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El drama de la Guerra Civil y sus consecuencias

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El levantamiento militar de julio de 1936 contra la República supuso un cambio radical en Requena. Como en otros lugares, el desplome del estado republicano y el sentido revolucionario que adquirió la resistencia contra la sublevación llevaron a la creación de un Comité Ejecutivo Popular a finales de julio o principios de agosto. Se trataba de un organismo político-administrativo de carácter municipal que, integrado por delegados de los partidos y sindicatos del Frente Popular, intentaba llenar el vacío de poder provocado por la crisis gubernamental ocasionada por la rebelión. Los miembros de la CNT se hacen cargo de algunas delegaciones, y José Martínez García asume, desde los primeros momentos, la de Fincas Rústicas e Incautadas y en septiembre se encarga de organizar su Consejo de Administración, del que será secretario.36 En sus memorias especifica con puntualidad, además, otras responsabilidades aceptadas a su pesar:

Durante el curso de la guerra no reparé en sacrificios, y con afán de empujar todo lo que pudiera, cargué sobre mis hombros tantos quehaceres que me obligaba a tener descuidada a mi familia. A un mismo tiempo desempeñaba el cargo de consejero del Consejo Municipal, Secretario del Consejo Administrativo de Fincas Incautadas, Director y Administrador del Hospital y Residencia de Ancianos, Secretario del Frente Popular, Presidente del Consejo de primera y segunda enseñanza y miembro del Comité de enlace UGT y CNT. Posteriormente, al formarse la Colectividad [Agrícola], pasé a hacerme cargo de dicha secretaría quedándome solamente con esta obligación y la del Consejo Municipal. Anteriormente me hice cargo del Comité de Abastos fundando una Cooperativa de consumo de UGT y CNT que aglutinó a todos sus socios, con gran envidia de los que no lo eran. Fui propuesto por la organización para que desempeñara la Alcaldía, cosa a la que me negué rotundamente por la razón de que no era nacido en Requena.37

Añade que todas las semanas enviaba un artículo al semanario de Izquierda Republicana Requena, hasta que rompió con sus dirigentes, y que escribió esporádicamente para Fragua Social, siempre obligado por las circunstancias. Todos aquellos hechos serían, como era de esperar, letales para su futuro después del conflicto, cuando José Martínez García quedaría a merced de la indiscriminada represión del llamado bando nacional. Como quedó evidenciado por su actitud tras los sucesos de Fuenterrobles en 1933, su radicalismo ideológico nada tuvo que ver con la violencia y siempre se distinguió, incluso durante la guerra, por mediar con sus correligionarios anarcosindicalistas proclives a medidas brutalmente expeditivas. A principios de agosto de 1936, intercedió para salvar la vida de los sacerdotes Vicente García Parra (con quien la familia mantendría después una larga amistad) y Julián Guijarro León (hermano del médico y profesor de Educación Física del Instituto, Felipe Guijarro León), suministrándoles un salvoconducto para huir a Valencia. También protegió al director del Instituto de Enseñanza Media, Luis María Rubio Esteban, sacándolo de la Cárcel Modelo. A este, como a algunos profesores y a Luis Ruiz (entonces director del Banco Español de Crédito) les consiguió un carné de afiliación a la CNT para poder darles trabajo en el Consejo de Administración de Fincas Rústicas Incautadas. Dio refugio en su misma casa, entre otros, al administrador de Correos Alfonso Calvo Peñarrocha. Se arriesgó hasta el punto de ser acusado públicamente en 1937 de encubrir a elementos fascistas.38 Pero ni esto ni la intercesión a su favor de quienes habían salvado la vida gracias a sus buenos oficios sirvieron de algo. Su «significación» –una palabra sistemáticamente empleada por los vencedores– y, también, las envidias y delaciones interesadas dejaron a José Martínez García a merced de la indiscriminada represión del llamado bando nacional. 39

Jesús Martínez Guerricabeitia –con poco menos de 14 años–, y aunque simpatizaría en un principio con la Federación Universitaria Escolar (FUE), formaliza su afiliación a las Juventudes Libertarias de Requena en noviembre de 1936 (al mismo tiempo, o poco después, que su hermano José).40 Ambos, especialmente José, que prácticamente las dirigía, se dedicaron a dinamizar la actividad ácrata local colaborando en el Periódico Mural de las Juventudes Libertarias del Instituto, que confeccionaban con escritos –pasados a máquina por Jesús–, dibujos de la mano de José y collages extraídos de Fragua Social o Solidaridad Obrera. El primero era un «diario de información y combate» de amplia difusión, órgano de la Confederación Regional del Trabajo de Levante, que apareció en agosto de 1936 y dejó de publicarse el 29 de marzo de 1939. Fue el periódico al que su padre envió algunos artículos durante la contienda. El segundo, portavoz oficial de la portavoz oficial de la CNT y que llegó a contar con la mayor tirada de los periódicos españoles en su momento (unos 200.000 ejemplares), había aparecido en 1907 (aunque durante la dictadura de Primo de Rivera dejó de publicarse). Jesús se sentiría siempre muy satisfecho de aquel activismo. Recuerda con orgullo que su periódico mural era «más bonito» que el elaborado por la FUE y que participó tanto en la preparación de algunos mítines –en uno de ellos con la asistencia de Federica Montseny– como en pintadas o pegando carteles. Todos estos hechos fueron reconocidos por él mismo cuando fue detenido el 11 de noviembre de 1939 y puesto a disposición del juez militar de guardia en Valencia.41

Su hermano José sí había podido concluir el bachillerato (sabemos que el Instituto de Requena no cerró sus puertas hasta finales de marzo de 1939). Además de su actividad en las Juventudes Libertarias, en 1937 comienza a trabajar en la sede local de la Federación Regional de Campesinos de Valencia. Ese quehacer administrativo (la organización se ocupó fundamentalmente de las colectivizaciones agrarias) le cansa pronto, y con sus 16 años recién cumplidos se enrola como voluntario en una columna confederal integrada en la 25 División, que al mando del cenetista Miguel García Vivancos luchaba en el frente de Aragón.42 Se conservan dos tarjetas postales con vistas de Requena que Jesús Martínez le envía allí, en las que con sus quince años le remite un rotundo «Souvenir d’un camarade antifascista à un soldat de l’armée rouge».43 Debió de escribirlas durante el verano o el otoño de 1937, porque sabemos que en febrero de 1938, tras la toma de Teruel, José, en lugar de volver a Requena, se queda en Valencia (viviendo con su tía Julia Guerricabeitia Otero en el poblado de Benicalap) e ingresa en las Milicias contra el Analfabetismo, la versión anarcosindicalista de las gubernamentales y procomunistas Milicias de la Cultura en las que acabarían integrándose. Y allí permanece hasta el final de la guerra.

En los últimos meses de 1938, las sucesivas derrotas del ejército de la República obligan a la movilización de los hombres disponibles en la retaguardia. José Martínez García es entonces obligado a dejar sus responsabilidades en Requena y marchar al frente, incorporándose a la 117 Brigada mixta del frente de Levante, donde le sorprendería la derrota de su ejército. Y así fue como Amor Martínez se queda solo con su madre. De golpe, con 16 años recién cumplidos, se convierte en el hombre de la casa. De aquella perentoria y súbita conciencia daría cuenta a su hermano mucho tiempo después:

Soy resultado de una serie de cosas que yo no dudo hubiera podido vencer y estar tal vez más satisfecho; esto en lo que se refiere a la proyección de la guerra y de nuestras circunstancias familiares sobre mí mismo. Pues veo claro de qué manera más anormal me he ido formando solo. Desde los 16 años he ido bandeando en casa solo, sin ti y sin el padre, y aunque con espíritu de sacrificio me hubiera sido llegar más lejos de lo que pude llegar, dentro del decoro medio que más o menos logramos mantener.44

En marzo de 1939, ante una derrota inminente, las tropas republicanas se rinden o simplemente abandonan las líneas. A finales de mes, tanto el padre como el hermano regresan a su casa de Requena, poco antes de la entrada en la ciudad de las unidades del Cuerpo del Ejército de Castilla, al mando del general José Enrique Varela, el día 30 de marzo. Comenzaba para la familia una larga y dura posguerra. El 19 de mayo, tras un consejo de guerra sumarísimo, eran fusilados en la ciudad catorce ciudadanos, algunos de ellos compañeros del propio José Martínez García. La represión, al mando del alcalde y jefe de Falange, fue durísima. Padre e hijo –angustiados y bajo la presión de la derrota– se habían escondido entre las cuatro paredes de su casa en la calle Mariano Cuber (dedicada ahora a Calvo Sotelo). Pero convencidos por la familia y los amigos, que los instan a que huyan, conscientes del peligro que corren, una noche de principios de abril emprenden la marcha hacia Valencia, siguiendo los 72 kilómetros de la vía férrea. El padre se refugia en el domicilio de un sobrino, situado en la calle Salvador Pau, del actual barrio de Albors. El hijo, que llega con los pies destrozados, se queda a vivir de nuevo con la tía Julia, en Benicalap. Hasta que en mayo, confiado en no haber cometido ningún acto delictivo, vuelve a casa.45

Estaba completamente equivocado. Al poco de llegar, José Martínez Guerricabeitia es detenido por un teniente y varios soldados, y conducido a una cárcel habilitada en el Molino de Alagüey, donde permanecerá cinco meses. Al mes escaso de haber sido puesto en libertad, es citado por el Tribunal Tutelar de Menores (a la sazón contaba con 17 años) e internado en la Colonia de San Vicente Ferrer, de Godella, en diciembre de 1939 o quizá en enero de 1940. En esta Colonia –una suerte de escuela-reformatorio donde se ganó las simpatías de su director, el abogado liberal Juan Bautista Monfort Berenguer– permanecería dos años y medio, y saldría para cumplir un largo servicio militar (desde mayo de 1942 a octubre de 1945).46 Por su parte, José Martínez García, durante su estancia en Valencia, mantiene contactos con compañeros cenetistas, como el exalcalde de Requena Jesús Armero Rodríguez, una imprudencia que –con el aparato represivo del régimen ya perfectamente engrasado– pagaría cara. Tras la captura de Jesús Armero y su hermano Julián, y la delación obtenida con su más que probable tortura, el padre de Jesús es detenido el 10 de noviembre de 1939. Durante el mes de junio de 1940 sale momentáneamente de prisión. Es posible que esta provisional libertad se debiera a la enfermedad de la que convalece en ese momento su hijo Amor, afectado por una osteomielitis del fémur derecho de la que fue operado en la Clínica Quirúrgica de la Facultad de Medicina de Valencia. Pero el mismo 14 de junio, y con seguridad el 18 de septiembre de 1940, como notifica el sumario de su causa,47 el juez la revoca, ingresando de nuevo en la cárcel, tras ser detenido en Manises, probablemente trabajando para su patrón García Carpintero. Por sentencia del 8 de abril de 1943, José Martínez García será condenado a 30 años de reclusión mayor, posteriormente conmutada a 20 años y un día, que cumplirá en la cárcel de Sevilla. Como consecuencia del decreto de indulto otorgado por el Caudillo en octubre de 1945, sale finalmente en libertad el 10 de enero de 1946. Había pasado seis años y dos meses en la cárcel.

Para entonces, Jesús ya ha conocido también la experiencia represiva que su padre y su hermano mayor habían sufrido. Cuando en noviembre de 1939 caen los hermanos Armero –provocando la detención de su padre– la policía requisa una carta enviada por Amor desde Requena a Jesús Armero en mayo o junio de 1939 en la que, tras alertarles sobre el riesgo de dejarse ver, se explaya con vehemente ingenuidad y a la par lucidez –habida cuenta de que solo tiene 16 años– sobre la situación política del momento y, a pesar de todo, la necesidad de organizar la resistencia:

En primer lugar, y antes de que se me olvide, aunque no es asunto para olvidar, tengo que manifestaros, así como mandato, que la misión que tenéis que realizar ahí es aguantar, pero sin salir lo más mínimo. [...] Que no se dé el caso bochornoso de que una persona asustada nos diga: ¿Sabes que los hemos visto por allí?... ¡Qué poco conocimiento!... Y esto ha pasado ya varias veces. Ya que nos ha proporcionado tantos sinsabores el tener aquí a José, que se procure evitar los mayores que nos causaría si un día tropieza con un desaprensivo. ¡Y el desenlace ya se sabe!... Atended nuestros consejos. Por aquí la situación está muy tranquila ya bastantes días. Ayer fue el último Consejo, digo Juicio, y solo hubo un condenado a muerte. A la Tía «Bola», le pusieron treinta años. Del Movimiento Nacionalsindicalista, tanto puedes saber tú como yo. En mis ratos de ocio elaboro teorías de refutación, que tengo ganas de exponerlas libremente. ¡Tienen tantas series de contradicciones y causan tanto infundio sus doctrinas!... La próxima habremos de ser más listos y todo lo que nos pase son poderosas enseñanzas para el futuro más o menos cercano. (Esto es la mejor propaganda «Roja» que podía hacerse), dicen la mayoría de los Ciudadanos, y es verdad. Además el Movimiento antifascista lo desconocen por completo, o cuando menos fingen desconocerlo, que es lo mismo, hasta en grado de ignorancia supina. Por aquí ánimos hay más que nunca. La verdad es que a pesar de todo no lo tomamos en serio y nos burlamos alegremente, y algunos hasta descaradamente. Perdona la letra, es que estoy tumbado en la galería y en posición incómoda para escribir, que no puedo hacerlo bien. Mis actividades son pocas. Terminados mis documentos, que solo otro y yo podemos hacerlo (y de los que justamente se enorgullecerá ¡modestia aparte! quien deba) continúo estudiando, dibujando, sirviéndole la comida a mi hermano y sobre todo confeccionando un archivo fotográfico, y de política española, que te gustará cuando lo veas.

La carta, rubricada como «A. Martínez», apostillaba: «Por lo que más queráis en el mundo, no salir de casa, te lo ruego encarecidamente».48 Como relató a Albert Forment, el 11 de noviembre de 1939 (justo al día siguiente de la detención del padre), agentes de la Brigada de Investigación Criminal rompen la puerta de su casa en Requena mientras dormía y lo conducen, bajo insultos y amenazas, a la sede de Falange. Le muestran la carta incriminatoria y lo trasladan a la comisaría de policía de la plaza de Tetuán de Valencia, donde lo encierran en la celda que ocupaba un Jesús Armero destrozado por las torturas. Al salir a declarar se topa, horrorizado, con su propio padre: «Se ve que le habían golpeado y estaban dándole con un ventilador en la cara. Estaba desmayado, sobre un montón de cascotes de unas obras».49 En la ficha policial que se le abre, leemos:

Simpatizante de la F.U.E. antes del Glorioso Movimiento Nacional, como estudiante de Bachiller, habiendo tomado parte durante el periodo rojo en diferentes actos públicos en favor de la idea anarquista y en uno de ellos con la FEDERICA MONTSENI [sic], pintar letreros por las paredes y propagar las doctrinas de la F.A.I., habiéndosele ocupado una carpetafichero con infinidad de recortes de fotografías publicadas en la Prensa de personas y Jerarquías del Estado Nacional Sindicalista.- Complicado en las diligencias contra JESÚS ARMERO RODRÍGUEZ.- Puesto a disposición del Iltmo. Sr. Juez Militar de Guardia.50

El 16 de noviembre, padre e hijo ingresan en la masificada Cárcel Modelo de Valencia en espera del proceso militar. La madre de Jesús intentó que su hijo pasase a la jurisdicción del Tribunal Tutelar de Menores (tal como había ocurrido con el hijo mayor). De hecho, el juez del Tribunal así lo solicita a finales de diciembre de 1939. Pero las gestiones fracasan. El joven iba a ser tratado y juzgado como un adulto. No en vano, el informe que la Guardia Civil de Requena emitiría el 15 de febrero de 1940 subrayaba que «a pesar de su corta edad está al corriente de las doctrinas sociales y políticas de su padre y que en toda su actuación se manifiesta con una cultura e inteligencia correspondiente a edad más avanzada» y que –esto con interesada exageración– «creído de su capacidad y cultura, habiendo leído mucha literatura marxista, intervino en algunos actos públicos como orador celebrados en el Instituto, Centro de Enseñanza en que cursaba sus estudios. Se le cree autor de hojas subversivas, pasquines y amenazas a personas afectas a Nuestra Causa, actos que se efectuaron después de la liberación de esta localidad».51 El 2 de diciembre de 1939 escribe desde la cárcel una breve tarjeta (que lo sitúa en la 1.ª galería, celda 99) firmada como «A. Jesús Pérez» y dirigida a su amigo Andrés Pérez Masiá, al que llama «querido hermano». En ella plasma su intensa preocupación por lo suyos y su pesar por haber sido arrestado, dejando patentes su fortaleza, la fidelidad a los antiguos compañeros y el único hastío que le perturba en la prisión: la falta de lectura.

Después de varios días de estancia en ésta me decido a escribirte para patentizar que tanto tú como Laguna estáis bien grabados en mis recuerdos. Vosotros dos seréis los más indicados para comprender lo que pasó en casa aquellos días que la tragedia extendió sobre nosotros sus alas. Sólo os digo, por ahora, que conservéis la fe en mí y que en todo ello intervino la fatalidad. A madre sobre todo darás un apretado abrazo; demostróme aquella mañana un gran corazón. Si antes la respetaba y estimaba, desde entonces la quise y la admiré. Es una gran mujer. Supongo continuarás en cooperación con el amigo Laguna, lo que antes hacíamos. Podéis y debéis. ¿Cómo se desarrolla la vida por ahí? Por ésta muy aburrida sobre todo por la falta de lectura. Y a pesar de todo pasan volando los días. Darás expresivos recuerdos a los amigos estudiantes y no estudiantes; besos a Alfonso y María Luz; apretones de manos a Paco y los tíos; un abrazo a madre y otro a ti bien apretado de tu hermano.52

En algún momento, desde que escribe esta carta a finales de junio de 1940, Jesús debió ser puesto en libertad en tanto se procedía judicialmente contra él. En el sumario al que he remitido en repetidas ocasiones, consta su ratificación de prisión el 10 de junio, y la orden de reingreso el 25 de junio. La justicia militar manda detenerlo a la Guardia Civil de Requena el día 29. Pero ya no se encuentra allí. La razón más plausible es que, en el ínterin, se hubiera trasladado a Valencia, donde su madre se había marchado a la casa de sus parientes de Benicalap (Alquería de Bellver, número 94), bien por haberse quedado sola cuando su hermano José ingresa en la Colonia San Vicente de Godella o bien –como ratifica la salida de prisión y segunda detención de su padre– para cuidar a Jesús, que ese mismo mes de junio había sido intervenido quirúrgicamente en el Hospital Clínico. En efecto, en el sumario leemos también que la Guardia Civil de Villar del Arzobispo responde a la orden de detención fechada el 12 de agosto de 1940 que «ha averiguado que se encuentra restableciéndose de una enfermedad» en el mencionado domicilio de Benicalap. El comandante de la Guardia Civil de Benimámet (distrito al que pertenecía el lugar) informa el 24 de agosto de que, en efecto, lo han localizado, pero que se encuentra inmovilizado en cama con una pierna enyesada. Se diligencia la pertinente consulta a un facultativo, el doctor José Gascó Pascual, quien afirma, el 29 de agosto, que «actualmente está en condiciones de ser trasladado a donde convenga». Médico y juez debieron de sentirse en la obligación, al parecer, de procurar al chico la mejor rehabilitación posible, de modo que el 31 de agosto se ordena a la Guardia Civil que sea conducido a la cárcel. Allí es entregado, en brazos de un número del cuerpo, el 2 de septiembre de 1940, y allí permanecerá casi dos años. Jesús vuelve a escribir desde la Cárcel Modelo el 2 de octubre otra tarjeta dirigida al compañero de estudios y militancia Andrés Pérez Masiá. Jesús, ya sin escayola pero aún convaleciente, expresa la conmoción por su vuelta al encierro y su único modo de pasar el mal trago (la entrega a su pasión por la lectura):

Querido hermano: Me alegraré que al recibo de estas líneas disfrutes de buen estado de salud. Yo sigo bien a D.g. Y te digo bien aún hallándome enfermo, porque en mi pierna (hace un mes que me quitaron la escayola) se observa una franca mejoría. Casi todas las heridas, entre ellas la de la operación, han cicatrizado. Disculpa mi tardanza en escribirte desde aquí. Después de estas conmociones tarda uno en reaccionar y el golpe de volver aquí en mi estado fue bastante fuerte. Mi vida por aquí, al no poder caminar, es bastante aburrida: baños de sol y lectura, eso es todo. Esta cifra es expresiva: En 30 días que estoy aquí he leído 27 novelas, aunque por desgracia ninguna de ellas muy buena. Espero que tú y Pepe escribáis como ya os dije en mi viaje a esa. Ya me dirás si ha comenzado el curso y qué tal van tus estudios de 5.º curso. Da muchos recuerdos a los amigos, a la familia de Laguna y a la de Paco (Francisco Javier). Tú recibes un fuerte abrazo de tu hermano.53

Jesús Martínez Guerricabeitia intenta por todos los medios mantener la moral en la hacinada Prisión Celular o Cárcel Modelo de Valencia (por ella pasaron más de 35.000 personas entre 1939 y 1942 y por aquellas fechas concentraba a unos 15.000 presos teniendo capacidad para poco más de 500). Hubo de padecer las condiciones de habitabilidad de unas celdas individuales en las que se amontonaban hasta una docena de personas, la mala alimentación y las pésimas condiciones sanitarias. Pero, sobre todo, las puntuales «sacas» de condenados para ser ejecutados en el cementerio de Paterna. Por no hablar de la falta de intimidad en las «comunicaciones» con la familia, reducidas reglamentariamente a diez minutos cada quince días, en un locutorio con doble reja y una tupida tela metálica que los separaba casi dos metros.

El joven Jesús Martínez carecía de casi todo en aquel aciago «Hotel Mislata» –como llamaban con sorna a la Cárcel Modelo, por su proximidad a esta localidad–. Le faltaba de todo, sí, pero le sobraba algo: tiempo. Horas y horas que, en el ambiente de confraternidad de los presos políticos (separados de los comunes por mor de evitar su «adoctrinamiento»), propiciaron que, bajo la aquiescente permisividad del director del centro, Ramón de Toledo, los reclusos republicanos más preparados dieran clases de lectura o escritura, idiomas o contabilidad. Y así fue como el bachiller frustrado, el Xiquet –como le llamaban–, encontró en la 3.ª galería de aquella cárcel la continuidad del instituto que tuvo que abandonar a la fuerza o de la universidad a la que nunca podría acceder. Supo convertir su traumática experiencia en la oportunidad de ampliar su formación, junto a intelectuales que compartían con él cautiverio. Hasta el punto de recordar años después:

Yo en la cárcel me sentí muy, muy libre, y en un ambiente muy culto. Había empezado a estudiar inglés en el bachiller de Requena, y allí continué estudiando inglés. El ambiente era muy culto, y había gente muy buena. Esteba Vicente Valls, que era secretario de la Unión Naval de Levante. Y Balsera era una maravilla. Estaban Peset Aleixandre, el exrector de la Universidad de Valencia (al que fusilaron en 1941), estaba Lara, estaba Carceller, el director de La Traca. Hicimos campeonatos de ajedrez, y a mí me dieron un diploma.54

Cierto que el paso del tiempo puede hacer ver las cosas de modo distinto a como las vivió en realidad un joven de 17 años, privado de libertad al mismo tiempo que su padre y hermano, mal alimentado y bajo la perspectiva de un oscuro porvenir. ¿Tiene lógica rememorar de ese modo un tiempo que sin duda debió de dejar amargas huellas a edad tan temprana? Sin embargo, estas palabras revelan de forma meridiana un aspecto determinante de la personalidad de Jesús Martínez Guerricabeitia: su positivo sentido pragmático para sobreponerse a la adversidad. Y, más en concreto, la determinación por fijar en aquella desgracia una especie de punto y aparte en su vida, para centrarse desde entonces en labrar un futuro para él y su familia. Con ese arrojo juvenil afrontará la vida el 29 de septiembre de 1941, cuando sea puesto en libertad tras conseguir la prisión atenuada y vuelva a la casa de Benicalap de la que había salido más de dos años antes en brazos de un guardia civil.

Allí se reencuentra con su madre, que después del fusilamiento del tío Felipe Guerricabeitia Orero el 25 de noviembre de 1939 en Villar del Arzobispo (era maestro de primera enseñanza y tenía 28 años)55 y las sucesivas tragedias familiares, había abandonado definitivamente Requena para estar cerca de los suyos. Falta de recursos, se entregó a los menesteres más humildes para mantenerse y ayudar a los suyos. Atrás quedará para siempre aquella casa de la antigua calle del Carmen (ahora Calvo Sotelo) donde la familia creyó haber asentado un prometedor futuro. Los falangistas de Requena, al amparo de las nuevas leyes de los vencedores, se ocuparon de saquearla impunemente, confiscando y repartiéndose sus pertenencias, entre las que se encontraba aquella preciada biblioteca reunida por José Martínez García para sí y la educación de sus hijos. No obstante, el consejo de guerra por «rebelión militar» en el que se hallaba implicado Jesús continuó su curso. El 24 de noviembre de 1941 se le leen los cargos y queda enterado de la solicitud de condena por parte del fiscal: 12 años de prisión mayor. Su abogado militar le persuade de que la acepte para evitar que se agrave aún más la condena de su padre. La sentencia se ratificó en abril de 1943, pero Jesús, en situación de prisión atenuada, ya no debe volver a la cárcel. Aunque no será hasta octubre de 1945 cuando la Junta de Disciplina de la prisión emita el certificado de libertad condicional. Este capítulo desdichado de su vida quedará definitivamente clausurado el 8 de noviembre de 1948, cuando se le conceda el indulto que había solicitado un mes antes.56

Jesús Martínez Guerricabeitia: coleccionista y mecenas

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