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4. FUENTES

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Según manifiesta Josefo en el proemio de su obra (I 1 ss.), su presencia directa en los hechos narrados constituye uno de los ingredientes fundamentales de su historia, aunque son diversas las fuentes que se dejan sentir a lo largo de los siete libros de La guerra de los judíos . El tema de las obras y autores seguidos por el autor judío es bastante complejo, habida cuenta de que, salvo excepciones, no tiene por costumbre nombrarlos en esta obra. Por otra parte, la presencia in situ de nuestro autor en los eventos contemporáneos tampoco es prueba de una fidelidad absoluta a la realidad. Tal es el caso, por ejemplo, del tan importante relato de la intervención de Josefo en esta guerra, en el que el historiador se muestra muy descuidado y contradictorio, si comparamos el texto de la Autobiografía y de La guerra 43 .

En lo relativo a gran parte de los acontecimientos específicos de la guerra el grueso de su información se basa en observaciones personales, relatos de tránsfugas o en otros testimonios orales de origen judío, sin que ello suponga restar importancia a las fuentes escritas. En cambio, estas últimas son imprescindibles en el caso de la historia anterior a la revuelta, que ocupa una extensión importante de la obra.

La documentación escrita que Josefo pudo consultar para la confección de su libro varía según se trate de la guerra propiamente dicha o de los acontecimientos previos de Palestina. Para lo primero, aparte de las anotaciones y apuntes que el propio Josefo hizo durante el asedio de Jerusalén 44 , sabemos de la existencia de Memorias o Comentarios de los emperadores romanos que participaron en la contienda bélica, en este caso de Vespasiano y Tito. Josefo reconoce que se ha servido de estos escritos 45 , y concretamente parece seguir tales Comentarios 46 en la descripción de las operaciones militares de Galilea, Judea y Jerusalén, en el relato de la marcha de Tito desde Egipto a Cesarea 47 , así como en el ya mencionado pasaje de la organización de las legiones romanas del libro III. Igualmente hay que contar con escritos de otros personajes que también participaron en la contienda de forma directa. Minucio Félix 48 habla de un tal Antonio Juliano, que probablemente escribió sobre la guerra de Vespasiano. Quizá se trate de Marco Antonio Juliano, procurador de Judea mencionado por Josefo 49 . La valoración que el autor hace de estas fuentes es muy diversa, por una parte va a descalificar a aquellos que, aunque estuvieron presentes en los hechos, han falsificado la verdad por su deseo de halagar a los romanos o por odio hacia los judíos, y por otra va a basar la objetividad de su relato en los testimonios escritos de los emperadores que han tomado parte en la guerra. Ese es el argumento principal de su polémica con Justo de Tiberíades, a quien reprocha el hecho de contradecirse con las Memorias de Vespasiano 50 . Josefo, una vez concluida su obra, se la presentó a Vespasiano, a Tito, al rey Agripa II y a otros protagonistas del momento para que refrendaran su veracidad y exactitud histórica. Tito recomendó la publicación de la obra y Agripa II escribió una serie de cartas apoyando el relato de Flavio Josefo 51 .

Además, seguramente, en lugares puntuales Josefo ha seguido a otros autores romanos, aunque es algo que no es posible precisar por la desaparición de tales fuentes. Se han buscado paralelos, en su mayoría indemostrables, con la Historia natural de Plinio y con las Historias de Tácito, que pueden ser meras coincidencias o correspondencias por haber bebido de una fuente común. Desafortunadamente no han sobrevivido esas otras historias de la guerra criticadas por Josefo en el proemio de su obra, sólo conocemos el nombre de Justo de Tiberíades y poco más, por lo que no podemos calibrar el hipotético grado de dependencia con ellas.

Hay que contar también con que Flavio Josefo durante su larga permanencia en Roma como protegido imperial ha tenido acceso a documentación política y militar sobre Palestina en los archivos oficiales.

Más claro parece, en cambio, el origen del relato de los acontecimientos anteriores al estallido bélico, desde el capítulo 31 del libro I hasta el 283 del II, es decir, desde Antíoco IV Epífanes y la revuelta macabea hasta el procurador Gesio Floro. El relato es muy desigual, solamente detalla el reinado de Herodes y la llegada al poder de Arquelao, lo que demuestra la disparidad de sus fuentes. Esta desproporción no tiene que ver directamente con la relevancia del personaje o época en cuestión, sino con la documentación escrita que existía para ello. El modelo fundamental en este período lo constituyen las Historias de Nicolás de Damasco, amigo y confidente griego de Herodes el Grande 52 , cuyo relato terminaba con el principio del reinado de Arquelao. Para el estudio de este período cronológico podemos ayudamos de los pasajes paralelos de las Antigüedades judías . En esta obra se citan nombres de otros autores, griegos y romanos, que han podido servir de modelo para nuestro autor también en el caso de La guerra , aunque en este caso no se haga referencia a ellos. En su mayor parte se trata de fuentes desaparecidas o de las que sólo conservamos exiguos fragmentos 53 . Existió una gran obra histórica universal de Estrabón que narraba desde Alejandro Magno hasta el principado de Augusto. Josefo se inspira en ella para el período de los Asmoneos, desde Juan Hircano hasta Antígono, al menos en los libros XIII al XV de las Antigüedades 54 . Tenemos noticias de un tal Timágenes de Alejandría citado por Josefo para la historia de Antíoco Epífanes 55 , Aristobulo I 56 y Alejandro Janeo 57 . Quizá Posidonio de Apamea, Asinio Polión y otros historiadores menores o poco conocidos estén debajo de algunas informaciones del relato flaviano. Incluso Josefo llega a mencionar una vez 58 unas Memorias de Herodes, de las que no parece haberse servido para el período herodiano, aunque pudo conocerlas de segunda mano. Son, por tanto, fuentes complementarias de Nicolás de Damasco para acontecimientos de la misma etapa histórica y tal vez Josefo no los haya leído directamente, sino que sus referencias proceden del propio Nicolás de Damasco. Es éste el escritor que subyace en la historia de los Asmoneos y de Herodes en La guerra y en las Antigüedades . Las divergencias entre ambas obras de Josefo se deben a que nos hallamos ante redacciones distintas, tanto por su finalidad, por su cronología como por su forma de resumir la fuente histórica 59 .

Finalmente, el libro VII, que seguramente es un añadido posterior, es más parco en cuanto a sus fuentes. Al tratar los acontecimientos posteriores a la toma de Jerusalén, obviamente faltan los Comentarios de Vespasiano o Tito. Esta ausencia se deja notar demasiado, tanto en el estilo como en su argumento, que son sensiblemente inferiores a los libros precedentes. El contenido del mismo coincide en buena parte con algunos pasajes de los libros III al V de las Historias de Tácito y el LXVI de la Historia romana de Dión Casio, sin que podamos precisar la fuente común de tales autores.

La guerra de los judíos. Libros I-III

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