Читать книгу Educar sin miedo a escuchar - Yolanda Gónzalez Vara - Страница 22

ALGUNAS CLAVES COMO PLATAFORMA INICIAL

Оглавление

En síntesis, señalo algunas premisas para la reflexión de profesores y padres:

 El adolescente está inmerso en un universo cambiante e inquietante. Se pregunta cuestiones existenciales sin respuesta definida y cuestiona las normas existentes. Poco le motiva repetir conceptos o escuchar pasivamente. Más allá de la necesaria innovación e incorporación de las técnicas audiovisuales en el aula y los accesos a la información actual, el adolescente necesita la interacción. Necesita poder rebatir, cuestionar y comprobar por sí mismo el conocimiento, los valores y las normas transmitidas socialmente en su búsqueda de identidad personal.

 La función del profesor es partir del saber del adolescente e integrarlo en su práctica docente. Es decir, priorizar lo que le interesa al adolescente e incorporarlo al aula, por encima de sus propios monólogos del conocimiento. Un profesor ha de ser creativo para impartir los conocimientos que los adolescentes demandan y no un reproductor de datos. No se trata de impartir lo que sabe, sino lo que el adolescente necesita.

 La educación necesita ser mucho más dinámica. Más participativa. Con espacios asamblearios semanales para compartir y debatir la vivencia de la propia transmisión de la enseñanza en la comunidad educativa y los aspectos relevantes de la vida cotidiana. Los delegados de clase cumplen en muchos casos una mera función simbólica, en lugar de representar los intereses de los estudiantes.

 Se debe incluir la posibilidad de que los adolescentes puedan evaluar, desde una base de respeto (la misma que se merecen), la calidad docente de sus profesores, e incluso sugerir propuestas de mejora. ¿Por qué no? Estamos demasiado acostumbrados a ser evaluados pasivamente, cuando la realidad escolar necesita una evaluación constante y recíproca del hecho de aprender-enseñar, para mejorar la calidad y la satisfacción del profesorado y alumnado.

 En los institutos, los adolescentes deben contar con espacios diarios en el aula para resolver conflictos, incorporando técnicas dinámicas que favorezcan la escucha activa y el respeto ante las opiniones de los demás (role playing). Para ello es imprescindible que los propios profesores se capaciten para crear dinámicas grupales que fomenten el aprendizaje adecuado para la resolución de conflictos. Es la mejor manera de formarse en actitudes democráticas reales, no solo teóricas. Recordemos que la autoridad se otorga, no se impone.

 Los profesores deben capacitarse para favorecer dinámicas que fomenten la cooperación frente a la competitividad, favoreciendo un clima grupal de colaboración e integración de todos sus miembros.

 Es imprescindible ampliar el conocimiento sobre las diferentes inteligencias (H. Gardner), especialmente la emocional, clave en todas las etapas evolutivas. Escuchar la emoción del adolescente, sin juicio, es un arte que posibilita la comprensión de la conducta y favorece la búsqueda de soluciones reales ante cualquier dificultad. Valorar las diferentes inteligencias que no guardan relación exclusiva con la intelectual permite la expresión de capacidades sorprendentes en muchos adolescentes que «fracasan» según las exigencias de un modelo rígido e intelectualizado.

 La institución escolar, en función de sus posibilidades, debe potenciar viajes que acerquen la vida a las aulas, en relación a los temas abordados u otros que susciten interés formativo de los propios adolescentes. Dos o tres excursiones durante el curso escolar no son suficientes. Los intercambios educativos con otros países favorecen la interculturalidad y abren las fronteras para la interconexión humana, y son medios preventivos necesarios para evitar la xenofobia.

 En situaciones de conflicto o dificultad escolar, trabajar en equipo con la familia, de forma precoz y preventiva ante las primeras señales de malestar, evita las expulsiones y castigos fruto de la ausencia de recursos educativos inclusivos. Detrás de cada adolescente hay una historia familiar y otra escolar. Llegar a las causas de la problemática no solo es asunto de la psicóloga escolar o asistenta social. Familia, centro y adolescente deben buscar soluciones conjuntas en un abordaje sistémico, no solo individual.

 Se requiere un tutor de resiliencia y un compañero de resiliencia en el aula, a quien el adolescente pueda acudir en caso de necesidad o conflicto. Este concepto proviene de la teoría del apego y cumple una función de apoyo fundamental ante las adversidades de la vida, posibilitando la transformación de situaciones dolorosas en aprendizaje positivo. El tutor y el compañero pueden ser elegidos previamente en los primeros meses de clase, de forma anónima o propuestos directamente, según cada situación concreta y cada centro. Su función desde una alianza real es escuchar, empatizar y colaborar en la búsqueda de alternativas ante situaciones de conflicto o sufrimiento. Muchos sentimientos de exclusión y marginación, así como acosos escolares encubiertos, pueden encontrar en este recurso una salida satisfactoria como ya hemos comprobado en la práctica.

 Todos los programas preventivos son fundamentales: los programas puntuales sobre temas diversos son necesarios, pero insuficientes. Desde la perspectiva del continuum, la formación preventiva y formativa se inicia en la infancia, favoreciendo la continuidad y la coherencia, hasta la adolescencia. Estos programas deben formar parte del currículo de las escuelas y los institutos. Son muchas las opciones formativas, pero resaltaría la importancia de:Formación en el abordaje psicosexual (fases del desarrollo) desde la infancia hasta la adolescencia, como base de una sexualidad saludable y al mismo tiempo como medio eficaz para la prevención de la violencia de género.Información adecuada y suficiente sobre el abuso de sustancias y sus consecuencias desde primaria.Formación en el cuidado y respeto del medio ambiente y la ecología.Formación en resolución de conflictos y dinámicas grupales que favorezcan la cooperación.Este abordaje formativo y preventivo, que puede ampliarse en función de las necesidades de cada centro, debería ser destinado tanto al profesorado (programa específico) como a los padres y los adolescentes (adaptado a cada colectivo).

 Las asociaciones de madres-padres de alumnos (APA o AMPAS), deben plantearse ampliar sus funciones. Necesitan más protagonismo en el centro, y un cambio de enfoque. Además de participar en el Consejo Escolar, la orientación podría centrarse en colaborar en aspectos educativos y formativos, más allá de las habituales organizaciones festivas.

 Los alumnos tienen poca representación en el Consejo Escolar, al igual que los padres. Si realmente es una comunidad educativa, los tres colectivos, padres, educadores y alumnos, deben tener una representación más equitativa tanto en los debates como en las decisiones.

Formarse en otros ámbitos que no sea el estrictamente académico lleva cierto tiempo (tendría que estar integrado en asignaturas universitarias para los futuros docentes), pero las ventajas compensan y favorecen un clima más distendido y gratificante para el aprendizaje real.

Las sugerencias y orientaciones que he explicado hasta ahora provienen de mi experiencia de formación con los profesores de la ESO y de bachillerato. El nivel de aplicación siempre es diferente, según cada profesor y las limitaciones del centro en el sistema educativo actual, pero los cambios generalmente han sido muy significativos y han mejorado la calidad de la relación y la satisfacción de alumnos y profesores.

Está claro que la presión social, la competitividad, las reformas educativas cambiantes, las necesidades laborales de los padres, el paro, la crisis… son demasiados factores que inciden en los adultos y también repercuten en el entorno familiar y los hijos. No vamos a entrar en el análisis de las sucesivas, caóticas y constantes reformas educativas que tanto marean a los profesores y a los propios niños y adolescentes. Es evidente que se requiere una transformación profunda y duradera del sistema educativo, para satisfacción de los educadores, los padres y, por supuesto, de los niños, adolescentes y jóvenes.

Mientras tanto, considero importante que ante tanta presión y tanta incertidumbre, los profesionales de la salud, los padres y los educadores no perdamos el norte justificando lo injustificable sin implicarnos, cada uno desde donde está, para realizar los cambios que considere saludables en relación al bienestar de hijos/alumnos. Pues sin echar balones fuera o culpabilizar al exterior, hemos de asumir que todos somos corresponsables y capaces de buscar nuevas y creativas opciones a los modelos de crianza y educación actuales.

Tratemos de llegar a las causas profundas que provocan las «dificultades» o problemas en las diferentes áreas, como la adaptación escolar, el comportamiento o el rendimiento en cada caso individual. Quizá descubramos con sorpresa que el llamado «problema» en el bebé, el niño o el adolescente es irresoluble sin mirarnos a nosotros mismos. Analizando las causas, quizá lleguemos a una comprensión de varios factores (proceso de maduración, interacción familiar y escolar) que inciden y explican esa dificultad.

No olvidemos que sembrar semillas de cambio y de consciencia está en nuestras manos. Y por tanto, es nuestra responsabilidad.

Educar sin miedo a escuchar

Подняться наверх