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Reacciones de la población civil y formas de desplazamiento: huida, reubicación y limpieza
Оглавление¿Qué deben hacer los civiles cuando quedan expuestos a la violencia? ¿Cómo pueden reducir el riesgo de morir que corren junto con sus seres queridos? Para la población civil, la mejor manera de proceder depende del tipo de mira que desde el cual son observados.18 La manera en la que reaccionan, a su vez, crea diferentes tipos de desplazamiento: la huida individual, la deserción masiva y la limpieza política. La Tabla 1.1 sintetiza los tipos de desplazamiento de acuerdo con el punto de mira empleado por los grupos armados y con las reacciones de los civiles.
Tabla 1.1. Objetivos usados por grupos armados y formas de desplazamiento de civiles
Los civiles están expuestos a un riesgo mayor cuando se convierten en objetivos militares colectivos, lo cual implica que un grupo armado está persiguiéndolos específicamente. Aquellos que son observados desde un punto de mira selectivo poco se inclinan a permanecer en una comunidad señalada por otros tipos de objetivo militar, porque si se quedan corren un alto riesgo de padecer las consecuencias de la violencia directa y letal. Como resultado, la identificación de objetivos militares selectivos tiende a acarrear una huida individual, si es que la persona que ha sido puesta en el punto de mira descubre el riesgo a tiempo. Dentro de las guerras civiles, los ejemplos abundan: las personas que son denunciadas de actuar como cómplices pueden ser alertadas y escapar, en el límite, de sus posibles asesinos. Un profesor de escuela en la región de Casamance, en Senegal, fue alertado por un inspector escolar de que tenía que escapar, debido a las amenazas de los rebeldes (Evans 2007, 69). En Colombia, una mujer a la que entrevisté describió cómo doce combatientes de las FARC rodearon su casa. Su esposo los vio desde lejos y se escondió en las montañas cercanas, hasta que pudo asegurarse de que podía salir de la región. Ella y sus hijos lo siguieron, transitaron con cuidado cientos de kilómetros a través de ríos hasta ponerse a salvo en la Costa Caribe.19 En otros casos, la militancia en una organización puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte, o la huida. Kaplan (2013) ha documentado la forma en que miembros de una comunidad de paz bien organizada se enteraron de las amenazas que se cernían en su contra y escaparon antes de ser víctimas de la violencia, cuando la organización no pudo intervenir de manera exitosa en su defensa. Por esta razón, puede resultar más seguro estar relacionado con grupos armados, pues estos tienden a conocer información privilegiada y pueden estar en capacidad de facilitar el escape (Kalyvas y Kocher 2007).20
En casos en que los objetivos militares son indiscriminados, evitar la violencia depende de su intensidad y frecuencia. Si es poco frecuente, los civiles pueden decidir que el riesgo de padecer sufrimientos en el futuro es relativamente bajo si se compara con los costos de reasentarse. Si la confrontación o la violencia es constante e intensa, reasentarse se convierte en una alternativa más favorable, hasta que el peligro disminuya. Debido a que la violencia está relacionada con su ubicación, no por ser quienes son, los civiles pueden hacerse a un lado, lo cual puede llegar a ser imposible para quienes están siendo observados desde puntos de mira colectivos y selectivos. En la Guerra Civil española, algunos habitantes de las ciudades atacadas por bombardeos aéreos buscaron resguardarse en el campo. El Consejo Noruego para Refugiados/Centro de Monitoreo del Desplazamiento Interno (Norwegian Refugee Council/Internal Displacement Monitoring Centre –NRC/IDMC–) indicó en su Informe Global (Global Overview) de 2012 (IDMC 2013) que cientos de israelíes fueron desplazados de modo temporal con el fin de evitar los ataques de carácter indiscriminado con cohetes lanzados por grupos armados palestinos hacia Israel. Al inicio de la guerra civil siria, el Consejo Noruego para Refugiados/Centro de Monitoreo del Desplazamiento Interno reportó que los DI y los refugiados estaban “regresando a sus hogares después de que las fuerzas de seguridad leales al gobierno se habían ido” (IDMC 2011), como si se hubieran marchado de forma temporal para evitar la violencia generalizada. Algunas comunidades indígenas en Colombia instituyen “zonas humanitarias”, en donde sus miembros se reubican cuando la violencia de los grupos armados acecha. Melander y Oberg (2007) han podido establecer que la intensidad de la contienda, medida con base en la cantidad de muertos en combate, no es un buen indicador de desplazamiento. El hallazgo tiene sentido dentro de este marco: cuando los grupos armados se enfrentan, la población civil no es un objetivo militar en sí mismo. Si el riesgo de experimentar violencia es elevado, no obstante, las familias pueden irse a un pueblo cercano, quizás de modo temporal. Otros mecanismos de defensa incluyen dormir en los pueblos por la noche y regresar al campo durante el día.
Los civiles que son convertidos en objetivo militar colectivo tienen posibilidades y limitaciones distintas de las de aquellos que son observados desde otro tipo de mira. Una diferencia crucial es que el riesgo que corren los miembros de un grupo que ha sido señalado como objetivo militar colectivo es interdependiente. Si una persona es presa de un objetivo militar selectivo o padece violencia indiscriminada, la decisión de permanecer en una comunidad o abandonarla no depende de otros individuos que son observados desde puntos de mira selectivos o indiscriminados. Es decir, la probabilidad de que una persona sea víctima de violencia directa no cambiará si otros se van o se queden. En contraste, cuando los grupos armados convierten a una comunidad en objetivo militar colectivo, la decisión sobre quedarse o irse tomada por una persona, que comparte con otras los atributos que han sido puestos en el punto de mira, depende de la respuesta de los demás individuos que también han sido convertidos en objetivo militar. En ese sentido, la situación que enfrentan las personas reúne las condiciones del modelo, planteado por Granovetter (1978), que mide un umbral de comportamiento colectivo.21 Cuantas más personas puestas en un punto de mira colectivo decidan marcharse, otras optarán por hacer lo mismo, debido a que se sentirán menos seguras sin la “protección” de sus semejantes y, como consecuencia, más vulnerables frente a la violencia.22
Debido a la violencia constante y de carácter colectivo dirigida hacia su grupo, las familias cuentan con motivos suficientes para marcharse, que se multiplican si otros comienzan a hacer lo mismo.23 Darby ofrece un ejemplo sobre Irlanda del Norte: “varias familias dejaron sus hogares, no porque hubieran experimentado violencia, sino porque previeron problemas futuros. Es decir, no porque las personas hubieran sido atacadas o amenazadas, sino porque la comunidad a la que pertenecían en sí misma se había vuelto aislada y vulnerable” (Darby 1990, 98). Sobre Misuri, durante la Guerra Civil estadounidense, Fellman señala que “la rutina de la guerra de guerrillas, combinada con la huida de vecinos que estaban alineados en términos políticos, intimidó y desanimó a aquellos que decidían quedarse” (Fellman 1989, 74). Varias décadas después, los linchamientos de habitantes negros en el sur estadounidense estuvieron asociados con la emigración de estos pobladores, pero los linchamientos contra habitantes blancos no tuvieron relación con ese mismo movimiento (Tolnay y Beck 1992), lo cual refleja el hecho de que la violencia dirigida contra los negros se fundamentó tanto en su identidad como en cualquier “delito” que supuestamente hubieran cometido. En contraste, los linchamientos de personas blancas fueron selectivos y se reservaron para quienes trasgredían una norma o contravenían la ley. Como resultado, otros pobladores blancos decidieron permanecer en la región.
La identificación de objetivos militares colectivos implica estrategias variadas. Una de ellas es el uso de la violencia letal contra miembros de la comunidad que ha sido puesta en el punto de mira, incluso si el propósito principal del grupo armado es expulsar a miembros específicos de esa comunidad en lugar de asesinarlos a todos. Las personas son en extremo renuentes a dejar sus hogares, sus tierras y sus comunidades, pero se marchan cuando vislumbran la posibilidad de morir. En una entrevista con Human Rights Watch (Observatorio de Derechos Humanos), María Girlesa Villegas, Defensora del Pueblo del Departamento de Antioquia, declaró que “el movimiento masivo de personas es solamente el último paso de un proceso largo. Comienza con una o dos familias, después es un grupo de personas. Una y otra vez, esas comunidades ven atrocidades. Y cuando no pueden soportar más, es cuando deciden marcharse” (Human Rights Watch 1998). Stepputat (1999b, 52) señaló que en Guatemala “las masacres parecen ser el incidente aislado que con mayor frecuencia conduce al desplazamiento masivo de la población rural”. En Colombia, un antiguo Ministro de Agricultura, Alejandro Reyes, coincide con que las masacres producen la mayor parte de los desplazamientos en el país.24 Además, este tipo de violencia no puede ser percibida como un fenómeno indiscriminado, debido a que provoca desplazamiento de manera efectiva. Al respecto, Weidmann y Salehyan (2013, 59) han caracterizado la violencia en Iraq y encuentran que la violencia aleatoria no explica la segregación que brotó en Bagdad. En ese caso, la violencia parece haberse ejercido en función de la condición étnica.
Las amenazas también son un componente importante del proceso de selección de objetivos militares colectivos, pues dan a entender que las matanzas no terminarán hasta que un grupo determinado abandone la comunidad. También, tienden a señalar que el propósito no es matar a todos los integrantes de un grupo, a menos que la violencia tenga carácter genocida. Un reporte sobre el desplazamiento en Colombia señala que “con frecuencia … los desplazamientos masivos son anunciados con anticipación, [y] quienes desatienden la orden de marcharse se ponen en riesgo de ser masacrados o a otras agresiones graves contra su integridad física” (UNHCR 2003). Sobre Myanmar, Cusano (2001, 148) reporta que “las tácticas contrainsurgentes del ejército birmano, por lo general, tienen el mismo patrón: después de poner en el punto de mira una zona con el propósito de despoblarla, el ejército ordena a los habitantes que deben irse, a través de un comunicado escrito, en el que se convoca a una reunión de los líderes locales o se programa una visita del ejército a la aldea”. En Colombia, los grupos paramilitares han preferido los grafitis para anunciar su llegada y para avisar a los habitantes que deben marcharse con la debida anticipación (Amnistía Internacional 1997).
Otra estrategia es quemar casas para desalojar a sus habitantes, como hicieron los paramilitares en el municipio de Ituango, en Colombia (por ejemplo, El Tiempo 2000). En Turquía, la fuerza pública quemó cientos de asentamientos “renuentes” (IDMC 2009):
Helicópteros, vehículos blindados, tropas y guardias locales rodearon una aldea tras otra. Quemaron productos almacenados, maquinaria agrícola, cosechas, huertas, bosques y ganado. Quemaron casas, a menudo sin dar a los habitantes la oportunidad de recoger sus posesiones … Para 1994, más de 3.000 aldeas habían sido prácticamente borradas del mapa y más de un cuarto de millón de campesinos había quedado sin techo.
Por último, las personas que hacen parte de grupos que se encuentran en el punto de mira pueden optar por abandonar la comunidad debido a que han recibido amenazas directas. O pueden irse porque tienen miedo o porque prefieren vivir en una comunidad más segura, en donde se reduce la probabilidad de sufrir el impacto de la violencia. El motivo específico puede variar, pero sostengo que los grupos armados crean situaciones que impulsan a los civiles a marcharse y que poner en el punto de mira a los integrantes de una comunidad de esta manera –lo cual denomino identificación de objetivos militares colectivos– aumentará la probabilidad de que los miembros de la comunidad señalada se vayan por cualquier razón.25
Cuando los civiles se marchan como respuesta a su condición de objetivo militar colectivo, el grupo armado ha conseguido, en la práctica, “limpiar” el territorio. El término resulta familiar, aún cuando se usa solamente para aludir a la violencia étnica. Las estrategias que los grupos armados emplean para expulsar grupos que no tienen un carácter étnico, sin embargo, se asemejan bastante a lo que ocurre con la limpieza étnica. En ese sentido, la “limpieza política” es la expulsión de un grupo particular al que se desaloja de su territorio.26 Se trata de un fenómeno generalizado que ocurre en diferentes niveles durante las guerras y que depende de los diferentes grupos señalados como objetivo militar en ese contexto. El concepto de limpieza política, en otras palabras, abarca la categoría de limpieza étnica. Si bien la situación puede varias de acuerdo con la disputa central que subyace a la guerra, considero que el indicador de lealtad puede ser la base de la identificación de objetivos militares colectivos y de la limpieza resultante. Cuando la condición étnica es politizada y convertida en la disputa básica de la guerra, es más probable que los grupos armados pongan a los integrantes de un grupo étnico en el punto de mira. Los seguidores de los partidos políticos pueden ser caracterizados de modo similar, como pone en evidencia este libro. Sin importar el motivo de la identificación de un objetivo militar colectivo, la limpieza política puede ocurrir.
Las formas de limpieza se diferencian, en especial, porque, en algunos casos, la limpieza es una opción política que se toma desde un centro y adquiere la forma de una campaña generalizada. Con bastante frecuencia, esas campañas están dirigidas contra grupos étnicos (Bulutgil 2016). El tipo de limpieza que conceptualizo y explico en este libro es una estrategia puesta en marcha durante la guerra, cuyo propósito es asegurar control territorial, y no se trata de una campaña masiva orquestada desde un centro.