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¿Cuál es la mejor postura?

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Nos hemos especializado en ciertas posturas. Por ejemplo, en estar sentados en una silla o en algo parecido. Eso implica que nuestro cuerpo es bueno en tener la cadera flexionada noventa grados, pero no tanto en tenerla totalmente extendida (posición natural de estar de pie). Por otro lado, nuestro tronco está adaptado a permanecer apoyado en un respaldo, y ya no lo está a sostenerse a sí mismo. En realidad, hay una larga lista de adaptaciones y desadaptaciones por el hecho de pasar mucho tiempo de nuestra vida en esa postura.

Sin embargo, estar sentados no es lo único que hacemos mucho. Y tampoco se puede decir que dejar de adoptar otras posturas o movimientos nos hace desadaptarnos de ellos.

Por ejemplo, no solemos subir los brazos más allá de la altura de los ojos, ni abrirlos mucho más allá de la anchura de los hombros. Eso hace que ya no seamos tan buenos subiendo los brazos o abriéndolos mucho. Prueba de ello es cuánto nos cuesta subir una maleta pesada al compartimento de encima del asiento en un avión, frente a subirla a la altura del pecho. O todos los problemas de hombro que suele tener una persona normal a partir de cierta edad.

Entonces, ¿cuál es la solución?, ¿cuál es la mejor postura? Son preguntas que me hacen continuamente y que se repiten en muchos contextos diferentes. En el trabajo, a la hora de levantar un objeto pesado, haciendo ejercicio, etc. Pero la realidad es que no existe una postura perfecta. Como hemos visto, el problema no viene de una postura, sino de especializarnos en una o unas pocas. Así como de todas las adaptaciones que irá creando el cuerpo para mantener esa postura de la forma más eficiente posible.

Si esto es así, la solución es sencilla: evitar mantenernos mucho tiempo en ninguna postura fija.

Vale, si tenemos que trabajar (ya sea sentados o de pie), probablemente parezca imposible hacer esto. Pero hay formas. Sobre todo porque estamos hablando de adaptaciones celulares, así que cualquier pequeño cambio de postura cuenta. Y todo suma.

Además, de todas las horas que pasamos en una postura similar (sentados), habrá muchas que son obligatorias (en el trabajo, conduciendo, etc.), pero otras que son opcionales. Aprovechar para variar estas últimas es la forma más sencilla de minimizar el problema. Aparte de que efectuar pequeñas pausas y ligeros cambios de postura puede hacer mucho para interrumpir esa constante adaptación.

Sin embargo, hay un tema relacionado con la postura que creo es muy importante y que desarrollaré en la siguiente parte del libro. Además, se entenderá mejor con los conceptos que explicaré en el apartado «La salud: un problema complejo». Se trata de que, aunque ninguna postura es necesariamente buena o ideal, hay algunas que son mejores para completar determinadas tareas. Son posturas en las que el cuerpo puede ser más eficiente usando menos energía, siendo más estable y teniendo una mayor calidad de movimiento. Pero estas posiciones de las distintas partes del cuerpo dependerán de la tarea que estemos realizando y pueden ser diferentes para cada persona. Dependerá del tamaño y de la forma de su cuerpo, de su nivel de movilidad, fuerza, etc.

En esto se basa la técnica en los ejercicios y deportes. Buscan la forma más eficiente de hacer los movimientos.

Sin embargo, hay que diferenciar entre la forma óptima de hacer un movimiento para ganar una competición y para llevar a cabo una tarea cotidiana. No tiene por qué ser la misma y no debemos obsesionarnos por tener una técnica perfecta a la hora de realizar esas tareas diarias. Nuestro cuerpo debería poder hacerlas con «mala técnica» o «mala postura» sin ningún problema.

Hay que tener presente que no es lo mismo agacharse para levantar una barra de doscientos kilos que agacharse para recoger la bolsa de la compra. En el primer caso, seguramente sea una buena idea buscar la forma «óptima»; en el segundo, no debería hacer falta.

Aquí es donde entra uno de los principios que suelo usar, como punto de partida, con mis clientes: la postura debe ser una opción.

Es decir, existen ciertas posturas «neutras», que son básicas y que cualquier persona debería ser capaz de adoptar. No tenemos que andar por la vida con ellas, pero deberíamos poder elegirlas, no ser algo imposible. No es lo mismo, por ejemplo, estar de pie con las piernas algo abiertas y las puntas de los pies apuntando hacia fuera, porque te apetece o te gusta, que porque no eres capaz de estar con las piernas más cerradas y los pies apuntando hacia delante. Y no hay nada malo en sentarte con la espalda totalmente curvada si también puedes hacerlo con la espalda recta. Y así con todo.

Lo veremos más detalladamente en la parte práctica.

3 pasos contra el sedentarismo

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