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3. LA COMPOSICIÓN DE «LA GUERRA DE LOS JUDÍOS »

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El primer problema que se nos plantea al enfrentarnos a esta obra de Josefo es el del título de la misma. La mayoría de los manuscritos y la tradición cristiana, sobre todo los autores más tardíos, hablan de la Destrucción del templo y de la ciudad de Jerusalén, Perì halṓseōs 26 , mientras que las ediciones modernas van encabezadas habitualmente por Historia de la guerra judía o simplemente La guerra judía, Perí toû Ioudaïkoû polémou 27 . No tenemos testimonios feacientes de cuál es el epígrafe que se remonta al propio autor, ya que Josefo emplea uno u otro término, hálōsis y pólemos , para referirse a los momentos clave de su relato 28 , aunque hay que reconocer que el segundo de ellos se acomoda más al relato original, que abarca toda la guerra contra Roma, y no sólo la toma de Jerusalén 29 .

Ante esta doble denominación se ha llegado a hablar de dos redacciones de la obra: una versión más antigua y simple, La destrucción del templo y de la ciudad de Jerusalén , y otra posterior más elaborada, La guerra de los judíos 30 . No obstante, no se puede demostrar esta hipótesis, por lo que más bien habrá que considerar una doble tradición: el cristianismo, que fijó su atención en la conquista de Jerusalén como lo más destacado de la obra de Josefo, y una línea menos confesional, que ha transmitido una denominación más acorde con los hábitos de la historiografía clásica, similar, por ejemplo, a la Guerra de las Galias de Julio César o la Guerra de Yugurta de Salustio, entre otras.

El tema de la fecha de composición, en cambio, parece más definido. La fecha post quem hay que situarla en la dedicación del Templo flaviano de la Paz en el 75, en el sexto año del consulado de Vespasiano y el cuarto de Tito 31 . Este acontecimiento se cita en el último libro de la obra (VII 158). Por otra parte en la Autobiografía (359-361) y en el Contra Apión (I 50-51) Josefo manifiesta que ha entregado una copia de la Guerra al emperador Vespasiano, que muere en el 79. Por tanto las coordenadas cronológicas hay que situarlas entre el 75 y 79, aunque algunos autores las hacen llegar hasta el 81 32 , ya en el reinado de Tito. S. J. D. Cohen 33 ha propuesto dos fechas distintas de publicación, una para los seis primeros libros, en los límites temporales antes señalados, y otra para el libro VII, una adición de la época de Domiciano, de un estilo literario notablemente distinto e inferior. Las diferencias estilísticas, en todo caso inferiores, de esta parte, así como la preeminencia dada a este emperador, hacen pensar en una composición posterior del libro, si bien hay que hacer notar que en el proemio de la obra Josefo nos habla ya de él.

Otra cuestión, no exenta de discusión, pero fundamental para clarificar la composición de la obra es el de la lengua de su redacción. El texto que nos ha llegado está en griego, que se remonta al propio Josefo, aunque no es el originario de la primera versión. Ya en el comienzo de la obra se indica que nos hallamos ante una traducción del arameo: «Por este motivo he decidido relatar con detalle, en lengua griega, a los habitantes del Imperio Romano lo que antes había escrito en mi lengua materna 34 para los bárbaros de las regiones superiores» (I 3).

En realidad no es una simple traducción, sino una reescritura, una paráfrasis, de un relato anterior 35 , sobre todo si se tiene en cuenta el concepto de Josefo sobre la traducción, de que hace un abundante uso en sus Antigüedades . Según él, esta última obra es una traducción de las Sagradas Escrituras 36 .

El pasar del arameo al griego supone un cambio de mentalidad y de óptica por parte de nuestro autor. Josefo, que hablaba y escribía en arameo, se dirige en un primer momento sólo a los judíos no helenizados de Oriente. Cuando se traslada a Roma y se convierte en un protegido de la familia imperial pasa a ser un escritor de lengua griega que se dirige a la clase dominante del momento y también a los judíos de la Diáspora helenística, el grupo más numeroso de sus compatriotas desplazados de su tierra. Flavio Josefo podría haber compuesto su obra en latín, que sin duda aprendería durante su estancia en Roma, aunque era consciente de que el griego era la lengua «oficial» o, al menos, culta del Oriente, donde estaba dispersa la mayor parte de la población judía 37 . El haber optado por el griego y no por el latín para «internacionalizar» su obra es indicio de que, a pesar de su conversión en ciudadano romano, Josefo nunca perdió de vista sus raíces hebreas, sin que ello suponga menospreciar las motivaciones políticas que también guiaron a Josefo en la composición de su Guerra 38 .

En cualquier caso, sea cual sea el texto original, el texto arameo ha desaparecido por completo 39 , tanto directa como indirectamente, aunque ha habido intentos de ver rastros de ella en las versiones siríaca y eslava 40 . Como se dirá más adelante, todas las versiones conservadas derivan del griego.

La guerra de los judíos está compuesta en siete libros que se corresponden con el plan de la obra trazado por Josefo en el proemio de la misma 41 . El relato de la guerra propiamente dicha ocupa los libros III al VI, mientras que el I y II es un resumen de los acontecimientos anteriores y el VII es un añadido con las últimas operaciones militares en Palestina, Egipto y Cirene y los honores recibidos por los Flavios en Roma. Tras el proemio (1-30), la historia parte de la sublevación de los Macabeos y, a través de los reyes asmoneos, llega al final del libro I con la muerte de Herodes, abarcando desde el 167 al 4 a. C. (31-673). En esta sucesión de luchas y maquinaciones entre Hircano II y Aristobulo II, Alejandro, Antípatro, etc… Josefo sólo detalla el reinado de Herodes el Grande. Como ya hizo Tucídides, a quien Flavio Josefo sigue muy de cerca, se intentan buscar las causas y los antecedentes del enfrentamiento bélico en el análisis de la historia anterior, desde el conflicto de los judíos con el monarca seléucida Antíoco IV Epífanes. En el libro II, que abarca desde el 4 a. C. al 66 d. C., se describen los sucesores de Herodes, Arquelao, Antipas, Filipo, Agripa I y Agripa II, y los primeros procuradores romanos (1-270). Con las actividades de los últimos procuradores se entra en las primeras llamaradas de la revuelta, como es el caso del conflicto de Cesarea (271-565) y las primeras actuaciones de Josefo en Galilea (566-646). La historia previa de la guerra, desde Judas Macabeo hasta el estallido de la misma, se corresponde con los libros XIII al XX de sus Antigüedades judías , y resulta de un gran interés, tanto histórico como de crítica textual, comparar los pasajes superpuestos y coincidentes. El libro III se centra en al campaña de los romanos en Galilea hasta el otoño del 67, con la llegada de Vespasiano a la región (1-34), la toma de Jotapata (106-339) y la captura de Josefo (340-408) como hechos más destacados. El IV recoge las visicitudes de finales del 67 hasta el otoño del 69: las últimas operaciones en Galilea (1-120), la toma de Gamala, la situación interna de Jerusalén con Juan de Giscala a la cabeza (121-409), los cambios políticos en Roma por la muerte de Nerón y la ascensión al trono de Vespasiano que, después de conquistar la mayor parte de Judea, marcha a Alejandría (410-663). El asedio de Jerusalén a las órdenes de Tito ocupa todo el libro V, desde la primavera hasta junio del 70. En el VI, hasta septiembre de ese mismo año, se narra la caída de Jerusalén y la quema del Templo. Con el libro VII se abordan los epílogos de la guerra, del año 70 al 74: el retorno triunfal de Tito a Roma (1-62), la toma de los últimos reductos judíos como Maqueronte (163-215) y Masadá (252-406), así como los nuevos brotes revolucionarios de Egipto y Cirene (407-453).

A lo largo del relato de todos los incidentes, intrigas y batallas de la guerra y de su historia precedente el autor desarrolla una serie de excursus sobre aspectos geográficos, institucionales, religiosos, filosóficos, etc…, del mundo judío y romano. Así vemos en la descripción geográfica 42 de Ptolemaida (II 188-191), Galilea (III 35-58), Gennesar (III 506-521), Jericó (IV 451-475), el Mar Muerto (IV 476-485), Hebrón (IV 530-533), Egipto (IV 607-615), Jerusalén y el Templo (V 136-247), Maqueronte (VII 164-189) y Masadá (VII 280-303), la digresión sobre el ejército romano (III 70-109), que nos recuerda a las observaciones de Polibio en las guerras púnicas, y las sectas judías, en especial, sobre los esenios (II 119-166).

Como ya hemos dicho, al final de las Antigüedades judías (XXII 267-268) Josefo anuncia una nueva síntesis de la guerra y un relato de los hechos acaecidos hasta el año 94, fecha probable de composición de esta obra. Sin embargo nuestro autor nunca llevó a cabo tal empresa.

La guerra de los judíos. Libros I-III

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