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La civilización y la mitología egipcias
La leyenda de Isis y Osiris

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La pareja divina formada por Osiris e Isis desempeña un papel preponderante en el panteón egipcio.

Plutarco, en el siglo ii d. de C., transmite el relato íntegro de su leyenda en el texto titulado De Iside et Osiride.

Osiris aparece como un rey legendario que gobernó Egipto con un gran sentido de la justicia, dando a conocer a su pueblo los frutos de la tierra y las leyes cósmicas.

Su hermano Set-Tifón[71] lo invita durante una comida a probar un gran cofre de madera decorada que había confeccionado en honor de aquel invitado que lo llenara exactamente. Evidentemente entonces Osiris fue asesinado por todos los invitados. Set se deshizo enseguida del cofre en el Nilo, para que su cuerpo llegara hasta el mar por la «desembocadura de Tanis».

Isis, su hermana y esposa –¿podemos ver en ello una alusión al álter ego, al «alma gemela» que expresa la perfecta complementariedad con el dios? – , es informada del terrible drama de la muerte de Osiris y, después de deambular desesperada, la viuda decide buscar los restos de su difunto esposo. Se entera, por unos niños que lo habían visto, del lugar en el que se encontraba el cofre.

Isis descubre también que «Osiris enamorado había tenido, por error, relaciones con Neftis, hermana de Isis, al confundirla con esta».[72] De la unión de Osiris con Neftis, esposa de Set (Tifón), había nacido un niño llamado Anubis, que se convertiría en el dios cinocéfalo psicopompo, conductor de almas.[73]

Asimismo, Isis descubre que un tamarindo había rodeado el cofre al crecer a su alrededor y lo ocultaba. El rey de Biblos, Maleandro,[74] había decidido entonces cortar el tronco y hacer con él una columna para sostener el techo de su palacio.[75]

Isis, gracias a su incomparable encanto, no tuvo ninguna dificultad para llegar a ser la amiga íntima de la reina Nemanus. Se convirtió en la nodriza de su joven hijo, al que llevó progresivamente hacia la senda de la inmortalidad. La reina, al reconocer en ella a la diosa Isis, aceptó devolverle el sarcófago de Osiris, oculto en la columna del palacio.

Isis, antes de regresar a Buto, en donde había dejado a su hijo Horus,[76] decidió depositar los restos de Osiris en un lugar seguro, pero Set-Tifón, al caer la noche, lo descubrió y lo cortó en catorce pedazos[77] que repartió por todo el país.

Isis se puso entonces a buscar todos los trozos del cuerpo de su esposo, para darle una sepultura decente en cada uno de los lugares. Los halló todos menos el miembro viril, que Tifón había arrojado al río y que había sido devorado por los peces. Isis lo sustituyó por un objeto simbólico que enterró.

Por su parte, Horus, ya adulto, decidió vengar a su padre Osiris. Este regresó de los Infiernos para apoyar a su hijo en su lucha contra Set-Tifón. Tifón consiguió arrancar un ojo a Horus, pero este lo recuperó y se lo ofreció a su padre. Según los Textos de las Pirámides, así fue como Osiris logró resucitar.

Horus, descendido a los Infiernos tras librar una batalla con Set-Tifón, saca a su padre de su torpor con las siguientes palabras: «¡Osiris! ¡Mira, Osiris! ¡Escucha! ¡Levántate! ¡Resucita!».

Horus fue coronado rey, mientras que Isis dejó desgraciadamente escapar a Set-Tifón. Horus, furioso, arrancó por despecho la diadema real de Isis. Tot reemplazó entonces esta corona por un tocado con cabeza de vaca,[78] y se siguió produciendo la lucha perpetua entre la luz y las tinieblas, asegurando la perennidad en la renovación cíclica de las fuerzas universales. Tot pasa de hecho por haberse esforzado, en su propia sabiduría, en instaurar la paz entre Set y Horus, y reconciliar así los dos principios contrarios, al establecer los límites respectivos de sus ámbitos de acción (véase Maspero, Histoire des anciens peuples).

Osiris fue, por tanto, un «dios asesinado» que, gracias al amor de su esposa y de su hijo y a la benévola Providencia, logró resucitar.

En su obra Religions de l’ancienne Égypte, Viret menciona la devoción que existe en los lugares en los que se cree que quedó un fragmento de Osiris:

Había en Egipto varias tumbas de Osiris,[79] tantas como fragmentos había hecho Set, su asesino, con su cuerpo despedazado. Sin embargo, sobre todo cerca de la tumba de Abydos es donde una gran cantidad de egipcios píos querían ser enterrados o, como mínimo, representados con una estela después de morir.

Se decía que la cabeza de Osiris había sido enterrada en Abydos, y este antiguo santuario era considerado sagrado por todos, y particularmente venerado bajo el reinado de Seti I. El gran egiptólogo Mariette-Bey[80] emprendió incluso excavaciones en Abydos, pero en vano, si bien descubrió los cimientos de la antigua Thini, donde había nacido Menes, y halló el santuario de siete capillas del faraón Seti I.

Los misterios vinculados a la muerte y resurrección de Osiris se celebraban tradicionalmente en Egipto bajo la forma de drama. Se trataba de auténticas fiestas que conmemoraban la resurrección del Dios; para simbolizarla, los sacerdotes mezclaban granos de trigo y cebada con tierra, como representación del cadáver de Osiris. Se enterraba todo y, cuando las semillas germinaban,[81] Osiris resucitaba. La asimilación con el culto agrario, por tanto, era inequívoca, asegurando así la permanencia ritual de la renovación estacional.

Cabe añadir a esta conmemoración la ceremonia del «levantamiento del Djed» (o «Zed»), celebrada sobre todo en Busiris (Djedu). Se trata del símbolo jeroglífico que aparece en numerosos templos y papiros, en los que se observa un eje amplio cortado en cuatro barras perpendiculares. La ceremonia equivalía al levantamiento ritual de la momia de Osiris; estaba en posición horizontal, y era puesta en vertical, de manera que el dios iniciaba su victoria definitiva sobre la muerte…

71

Tifón se asemeja al griego tupeiv, que significa «ahumar», «cegar». Como indica Plutarco, «Tifón es cegado por el humo de la ignorancia y del error» (De Iside et Osiride). Plutarco apunta también más adelante que Set, por su parte, significa «fuerza opresora y apremiante».

72

Plutarco, De Iside et Osiride.

73

En el mito de la concepción de Anubis encontramos la intervención de la luz (Osiris) y la oscuridad (Neftis, como hermana y esposa de Set) situando «al que abre los caminos» fúnebres en relación simbólica con la puesta de sol crepuscular…

74

Según Isidore Lévy (en Revue archéologique, junio-julio, 1904), este rey de Biblos sería, de hecho, Malk-Addir, el Señor del Reino de los Muertos, entre los fenicios.

75

Imagen arquetípica del Eje del Mundo, el axis mundi, que une el Cielo a la Tierra.

76

Según otras versiones, Isis consiguió hacerse fecundar por el cadáver de Osiris. Luego, oculta entre los papiros del delta del Nilo, habría dado a luz a su hijo Horus. Plutarco menciona también esta «procreación post mórtem», pero la relaciona con otro hijo, salido de un loto: Harpócrates (que, por otra parte, fue asimilado a Horus niño).

77

Según Diodoro de Sicilia, Tifón (Set) lo dividió en veintiséis partes.

78

De ahí la asimilación en ocasiones de Isis con la diosa Hathor, la Venus egipcia. ¡De hecho, en El asno de oro de Apuleyo, Isis es calificada de «Venus celestial», «Venus de Pafos».

79

Es conveniente citar sobre todo la «isla de Philae», el «campo sagrado» que Diodoro y Plutarco evocaron.

80

A. E. Mariette-Bey (1821-1881), entre otras cosas, descubrió la tumba de los Apis, al hallar el Serapeum de Menfis. Además, fue el creador del Museo de Boulaq.

81

Véase V. Loret, Les Fêtes d’Osiris; A. Moret, Rois et Dieux d’Égypte; G. Frazer, Adonis, Attis, Osiris.

El gran libro de las civilizaciones antiguas

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