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2. Transición epidemiológica

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La transición epidemiológica se refiere a cambios progresivos en los patrones de salud y enfermedad, y en los perfiles de mortalidad, los cuales implican disminución de morbilidad y mortalidad debidas a causas infecciosas (enfermedades transmisibles), e incremento de morbilidad y mortalidad relacionadas con enfermedades crónicas, degenerativas, provocadas por los seres humanos, así como las debidas a causas consideradas externas como la violencia. En consecuencia, los patrones de morbilidad tienden a predominar sobre los de mortalidad. La transición epidemiológica está, estrechamente relacionada con la transición demográfica y con cambios económicos y socioculturales.

La transición epidemiológica se ha definido como la consecuencia de la disminución de fertilidad y mortalidad de la transición demográfica. De hecho, la disminución de los niveles de mortalidad por causas de tipo infeccioso beneficia principalmente a la población más joven y las mujeres, por lo tanto, por efecto de la transición epidemiológica, estos grupos ganan en sobrevivencia y entonces aumenta su peso en la población. Por otro lado, la mayor sobrevivencia expone a la población a factores de riesgo asociados con enfermedades de tipo crónico degenerativo, lo que implica un aumento de la contribución relativa de este grupo de enfermedades a la mortalidad global.

En Latinoamérica, dada la situación económica y especialmente el aumento de la inequidad han persistido y resurgido enfermedades trasmisibles. En la figura 4.6 se muestra la transición de la salud, producto de la relación entre la transición demográfica y la transición epidemiológica. Estas dos transiciones han hecho que se pase de una atención en salud enfocada en la enfermedad a una atención en salud enfocada en funcionalidad, ejecución y movilidad, así como calidad de vida y autopercepción de salud.


Figura 4.6 Transición de la salud

Fuente: Mosley, 1993.

Respecto a la transición epidemiológica, América Latina se caracteriza por tener un “modelo polarizado prolongado”, con alta incidencia de enfermedades transmisibles y no transmisibles. Esta denominación hace referencia al impacto que la desigualdad social y regional tiene sobre la evolución del perfil de salud y enfermedad de las poblaciones latinoamericanas. La polarización se asocia al concepto de una doble carga de enfermedades infecciosas y crónicas, pero se pone de relieve la existencia de un período “prolongado” en que estos dos tipos de enfermedades coexisten, sin una clara expectativa de resolver el proceso de transición, sobre todo, debido a la persistencia de desigualdades sociales y regionales. Esas desigualdades refuerzan la coexistencia de las dos eta-pas como resultado de poblaciones que atraviesan diferentes etapas de la transición, pero estas mismas poblaciones también sufren ambos tipos de enfermedades, infecciosas y crónicas, al mismo tiempo.

Las altas tasas de mortalidad por enfermedades infecciosas se asocian comúnmente con la pobreza, las dietas deficientes y la infraestructura limitada que se encuentra en la región. La mayoría de los países de la región han superado la transición epidemiológica y las principales causas de mortalidad y morbilidad han pasado de las enfermedades infecciosas a las enfermedades degenerativas, incluidos los trastornos que causan discapacidades, como la osteoartritis. Sin embargo, la característica es la heterogeneidad en la transición epidemiológica entre grupos sociales y áreas geográficas en cada país y entre los países. Por ejemplo, hay países como Uruguay, Costa Rica, Cuba y Chile con tasas de mortalidad por enfermedades transmisibles por debajo del 10% y, al mismo tiempo, hay países con tasas de mortalidad por enfermedades transmisibles superiores al 30% como Perú, Bolivia, Guatemala y Haití. Detrás de su aparente uniformidad, América Latina es extremadamente diversa.

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