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El video y la pureza original

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Si en un comienzo la televisión fue un simple encuentro del emisor y sus receptores, con un mensaje vivo, espontáneo, de producción y consumo simultáneos, sin respuesta mensurable; con el tiempo mil mediaciones se interpondrán en ese acto de comunicación. La inocencia de los orígenes se alterará pronto con los surveys de audiencia que acicatean la competencia feroz, la unidad móvil que llega a la casa del receptor, el playback que distorsiona las presentaciones en vivo y, una invención revolucionaria, el video-tape que permite a la televisión alimentarse de sí misma.

La programación horizontal nació prácticamente con nuestra televisión, que desde un inicio alivió la ingente presión de su producción en vivo comprando series y material fílmico. Así se introdujo una serialidad que, seguida a diario por el círculo familiar, terminó por adquirir el carácter ritual que despierta toda televisión de masas. Variaban las historias pero no los personajes, ni el horario, ni la presentación a cargo de los anunciantes. Las series extranjeras dieron la pauta, luego fue la producción local de novelas y comedias, de noticias y transmisiones deportivas, las que se destinaron a un consumo en buena parte ritualizado, que celebraba día tras día las leyes supremas del folletín en las novelas que realizaba el clan Ureta-Travesí en el 13 o las que urdía la española Carola Yonmar en el 4, o que marcaba los precisos límites a la moral de la clase media en La casa de los Penacho, sketch cómico diario protagonizado por Pantuflas y escrito por Pedrín Chispa en el 13. Un primer y elocuente indicio, esta ritualidad, de que la televisión no sólo se consume por lo que unitaria y espontáneamente transmite sino por su pulsión serial y repetitiva.

Las innovaciones tecnológicas introdujeron nuevas mediaciones. La unidad móvil que llegó al canal 4 en julio de 1959, tras pasearse por todo monumento y recinto público de cierta envergadura, alcanzó en agosto de 1960 un ideal televisivo: En La familia 6, concurso animado por Kiko Ledgard, la transmisión se efectuaba desde un hogar limeño convirtiendo a una tribu de espectadores en una pulcra y presentable familia de la televisión que nos mostraba sus realizaciones y nos contaba sus aspiraciones (véase, en este capítulo, el acápite “Kiko y sus negocios”). Este insólito rapport del medio y su audiencia, que tres décadas después inspiró el argumento del filme Todos somos estrellas (Felipe Degregori, 1993) redimensionaba la idea que el televidente tenía de la comunicación televisiva. Aunque limitada a una posibilidad entre miles (peor aún, La familia 6 se especializó en famosos) la televisión podía llegar hasta él. Y si este espectador ansioso no quería aguardarla podía asistir a algún programa de auditorio, enviar cartas a un concurso o, hasta el verano de 1960, darse una vuelta por la avenida Uruguay y encontrar en la puerta del canal 9 a Miguel Arnáiz buscando transeúntes para ser entrevistados en El hombre de la calle (véase, en este capítulo, el acápite “La puerta mágica”).

La móvil entretuvo tanto al dúo González-Umbert del 4 que se despreocuparon por el videotape hasta febrero de 1964. Por el contrario, el canal 13, que dio prioridad a los criterios de productividad y eficiencia y al interés que podía despertar una transmisión móvil, adquirió hacia julio de 1961 el primer equipo de grabación. Antes de acabar el año los Delgado Parker ya transmitían comerciales en video, shows musicales diferidos y se lanzaban a “enlatar” sus primeras novelas. Recién en julio de 1963 adquirieron su primera unidad móvil (provista, además, de un videotape portátil) para sumarla a su primera gran conquista, la programación vista en el espejo y alimentada por sí misma, copiada, enlatada, editada si acaso y enviada a las filiales de provincias.

El videotape acabaría con cualquier rastro de la inocencia original. Cuando el público, ya extrañado por la intromisión del playback en algunos shows musicales, notó que algunos de estos no eran ni siquiera en vivo, se produjo cierta decepción. El canal 2, nacido en junio de 1962 con muchos contratos de estrellas internacionales por venir y un equipo de videotape por instalar, intentó alternar sin éxito musicales en vivo y en diferido. El video no resistía la competencia de la comunicación simultánea. Habría que esperar unos años para establecer una regla de oro: mientras algunos géneros como las ficciones dramáticas y humorísticas, los comerciales y los musicales especiales, se deben destinar al video; otros como los concursos, las noticias y los debates se ejecutarán en vivo y en directo.

En vivo y en directo

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