el desayuno.

─ Lamento molestar, Cónsul ─dijo el visitante con un ajustado aire de respeto─, pero tengo entendido, que ha reclamado mi presencia.

─ Sí, sí, claro, acércate ─el cónsul se levantó nervioso dibujando una sonrisa al tomar los documentos que le entregaba el visitante─. Supongo que tú eres Lucio.

─ Sí, Cónsul, yo soy Lucio Emilio Paterno, de la tribu Galeria.

─ Siéntate, por favor, y acércate al brasero para que se sequen tus ropas.

Lucio se acomodó en una de las sillas de tijera, mientras el viejo magistrado ordenaba que les sirvieran muslum, de vino y miel, y frutos secos.

─ Mis antecesores en el cargo me dieron las instrucciones necesarias para encontrarte ─dijo el cónsul esbozando una sonrisa─. Reconozco joven que tenía muchas ganas de conocer a la Sombra de Roma. Muchas son las historias que hablan de tus aventuras ─Furio comenzó a remover los desordenados papiros con nerviosismo─. Y muy pocos son los que conocen tu nombre...

─ No debería dar crédito a todas las fantasías que se dicen en el Foro, Cónsul.

El cónsul dejó escapar una risita entre sus dientes de ratón.

─ No seas modesto, querido Lucio, eres un héroe de Roma.

─ Que nadie conoce ─Lucio le mostró una sonrisa al cónsul─, y que, por cierto, está impaciente por saber el motivo por el cual ha sido citado en un día tan significativo ─en su interior Lucio maldecía el abuelo que había frustrado un cálido y tierno despertar con Valentina.

─ ¿Eh? Sí, claro ─Furio desplegó un gran mapa sobre la mesa─. Acércate.

─ ¿Hispania?

─ Exactamente. Hispania ─el cónsul dejó de sonreír y exhibió un serio rictus─. Verás Lucio, el verano pasado estalló una revuelta en Hispania, en la provincia Ulterior, y se ha extendido como una mancha de aceite que amenaza la Citerior. Muchos romanos han sido exterminados. En teoría y después de la guerra con Cartago aquellos territorios son nuestros, pero la verdad es que el dominio de Hispania todavía es un tema pendiente.

El viejo cónsul hizo una mueca y prosiguió.

─ En principio, y a diferencia de los pueblos del sur, los del norte del Hiberus se mantienen leales a la República. Pero en cualquier momento pueden sumarse a la sedición... Allí desapareció, apenas hace cuatro meses, el pretor Sempronio Tuditano y con él la mayor parte de una legión, la quinta. Se los tragó la tierra. Los caudillos íberos de la zona dicen que fue cosa de bandidos.

─ Vaya, los bárbaros de la Tierra Libre se han cansado de nosotros ─murmuró Lucio levantando las cejas.

─ ¿La Tierra Libre? ¿Qué es eso?

─ Bueno, es como llaman a sus territorios los íberos del norte. ¿No lo sabíais?

─ Pues no. Reconozco que mi conocimiento de Hispania se fundamenta en los papiros y en el garum… pero, al parecer, tú sí que conoces bien el territorio.

─ Algo conozco, durante la guerra contra los cartagineses participé en las campañas de Hispania. Son tierras complicadas...

─ Pues bien, querido amigo, como sabes la situación de Roma es muy delicada, sólo nos faltaba la revuelta hispana. Nuestro destino se juega en Oriente, en Grecia y Macedonia. Parece increíble pero la victoria de Cinocéfalos no nos ha asegurado el dominio del Este. Y, por otra parte, Aníbal quiere ser magistrado, sufete de Cartago, lo cual es inquietante...

Al escuchar el nombre de Aníbal, Lucio se puso en tensión y mostró su irritación, aun sabiendo que el cónsul simpatizaba con el partido escipionista, partidario de tolerar la recuperación de Cartago.

─ Maldito Aníbal. Escipión el Africano debería haberle rebanado el cuello después de Zama ─recriminó Lucio, levantando los brazos en señal de impotencia.

─ Olvídate de Escipión, y de Aníbal, de momento. Como te decía ─prosiguió el cónsul impasible─, si las cosas van bien en Oriente, podríamos enviar un ejército consular a Hispania para asegurarnos el dominio. Como puedes imaginar necesitamos la plata hispana. Pero es imposible enviar tropas este verano, y sólo con un poco de suerte la operación se podrá intentar el año próximo, el 558.

─ Bueno, Cónsul. ¿Cuál es mi misión?

─ Verás, ahora comienza un compás de espera en el que Roma debe ralentizar la revuelta hispana ─el cónsul hizo gesto de resignación─. Debemos conservar los enclaves geoestratégicos para restablecer la ocupación cuando sea posible.

Purpurio hizo una pausa para servir vino con miel. Tras un largo trago marcó con el dedo un punto del mapa situado en la costa noreste de la Citerior.

─ Emporiae, una ciudad griega aliada ─resiguió la costa hacia el sur y se detuvo─, y Tarraco, una base romana. Es de vital importancia mantener estos enclaves, Lucio. Son nuestra puerta de entrada a Hispania.

─ Lo sé y conozco ambos lugares. Pero… ─Lucio dibujó una sonrisa irónica─ Emporiae es una ciudad independiente vinculada a Masalia.

─ Efectivamente, Tarraco es una de nuestras bases. Emporiae es más compleja ─soltó un suspiro─. Una ocupación de Emporiae sería lo más aconsejable, pero podría provocar la enemistad con Masalia, que controla los accesos costeros en Hispania. Necesitamos a los masaliotas. Enviar nuestras legiones a Hispania, con navegación de altura, sería una temeridad, cualquier tormenta podría mandar a las tropas al fondo del mar. El cónsul iba recorriendo con el índice las ficticias rutas sobre el mapa.─ Por otra parte, para enviar nuestras legiones a pie necesitaríamos más de treinta días de marcha por la Liguria, y a través de un territorio no sometido. Algún día tendremos que conquistar la costa de la Galia, pero ahora esto es impensable.

─ Ciertamente ─puntualizó Lucio─, las ciudades masaliotas son nuestro puente marítimo hacia Hispania. Sólo podemos enviar tropas de manera rápida y segura con navegación de cabotaje y aprovechando los puertos de las ciudades griegas.

─ Exactamente amigo mío. Así pues, Emporiae, con su puerto seguro y equipado y su ciudadela inexpugnable es un objetivo de primer orden. Es por allí que deben entrar nuestros barcos y legiones. Pero no podemos violentar a los masaliotas ocupando el enclave. Por tanto, no queda más remedio que apoyar a nuestros aliados para que mantengan la fortaleza emporitana ─el cónsul levantó la vista del mapa y la fijó en el agente─. Tu misión, Lucio, es desplazarte a Hispania, asegurar la integridad del puerto de Emporiae y de la base de Tarraco, y evaluar las posibilidades de rebelión de las tribus del norte de Hiberus. Si hay algún peligro el Senado lo debe conocer. La información que puedas proporcionar será de vital importancia para la futura campaña.

─ ¿Eso es todo Cónsul? ─preguntó Lucio adoptando un tono irónico─. Me gusta el salvaje oeste, tengo buenos recuerdos de Hispania, pero no sé si un hombre solo puede acometer un trabajo tan desmesurado.

─ Marcha inmediatamente Lucio, no estamos seguros de que los íberos no intenten nada contra Emporiae este mismo verano. Habla con mis funcionarios de asuntos bárbaros y que te faciliten lo usual: cartas, visados, moneda... en fin, ya sabes, y mucha suerte.

Lucio volvió rápido a su apartamento, pero de Valentina sólo quedaba el rastro del perfume.

La pátera del Lobo

Подняться наверх