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1 Lingüística literaria (contrastiva) y tiempos verbales

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Para la mayor parte de los lingüistas la literatura, en especial las obras literarias de épocas pasadas, sólo es útil en aquellas ocasiones en las que necesitamos ejemplos de la lengua escrita para ilustrar nuestras teorías o estudios aplicados. De la misma forma, gran parte de los literatos no recurren a las enormes posibilidades que les ofrece la lingüística, en especial a lingüística de corpus, para analizar dramas, novelas u otros géneros literarios o épocas. Esta observación, que muchos lingüistas compartirán, es especialmente válida en el caso de la lingüística contrastiva por un lado y la literatura comparada por otro. Estas subdisciplinas de la lingüística y la literatura, respectivamente, están especialmente centradas en analizar descubrir influencias, diferencias y/o paralelismos entre las estructuras lingüísticas y literarias por separado.

En el ámbito de la temporalidad verbal y debido a la importancia de los usos de determinados tiempos verbales para el análisis de los planos de enunciación y el discurso directo e indirecto de las figuras literarias, la relación entre lingüística y literatura sido algo más estrecha. No obstante, los temporólogos, como el resto de lingüistas, trabajen o no de forma contrastiva y que, en su mayoría, son lingüistas empíricos, pocas veces han estado interesados en los usos temporales de los textos narrativos como tales. Esto ha llevado a Fludernik (2012, 94) a afirmar en su influyente artículo sobre la radiología y lingüística literaria incluido en el “Oxford handbook of tense and aspect” de 2012 que “corpus linguistics does include literary language in its scope, but the aim of linguistics has always been to ascertain how language (as a system, in general) works”. Es decir, por mucho que los temporólogos trabajen en parte con textos literarios, los análisis temporales que estos realizan no están enfocados en descubrir las particularidades de los usos de los tiempos verbales en obras o épocas literarias determinadas.

En los últimos tiempos, tal vez siguiendo la llamada de Robert de Beaugrande para cerrar el “gap between linguistics and literary study” (Beaugrande 1993) y tras los trabajos de Fowler (p.e., el de 1971 sobre los lenguajes de la literatura o el de 1977 sobre la lingüística de la novela) y Spillner (p.e. el de 1974), algunos lingüistas están abriéndose cada vez más al estudio de corpus literarios con métodos mixtos o puramente lingüísticos con el objetivo de investigar el lenguaje narrativo de ciertos autores o incluso de épocas literarias. Se han publicado estudios de este tipo desde diferentes disciplinas de la lingüística, por ejemplo desde la lingüística de corpus (p.e. Fischer-Starcke 2010), la semántica (p.e. la monografía de Eaton 2010) o la estilística (p.e. Toolan 2014). Todo este movimiento dentro de la lingüística se ha dotado de una revista propia, el “International Journal of Literary Linguistics” (www.ijll.uni-mainz.de/index.php/ijll), y ya editado hace poco un manual, Fludernik/Jacob (2014), en el que conocidos lingüistas y expertos en literatura sientan las bases para el estudio de textos narrativos desde una perspectiva lingüística. Por separado, en Francia Maingueneau publicó en 2015 la tercera edición de su manual de lingüística para los textos literarios de 2010.

A pesar de esta corriente interna dentro de la lingüística propicia al análisis del tiempo verbal desde un punto de vista mixto, hasta el momento los autodenominados “literary linguists” (Fludernik 2012, 94) no han dedicado gran esfuerzo a los usos de los tiempos verbales en una lengua determinada, y mucho menos desde una perspectiva contrastiva. La mayor parte de los temporólogos que hacen referencia explícita en sus trabajos al uso literario de los tiempos verbales son “narrativistas”, esto es, parten de la dicotomía de Weinrich (1971, 18) sobre la pertenencia de un tiempo determinado a los “besprechende Tempora” o “erzählende Tempora”. Según Weinrich, quien tiene como precedentes a Pouillon, Barthes, Hamburger y Benviste, en alemán y en las lenguas románicas existen dos grupos diferentes de tiempos verbales: uno tiene como función principal comentar el discurso y otro narrar lo verbalizado. En la literatura los tiempos narrados son dominantes. Autores como Alarcos (1970), Lamíquiz (1972), Cartagena/Gauger (1989), Gutiérrez Araus (1997), Hentschel/Weydt (1994) o Radtke (1998), entre otros, integran esta dicotomía como un criterio descriptivo más de la temporalidad.

La perspectiva contrastiva apenas está presente en estos y otros estudios narrativistas. Sí aparece, por el contrario, en algunas descripciones de ciertos usos verbales particularmente importantes como el imperfecto o el presente. A modo de ejemplo de entre los varios estudios que proceden de esta manera, Meisnitzer distingue un presente narrativo al contrastar los tiempos verbales del español y del alemán, que acertadamente divide en un “markiertes historisches vergangenheitsaktualisierendes Präsens” y en un “unmarkiertes narratives Präsens” (Meisnitzer 2015, 85).

Ante el desinterés de gran parte de los lingüistas por la lengua de la literatura, los teóricos de la literatura, en especial los narratólogos, ya desde muy pronto se interesaron por la descripción de la temporalidad dentro de la estética literaria, constituyendo lo que algunos expertos denominan la “literaturwissenschaftliche Zeitforschung” (Nünning/Sommer 2002, 33). La mayor parte de los teóricos y especialistas en literatura, desde Müller (1948) hasta Fludernik (2002, 21-32) pasando por Genette (1972, 65-278) y Ricœur (1983, 1984, 1985) no analizan la temporalidad en sí, sino la representación textual del tiempo en las obras literarias. Por esta razón las categorías que manejan son reflejo de las dimensiones narrativas. En el modelo de Genette, por ejemplo, uno de los más conocidos, la temporalidad está marcada por el nivel textual en el que se encuadran los tiempos verbales utilizados, que depende de la relación entre el tiempo narrativo o “Erzählzeit” y el tiempo narrado o “erzählte Zeit”. La temporalidad genettiana abarca las subcategorías del “ordre”, la “durée” y la “frequénce”. La interrelación entre el tiempo narrativo y el tiempo narrado con estas subcategorías explica el aparato terminológico puramente literario del que la narratología se ha dotado para abordar los usos de los tiempos verbales: se habla, p.e., de un presente deíctico o enunciativo, de un presente intermitente de significado pasado, de un imperfecto de ruptura o de uno iterativo o frecuentativo.

Aunque no pocos lingüistas utilizan términos similares (buen ejemplo es la cita anterior de Meisnitzer) para definir realidades verbotemporales análogas, buena parte de los gramáticos, incluidos los contrastivos, trabajan, de una forma u otra, con el sistema descriptivo de la temporalidad basado en la combinación de las coordinadas temporales ideado por Reichenbach (que distingue “point of speech”, “point of event” y “point of reference”). Este método de trabajo, más lingüista, está adaptado a la descripción de las variantes de significado de los tiempos verbales en si, que también puede ser de provecho para determinar la estructura temporal de las obras literarias, en especial en el caso de la narrativa. Es decir, desde la lingüística se puede contribuir al análisis de la temporalidad desde una perspectiva práctico-analítica (Schönert 2014, 60), en especial de los tiempos verbales, en el discurso literario con los medios propios de la gramática. Esto es, seguramente, lo que ya en 1994 reclamaba Karl Heinz Bohrer en su trabajo sobre la semántica de la temporalidad estética: es necesario analizar la temporalidad literaria de forma semántica y gramatical (Bohrer 1994, 176).

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