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Me encontraba en pleno trabajo de rastreo de textos para la investigación del nuevo cine latinoamericano de los años sesenta, ya concluida y convertida en libro, cuando fueron apareciendo diversos artículos escritos por mí durante años y no todos referidos a esa época, pero sí al cine del Perú y al de otros países de la América de habla española y portuguesa. Son artículos que se han publicado en libros o revistas del Perú, Cuba, Estados Unidos, España y Francia o que han permanecido inéditos, como ocurre con dos de los más extensos dedicados a la historia de la crítica de cine en Lima y a la bibliografía acerca del cine en América Latina. Estos dos últimos fueron elaborados para sendos trabajos de investigación en la Universidad de Lima, uno de ellos, el primero, concebido en función de un volumen antológico de la crítica de cine en el Perú, que es aún una asignatura pendiente.

Teniendo a la vista esos materiales, considero de utilidad reunirlos en un volumen, pues ofrecen información y análisis útiles del cine que se ha venido haciendo en el Perú y en los países de la región, pero también de lo que se ha escrito aquí y afuera en torno a ese tema. Esa es la doble línea de los trabajos: las películas como motivo de comentario y el registro de críticas y libros acerca de películas y cinematografías. Precisamente, dos de los inéditos dan cuenta de esa segunda línea, casi no explorada entre nosotros.

No se trata de todo lo que he escrito sobre los cines y las películas de estas tierras, ni mucho menos, pero es una selección de notas de una cierta amplitud, aunque no todas, y que ofrecen un panorama, ciertamente parcial e incompleto, de casi cuarenta años de cine a partir de 1960, aunque algunos de los textos se internan, asimismo, en las décadas anteriores. Ciertos motivos puntuales, en especial los comentarios de algunos filmes, se repiten en más de un artículo, pero, a pesar de las reiteraciones que se puedan encontrar, los he mantenido porque cada uno de esos textos posee en sí mismo una unidad que merece conservarse sin recortes.

Los artículos originales, con pocas excepciones, han sido respetados en su integridad, de allí que se puedan leer algunas opiniones o juicios con los que no estoy, ahora, de acuerdo o incluso algunas impresiones sobre una misma película que no son coincidentes. De manera especial, en los textos El cine latinoamericano en la hora de la verdad y Santiago Álvarez y el documental político, escritos en el periodo 1969-1970, se deslizan afirmaciones de sincronía o solidaridad políticas que eran las que me animaban en ese entonces y que en estos momentos no podría formular de la misma manera. En el libro El nuevo cine latinoamericano de los años sesenta. Entre el mito político y la modernidad fílmica escribo sobre esos mismos temas y se podrá cotejar allí lo que hoy opino acerca de esas películas y sus circunstancias, que no es en todos los puntos contrapuesto a lo que opinaba en 1970, pero en todo caso no resulta igual. No puede ser igual porque la distancia de los años permite mirar y analizar las cosas de otra manera. Lo mismo me ocurre con la valoración de ciertos directores, que, como los mexicanos Emilio Fernández y Roberto Gavaldón, no me merecen hoy el escaso aprecio que les dispensaba hace varias décadas, lo que se expresa en alguno de los artículos.

Rescato los textos, también, porque me parece que en ellos –si no en todos, en varios, sobre todo en algunos comentarios de películas–, hay una escritura y un filo críticos que siento haber perdido un poco. Releo, por ejemplo, lo que escribí sobre Abisa a los compañeros o Todos somos estrellas, sobre Lucía, Canoa o La pasión según Berenice, y percibo un buen manejo del instrumental analítico. No creo que en estos momentos escribiría con ese mismo grado de penetración en las operaciones expresivas de esas películas. Tal vez porque ya no soy el crítico de cine “estable” que fui ininterrumpidamente durante cuatro décadas y, habiendo dejado en estos últimos años el ejercicio regular de la crítica periodística, me siento cada vez más el profesor, el investigador, el escritor de temas de cine y, por encima de todo, claro, el mismo cinéfilo de toda la vida, aunque siempre asoma inevitablemente el crítico que no podría dejar de ser nunca. Queda a criterio de los lectores ratificar o no esa percepción mía y, de cualquier modo, evaluar la utilidad de este volumen.

Una aclaración sobre el título que podría hacer pensar a algunos interesados que se trata de un libro en torno al western. ‘Bravo’ o ‘brava’, según el DRAE, significa valiente, esforzado, bueno o excelente; también fiero o feroz, alborotado o embravecido; asimismo violento o áspero, inculto o rústico. Si se combinan esas acepciones tiene sentido hacer referencia a nuestra región, de México al Caribe, y del orbe andino a la Patagonia, incluyendo al “continente” brasileño, como tierras bravas, al menos en las décadas a las que se dedican estos textos, y en las precedentes, también. Por cierto, el cine de esos tiempos queda impregnado de esos rasgos y algo de ello se transmite en los textos.

Agradezco la colaboración de Lorena Escala Vignolo en la transcripción digitalizada de los materiales preinformáticos, así como en el ordenamiento de los textos.

Tierras bravas

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