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LA DEPENDENCIA

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Durante el primer año de vida, el bebé es un ser totalmente dependiente. Esta dependencia es absolutamente natural y necesaria para propiciar un desarrollo saludable. La dependencia no se crea, se nace con ella. Es inherente al ser humano y necesita satisfacerse para favorecer una posterior y sana autonomía. Ser dependiente es totalmente imprescindible en las primeras etapas para alcanzar paulatinamente cotas de autonomía real.

Por el contrario, la hiperprotección se caracteriza por impedir el desarrollo progresivo de la autonomía natural que emerge paulatinamente durante la infancia. El respeto del proceso de dependencia natural se confunde muchas veces con la hiperprotección. Pero son actitudes diametralmente opuestas. La hiperprotección limita el desarrollo natural, y es fruto de las dificultades adultas para acompañar y respetar los signos de autonomía que se van produciendo durante el proceso natural del desarrollo emocional. Por el contrario, la dependencia, si se satisface, permite el acceso progresivo a una real autonomía.

Carece de sentido pretender forzar actitudes de independencia en esta etapa de gran inmadurez psíquica y física.

A un árbol, nadie con sentido común lo estira para que crezca. Y si nuestra ignorancia nos llevara finalmente a intentarlo, el resultado sería el daño inevitable e irreversible, consecuencia de una percepción errónea de la realidad.

De la misma manera se daña emocionalmente al bebé (aunque no se observen aparentemente secuelas físicas) si forzamos su independencia, negando los signos de dependencia natural. Se producen fisuras, daños imperceptibles, rupturas del continuum, cuando desde una falta de empatía se le fuerza a renunciar a su dependencia saludable. Son los casos en los que el bebé recibe la dolorosa e incomprensible ausencia de «respuesta sensible» por parte del cuidador principal ante sus demandas imperiosas de atención a través del llanto.

Recapitulando los aspectos esenciales descritos en mi citado libro, podemos partir de la base de los siguientes puntos de partida:

 El nacimiento de un bebé representa el inicio de una serie de fases de maduración, desarrolladas durante todo el primer año de vida que dará lugar a otros procesos de crecimiento progresivo en etapas posteriores. Todas las fases del desarrollo infantil están impregnadas por la indiscutible realidad de dependencia natural. A través de los procesos de formación psicoafectiva comienza un lento desenvolvimiento de la autonomía yoica.Diversos autores e investigaciones confluyen en afirmar que el nacimiento real se produce al cumplir el primer año de vida, coincidiendo con la bipedestación. Por tanto, los bebés necesitan frecuentemente ser transportados en brazos hasta el inicio de la locomoción.

 El parto y el nacimiento, en función del contexto y las características maternas, pueden ser experimentados como un pasaje no traumático intra-extraútero y por tanto vivenciado de forma amorosa y no violenta. También puede constituirse en una experiencia dolorosa y traumática en partos convencionales (instrumentales y fríos, máxime si se añade la rutinaria separación madre-bebé, totalmente innecesaria y contraproducente en los casos con mínimas condiciones de salud maternoinfantil).

 En los primeros meses, los bebés están en una fase de simbiosis, fusión o indiferenciación, según los diferentes autores. Mahler señala todo un proceso progresivo de separación-individuación, que se inicia en el nacimiento y finaliza a los seis años. Otros clínicos, como Winnicott y Fairbain, resaltan el proceso de cohesión del sí-mismo y la progresiva diferenciación entre el sí-mismo y el otro durante las etapas primeras del desarrollo.Es decir, hasta los seis meses, los bebés realizan un enorme trabajo de maduración de diferentes funciones visuales, auditivas, táctiles, motrices y de rudimentario reconocimiento del entorno inmediato: su madre o cuidador principal. Durante esta etapa primitiva del desarrollo, el pecho o el biberón (dado con contacto, presencia emocional y mirada intencional de acompañar) es vivido por parte del bebé como una prolongación de sí mismo. Todavía desconoce que detrás de «su teta» está la mamá como «objeto total». Por ello, en esta fase de fusión-simbiosis inicial, se siente completo cuando está en contacto con el cuerpo materno y disfruta de la lactancia materna a demanda, y siente inseguridad y temor si su demanda de atención no se satisface.

Educar sin miedo a escuchar

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