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La civilización mesopotámica
(en el comienzo de la historia propiamente dicha)

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Situada entre los dos ríos procedentes de Armenia, el Tigris y el Eufrates, que permiten la irrigación de esta extensa llanura, Mesopotamia fue calificada justamente como «medialuna fértil».[2]

Y es esta región del mundo, «bendecida por los dioses», la que se considera cuna de todas las civilizaciones. Efectivamente, según la mayoría de especialistas, como recogió el orientalista Samuel Noah Kramer en su famosa obra L’Histoire commence à Sumer[3] –al menos la de los sistemas religiosos elaborados–, numerosas tablillas de arcilla escritas con signos cuneiformes atestiguan la existencia de la primera escritura conocida,[4] manifestación de una forma civilizadora avanzada.

Cabe distinguir, además, tres grandes civilizaciones implantadas entre estos dos ríos: la civilización babilónica, que se vincula notablemente al curso del Eufrates; la civilización asiria, que se asocia sobre todo al Tigris, y la civilización de Sumer, que guardaba relación particularmente con el sur de esta privilegiada región arrancada al desierto.[5]

Así pues, los mesopotámicos, maestros antiguos en el arte de levantar diques para contener las inundaciones, como también de crear numerosos canales para dirigir el agua hacia el interior de las tierras, podían disponer de cultivos importantes (trigo, sésamo, mijo…).[6] Los acadios, de origen semítico, se establecerían en el lugar más tarde, hacia el iii milenio a. de C.

La civilización calificada de sumeria – en la acepción más amplia del término– fue probablemente introducida por la civilización neolítica, llamada de Obeid, que, tras la desaparición de la cultura halafiana (hacia el 4400 a. de C.), se divulgó por toda Mesopotamia. Constituye una prueba de la existencia de esta civilización tan antigua Warka, en sumerio, Uruk – de ahí el término genérico de Ur, que designa a Mesopotamia–, situada cerca del golfo Pérsico, en las proximidades de la ciudad de Ur, en la otra orilla del Eufrates.

Sin embargo, como se pregunta André Parrot, miembro del Institut de France:

¿De dónde proceden estos sumerios? Sin duda, del este, pero, ¿dónde acaban las fronteras del este? ¿En Irán, en Afganistán o mucho más lejos, en las estepas de Asia central? Esta pregunta sigue sin respuesta. ¿En qué fecha se sitúa este movimiento migratorio? Nuevo problema, nuevas incertidumbres. ¿A principios del iv milenio (en la época de Obeid), a mediados o al final de ese mismo milenio (en los periodos de Uruk o de Djemdet Nasr)? Cada tesis cuenta con sus defensores, cada una tiene sus argumentos, pero ninguno de ellos parece absolutamente decisivo para convencer al cien por cien. Sin embargo, parece demostrado que los sumerios no eran en ningún caso autóctonos y que no fueron los primeros habitantes de Mesopotamia.[7]

2

Calificativo utilizado al menos para hacer referencia a esta región que se extiende a lo largo del Eufrates y hasta la Siria del norte.

3

Consultar en este sentido el resto de obras o estudios de S. N. Kramer, From the tablets of Sumer y The Sumerians, así como la excelente obra de Geoffroy Bibby, Dilmoun, la découverte de la plus ancienne civilisation, ed. Calmann-Lévy, 1972, que describe las últimas excavaciones arqueológicas en Mesopotamia. Asimismo, consultar las obras escritas en colaboración con Jean Bottéro, Lorsque les dieux faisaient l’homme e Il était une fois la Mésopotamie, de Éditions Gallimard.

4

Pensemos en el famoso Código de Hammurabi (Museo del Louvre). Cabe señalar, además, que en 1803 –es decir, veinte años antes del Précis du système hiéroglyphe de Champollion– Grotefend, un joven alemán de veintiocho años, asentó las bases de las «inscripciones persepolitanas llamadas cuneiformes–, lo que tendría una importancia capital en el plano arqueológico con el descubrimiento de unas 500.000 tablillas de arcilla marcadas con los clavos y punzones que caracterizan esta escritura «cuneiforme».

5

Debe apuntarse también el término Caldea, que se aplica geográficamente a la gran llanura baja (situada muy poco por encima del nivel del mar), donde se unen el Tigris y el Eufrates.

6

Herodoto afirmó en su época, con relación a la Caldea que él visitó: «No diré hasta qué altura llegan el sésamo y el mijo, porque sé perfectamente que quienes no han estado en el país de Babilonia no me creerían».

7

André Parrot, L’Art de Sumer, UNESCO, Albin Michel.

El gran libro de las civilizaciones antiguas

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