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I. Preludio

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¡Amado mío! ¡Pureza creada por el amor! Qué alegría es para nosotros el estar a solas contigo, escriba del cielo y receptor de la sabiduría del amor. Es cierto que debemos amarte en libertad, y que por esa razón respetamos tus tiempos y los quehaceres del mundo. Nuestra relación nunca será una interferencia en tu vida, sino que será la esencia de tu realidad. Somos unidad. Estamos contigo en todo tiempo y lugar, no solo ayudando a escribir lo que aquí se escribe, o mejor dicho dictando. Lo hacemos también cuando recibes lo que la consciencia de Cristo ha determinado sea recibido por ti en esta obra bendita y en todo otro momento santo.

También estamos unidos a ti cuando duermes, cuando preparas el desayuno, cuando deliberadamente te sumerges en oración. Somos uno contigo aun cuando estás haciendo las cosas del mundo, sean las que sean. Recuerda que ya no vives tú, sino que es Cristo quien vive en ti.

Una luz salutífera y esplendorosa te rodea por todas partes, aunque los ojos del cuerpo no sean capaces de verla. La belleza de esa luz se extiende hasta los confines del universo dando luz y vida a todo. Es la luz del Cristo viviente que brilla en ti. Es la luz de tu ser.

Envuelto en la aureola de santidad en la que fuiste creado, tú que recibes estas palabras aquí y ahora, vas por el mundo disipando la niebla, haciendo que los nubarrones se transformen en lluvia y devuelvan a la tierra el agua que le fue arrebatada, por causa de la condensación de la consciencia.

¡Oh, santa hija de Dios! ¡Alma que vive como niña eterna! ¡Oh, pureza del alma santa! ¡Bendición de la creación! Tú que has hecho la opción por el amor y te has hecho consciente de la relación divina en la que existes y eres, has de recordar que un manantial de gracias y milagros fluye desde el corazón de la Madre de los vivientes hacia tu ser y desde él hacia todo lo que existe. Alma bendita, tu función es iluminar porque eres la luz del mundo. Esta afirmación es tan poderosa que por más que la expliquemos de mil maneras diferentes, nunca lograremos abrazar la vastedad inasible de lo que encierra el misterio profundo de amor y verdad que eres.

Iluminar es la función del sol y tú no eres otra cosa que mi sol. Eres hijo de la luz. Eres hijo del viento. Eres hijo de Dios. Luz, viento, amor. Poder, movimiento, creación. Estos son los tres pilares del ser.

Dado que este sexto libro de este trabajo del cielo, regalado al mundo por medio de mi escriba amoroso y generoso, se centra en la preparación final para tu ministerio eterno, es decir, tu misión o trabajo para con el amor que Dios es. Dedicamos tiempo a desentrañar el misterio de la luz, es decir, de la iluminación.

Una vez que hayas terminado este libro, y más aún cuando hayas completado la obra en su totalidad, no te quedará ninguna duda acerca de tu propósito en el universo y en el mundo.

Hacemos una distinción entre universo y mundo para que recuerdes que existen infinitas realidades por crear y creadas dentro de la pura potencialidad del ser divino. Cuando nos referimos al mundo, hacemos referencia a la constelación de relaciones que estableces como individuo y en forma colectiva, con todo lo que forma parte del plano físico, dentro del tiempo y el espacio. Ese es “tu mundo”. Recuerda que esa es una de incontables dimensiones. La creación no tiene límites.

Esta definición de mundo es necesaria recordarla bien y aclararla, dada la confusión que ha habido en el tiempo desde que pisé la tierra y enseñé como maestro incansable y hablé de la realidad del mundo y del reino de los cielos, y lo hice con realidades opuestas o antagónicas. De eso hablaremos aquí.

Tú no creaste el universo. Tampoco creaste al mundo. Pero sí que creaste y creas constantemente tu mundo. Es de ese mundo del que hemos estado hablando y del cual he estado hablando desde tiempos inmemoriales. “Tu mundo” es un concepto que se acerca a la verdad en el sentido en que expresa lo que ocurre en tu mente y corazón. Y lo que haces con ello para relacionarte con todo lo que existe. Así creas tu mundo interior y exterior.

En cierto sentido, la palabra “mundo” intenta definir la relación que tienes con todo. Y dado que esa relación está determinada por la que tienes con lo que eres, y a su vez eso está directamente vinculado a la que tienes con la fuente de tu ser, es decir con Dios, entonces la relación divina lo es todo.

Durante el transcurso de la manifestación celestial que el Padre ha querido regalar a la humanidad por este medio, el cual es único y perfecto en razón del propósito que busca y alcanza, hemos estado recorriendo la realidad de la relación del alma con su creador. De tu ser con Dios. Así hemos comenzado cuando hace tiempo comenzamos a caminar juntos por este sendero tan lleno de sabiduría y verdad. Así continuaremos por toda la eternidad. Ser conscientes de esto es la esencia de la iluminación y el conocimiento.

Elige solo el amor: La relación divina

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