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7 DEL PRECIO NATURAL Y DEL PRECIO DE MERCADO DE LAS MERCANCÍAS

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En toda sociedad o población existe una tasa corriente o media tanto de salarios como de beneficios en todos los diferentes empleos del trabajo y del capital. Esta tasa está anualmente determinada, como demostraré después, en parte por las condiciones generales de la sociedad, su riqueza o pobreza, su situación de progreso, entancamiento o decadencia; y en parte por la naturaleza particular de cada uno de esos empleos.

De la misma forma, hay en cada sociedad o población una tasa corriente o media de renta, que también es regulada, como demostraré posteriormente, en parte por las condiciones generales de la sociedad o población en donde está situada la tierra, y en parte por la fertilidad natural o artificial de la tierra.

Estas tasas corrientes o medias pueden ser denominadas tasas naturales de salario, beneficio y renta, en el momento y lugar en donde habitualmente prevalezcan.

Cuando el precio de una mercancía no es ni mayor ni menor de lo que es suficiente para pagar las tasas naturales de la renta de la tierra, el salario del trabajo y el beneficio del capital destinados a conseguirla, prepararla y traerla al mercado, entonces la mercancía se vende por lo que puede llamarse su precio natural.

La mercancía se vende entonces exactamente por lo que vale, o por lo que realmente le cuesta a la persona que la trae al mercado; porque aunque en el lenguaje cotidiano lo que se llama el coste primario de cualquier mercancía no comprende el beneficio de la persona que la revende, si la vende a un precio que no le reporta la tasa corriente de beneficios en su zona, esa persona está evidentemente perdiendo dinero, puesto que si emplease su capital en alguna otra forma habría podido obtener esos beneficios. Su beneficio, además, es su ingreso, el fondo adecuado para su subsistencia. Y así como cuando prepara y trae los bienes al mercado adelanta a sus trabajadores sus salarios, o su subsistencia, se avanza a sí mismo de la misma forma su propia subsistencia, que en general se ajusta al beneficio que pueda razonablemente esperar obtener de la venta de sus bienes. Si no le reportan este beneficio, entonces no le compensan por lo que con precisión podría decirse que realmente le han costado.

Aunque el precio que le proporciona este beneficio, por tanto, no siempre es el más bajo al que un comerciante puede vender sus mercancías, sí es el más bajo al que puede venderlas durante un tiempo considerable; al menos donde hay libertad plena o donde puede cambiar su actividad tan frecuentemente como desee.

El precio efectivo al que se vende habitualmente una mercancía se llama precio de mercado. Puede estar por encima o por debajo, o ser exactamente igual al precio natural.

El precio de mercado de cada mercancía concreta está determinado por la proporción entre la cantidad que de hecho se trae al mercado y la demanda de los que están dispuestos a pagar el precio natural de la mercancía, o el valor total de la renta, el trabajo y el beneficio que deben pagarse para llevarla al mercado. Estas personas pueden ser llamadas demandantes efectivos, y su demanda la demanda efectiva, porque basta para efectuar la puesta de la mercancía en el mercado. Es diferente de la demanda absoluta. Puede decirse en algún sentido que un hombre muy pobre tiene una demanda de un carruaje tirado por seis caballos; es posible que lo desee; pero su demanda no es una demanda efectiva, porque la mercancía nunca será llevada al mercado para satisfacerla.

Cuando la cantidad de cualquier mercancía llevada al mercado es menor que la demanda efectiva, todos aquellos que están dispuestos a pagar el valor completo de la renta, los salarios y el beneficio que deben ser pagados para llevarla al mercado, no podrán ser suministrados con la cantidad que desean. En lugar de pasarse sin ella, algunos estarán dispuestos a pagar más. Se establecerá inmediatamente una competencia entre ellos, y el precio de mercado subirá más o menos por encima del precio natural, según que la mayor o menor escasez, o la riqueza y el deseo de ostentación de los competidores anime más o menos su afán de competir. Entre competidores de la misma riqueza y lujo, una misma escasez generalmente ocasionará una competencia más o menos aguda según que la adquisición de la mercancía les resulte más o menos importante. De ahí el precio exorbitante de los medios de subsistencia durante el bloqueo de una ciudad o durante una hambruna.

Cuando la cantidad traída al mercado excede la demanda efectiva, no podrá ser totalmente vendida a los que están dispuestos a pagar el valor total de la renta, salarios y beneficios que deben ser pagados para llevarla al mercado. Una parte deberá ser vendida a los que están dispuestos a pagar menos, y el precio menor que pagarán por ella deberá reducir el precio del conjunto. El precio de mercado se hundirá más o menos por debajo del precio natural, según que la amplitud del exceso aumente más o menos la competencia de los vendedores, o según sea más o menos importante para ellos el desprenderse inmediatamente de la mercancía. El mismo exceso en la importación de artículos perecederos ocasionará una competencia mucho más intensa que en la de bienes durables; más en la importación de naranjas, por ejemplo, que en la de chatarra.

Cuando la cantidad traída al mercado es exactamente suficiente para satisfacer la demanda efectiva y nada más, el precio de mercado llega a coincidir precisamente, o tan precisamente como pueda pensarse, con el precio natural. Toda la cantidad ofrecida se venderá a ese precio, y no podrá venderse más cara. La competencia entre los diversos comerciantes obliga a todos a aceptar este precio, pero no uno menor.

La cantidad de toda mercancía llevada al mercado se ajusta naturalmente a la demanda efectiva. Está en el interés de todos los que emplean su tierra, trabajo y capital en traer al mercado cualquier mercancía el que la cantidad nunca supere a la demanda efectiva; y está en el interés de todas las demás personas el que nunca sea menor que dicha demanda.

Si en un momento dado supera a la demanda efectiva, alguna de las partes componentes del precio deberá ser pagada por debajo de su tasa natural. Si es la renta, el interés de los terratenientes les llevará de inmediato a retirar una parte de su tierra; si es el salario o el beneficio, el interés de los trabajadores en un caso y de sus empleadores en el otro los conducirá a retirar una parte de su trabajo o de su capital de este empleo. La cantidad presentada en el mercado pronto no será más que suficiente como para satisfacer la demanda efectiva. Todas las diversas partes de su precio subirán hasta su tasa natural, y el precio total hasta su precio natural.

Por el contrario, si la cantidad traída al mercado cae en un momento dado por debajo de la demanda efectiva, alguna de las partes componentes de su precio deberá subir por encima de su tasa natural. Si es la renta, el interés de todos los demás terratenientes los impulsará a preparar más tierra para producir esa mercancía; si es el salario o el beneficio, el interés de los demás trabajadores y comerciantes los alentará a emplear más trabajo y capital en prepararla y llevarla al mercado. La cantidad allí presentada pronto será suficiente como para satisfacer la demanda efectiva. Todas las diversas partes de su precio bajarán hasta su tasa natural, y el precio total hasta su precio natural.

El precio natural, por tanto, es como un precio central en torno al cual gravitan constantemente los precios de todas las mercancías. Accidentes diversos pueden a veces mantenerlos suspendidos muy por encima de él, y a veces forzarlos algo por debajo de dicho precio. Pero cualesquiera sean los obstáculos que les impidan asentarse en ese centro de reposo y estabilidad, tienden constantemente hacia él. El esfuerzo total desarrollado para traer cualquier mercancía al mercado se ajusta naturalmente de esta forma a la demanda efectiva. Procura naturalmente traer la cantidad precisa que será suficiente para abastecer esa demanda, y nada más.

Pero en algunos quehaceres el mismo esfuerzo producirá en momentos diferentes cantidades muy distintas de mercancías; mientras que en otras actividades producirá siempre las mismas cantidades, o cantidades muy parecidas. El mismo número de trabajadores agrícolas producirá en años distintos cantidades muy diversas de cereal, vino, aceite, lúpulo, etcétera. Pero el mismo número de hilanderos y tejedores producirá todos los años una idéntica o casi idéntica cantidad de tejidos de lino y lana. En el primer tipo de labor es sólo la producción media la que puede ajustarse a la demanda efectiva; y como su producción real es a menudo mucho mayor o mucho menor que la media, la cantidad de mercancías en el mercado a veces excederá con mucho a la demanda efectiva y otras veces se quedará muy corta. Entonces, incluso aunque esa demanda permanezca siempre constante, el precio de mercado será susceptible de violentas fluctuaciones, y en ocasiones caerá considerablemente por debajo y en otras ocasiones subirá muy por encima del precio natural. En las actividades del segundo tipo, como la producción de cantidades iguales de trabajo será siempre la misma o casi la misma, podrá acomodarse mejor a la demanda efectiva. En consecuencia, si esa demanda sigue siendo la misma, el precio de mercado probablemente hará lo propio y coincidirá exactamente, o lo más exactamente que se pueda juzgar, con el precio natural. La experiencia de cualquier persona confirma que el precio de los tejidos de lino o lana no está expuesto a variaciones ni tan frecuentes ni tan intensas como el precio de los granos. El precio de las primeras mercancías varía sólo ante cambios en la demanda; el precio de las segundas lo hace no sólo ante cambios en la demanda sino ante los cambios más habituales y más acusados en la cantidad que es ofertada en el mercado para satisfacer dicha demanda.

Las fluctuaciones ocasionales y temporales en el precio de mercado de cualquier mercancía repercuten principalmente sobre aquellas partes de su precio que se resuelven en salarios y beneficios. La parte que se traduce en renta queda menos afectada. Una renta fijada en dinero no resulta en absoluto afectada por esas fluctuaciones, ni en su tasa ni en su valor. En una renta que consista en una proporción determinada o en una cantidad determinada de productos de la tierra, el valor anual resulta indudablemente afectado por todas las fluctuaciones ocasionales y temporales en el precio de mercado de dichos productos; pero la tasa anual rara vez se ve afectada por ellas. Al estipular las condiciones del arrendamiento, el terrateniente y el agricultor procuran, con arreglo a su mejor criterio, ajustar dicha tasa no al precio temporal y ocasional sino al precio promedio y corriente de los productos.

Esas fluctuaciones afectan tanto al valor como a la tasa de salarios y de beneficios, según que el mercado esté sobreabastecido o desabastecido de mercancías o de mano de obra; con trabajo hecho o con trabajo por hacer. Un luto nacional eleva el precio de las telas negras (de las que el mercado está casi siempre desabastecido en tales ocasiones) y expande los beneficios de los comerciantes que posean un inventario considerable de las mismas. Pero no tiene impacto alguno sobre los salarios de los tejedores. El mercado está desabastecido de mercancías, no de mano de obra; le falta trabajo hecho, no trabajo por hacer. Lo que sí hace es subir los salarios de los sastres. Aquí el mercado está desabastecido de mano de obra. Existe una demanda efectiva insatisfecha de más mano de obra, de más trabajo por hacer. Los precios de las sedas y tejidos de color se hunden, y por ello hacen lo propio los beneficios de los comerciantes que disponen de existencias considerables de los mismos. También se deprimen los salarios de los obreros empleados en la preparación de dichas mercancías, cuya demanda se interrumpe por completo durante seis meses, e incluso quizás durante doce. El mercado en este caso se halla sobreabastecido tanto de mercancías como de mano de obra.

Pero aunque el precio de mercado de cada mercancía específica se encuentra de esta forma, y si se permite la expresión, gravitando hacia el precio natural, en algunas ocasiones puede ocurrir que accidentes o causas naturales o medidas políticas concretas mantengan, en el caso de numerosas mercancías, el precio de mercado durante mucho tiempo considerablemente por encima del precio natural.

Cuando por un aumento en la demanda efectiva, el precio de mercado de alguna mercancía en particular asciende muy por encima de su precio natural, aquellos que emplean sus capitales para ofertarla en el mercado se cuidan en general de ocultar este cambio. Si fuera conocido por todo el mundo, sus abultados beneficios tentarían a tantos nuevos rivales a invertir sus capitales de la misma forma que, al quedar la demanda efectiva plenamente satisfecha, el precio de mercado caería pronto hasta el precio natural, e incluso durante algún tiempo por debajo del mismo. Si el mercado está situado a una gran distancia de las residencias de quienes lo suministran, puede que ellos sean capaces de mantener el secreto durante varios años, y durante todo ese tiempo disfrutar de sus beneficios extraordinarios sin ningún nuevo competidor. Hay que reconocer, no obstante, que es muy difícil conservar durante bastante tiempo secretos de esta índole; y los beneficios extraordinarios no pueden durar más que hasta un poco después de lo que duran los secretos.

Los secretos en la industria pueden perdurar más tiempo que los secretos en el comercio. Un tintorero que descubre el medio de producir un color determinado con materiales que cuestan apenas la mitad de los utilizados habitualmente puede, si se maneja con precaución, disfrutar de las ventajas de su descubrimiento durante toda su vida, e incluso dejarlo como herencia a sus descendientes. Sus extraordinarias ganancias derivan del elevado precio que se paga por su trabajo específico; son con propiedad los altos salarios de dicho trabajo. Pero como repercuten sobre todas las partes de su capital, y como su monto guarda por ello una relación proporcional con el mismo, son usualmente considerados como beneficios extraordinarios del capital.

Estas elevaciones del precio de mercado son evidentemente las consecuencias de accidentes concretos, aunque el proceso pueda a veces extenderse a lo largo de muchos años.

Algunos productos naturales requieren un suelo y una localización tan especiales que toda la tierra apta para su cultivo en un gran país puede resultar insuficiente para satisfacer la demanda efectiva. La cantidad total ofertada en el mercado, entonces, será adquirida por aquellos que están dispuestos a pagar más de lo suficiente para pagar las tasas naturales de la renta de la tierra que los produjo, junto con los salarios del trabajo y los beneficios del capital que fueron empleados en prepararlos y traerlos al mercado. Estas mercancías pueden mantenerse durante siglos enteros a precios elevados; y la parte de los mismos que se resuelve en renta es en este caso la parte que es sistemáticamente pagada por encima de su tasa natural. La renta de la tierra que permite producciones tan singulares y apreciadas, como la renta de algunos viñedos en Francia cuya situación y suelo son particularmente privilegiados, no guarda ninguna proporción regular con la renta de otras tierras vecinas, igualmente fértiles y bien cultivadas. Los salarios del trabajo y los beneficios del capital empleados en traer esas mercancías al mercado, por el contrario, rara vez están fuera de su proporción natural con respecto a los demás empleos del trabajo y del capital en las cercanías.

Estos aumentos del precio de mercado son evidentemente consecuencia de causas naturales que pueden impedir que la demanda efectiva resulte alguna vez satisfecha, y que por ello pueden perdurar para siempre.

Un monopolio concedido a un individuo o una compañía tiene el mismo efecto que el secreto en el comercio o la industria. Los monopolistas, al mantener al mercado constantemente desabastecido, al no suministrar nunca plenamente a la demanda efectiva, ofertan sus mercancías muy por encima de su precio natural, y elevan sus remuneraciones, sea que consistan en salarios o beneficios, considerablemente sobre su tasa natural.

El precio de monopolio es siempre el más alto posible. El precio natural, o precio de libre competencia, por el contrario, es el más bajo posible, no en todas las ocasiones, pero sí durante cualquier periodo prolongado de tiempo. El primero es siempre el máximo que puede arrancarse a los compradores, o que se supone que ellos consentirán que se les arranque. El segundo es el más bajo que los vendedores pueden normalmente aceptar, y al mismo tiempo continuar con su negocio.

Los privilegios exclusivos de los gremios, los estatutos de los aprendices, y todas aquellas leyes que restringen la competencia en algunos sectores concretos y la limitan a un número menor de competidores del que en otras circunstancias podría acceder a ellos tienen el mismo efecto, aunque en un grado menor. Son una especie de monopolios ampliados y pueden a menudo mantener durante muchísimo tiempo en cualquier clase de actividad al precio de mercado de algunas mercancías determinadas por encima de su precio natural, y mantener tanto los salarios del trabajo como los beneficios del capital empleados en ese sector algo por encima de sus tasas naturales.

Estos incrementos del precio de mercado perduran hasta tanto lo hagan las reglamentaciones políticas que los han ocasionado.

Aunque el precio de mercado de cualquier mercancía puede mantenerse durante mucho tiempo por encima de su precio natural, rara vez puede hacerlo por debajo de dicho precio. Sea cual fuere la parte del mismo pagada a menos de su tasa natural, las personas cuyos intereses resulten afectados experimentarán una pérdida de inmediato, y acto seguido retirarán la tierra o el trabajo o el capital en la medida necesaria para que la cantidad ofertada en el mercado llegue pronto a ser apenas suficiente para satisfacer la demanda efectiva. Así el precio de mercado pronto subirá hasta el precio natural. Así ocurrirá al menos en el caso de que haya plena libertad.

Los mismos estatutos de aprendizaje y otras leyes gremiales que permiten, cuando una manufactura prospera, que cada trabajador aumente sus salarios muy sobre su tasa natural, lo obligan a veces, cuando la manufactura languidece, a aceptar una reducción muy por debajo de dicha tasa. Así como en un caso impiden a muchas personas competir por su puesto de trabajo, en el otro le impiden a él competir por muchos puestos de trabajo. Sin embargo, los efectos de tales reglamentaciones no duran tanto cuando hunden los salarios del trabajador por debajo de su tasa natural como cuando los elevan sobre dicha tasa. Su acción en este caso puede perdurar durante siglos, mientras que en el otro no puede durar más de lo que duren las vidas de algunos de los trabajadores que fueron preparados para esa actividad durante su fase de prosperidad. Desaparecidos estos, el número de los que después se preparen para ese negocio se adaptará naturalmente a la demanda efectiva. Una política capaz de hundir en un sector determinado los salarios o los beneficios por debajo de su tasa natural durante muchas generaciones deberá ser tan violenta como la del Indostán o el antiguo Egipto (donde cada hombre estaba forzado por un principio religioso a seguir la ocupación de su padre, y se suponía que si la cambiaba cometía el más horrible de los sacrilegios).

Esto es lo que hasta este punto creo necesario destacar acerca de las desviaciones, sean ocasionales o permanentes, entre precio de mercado de las mercancías y su precio natural.

El propio precio natural varía con la tasa natural de cada uno de sus componentes: salarios, beneficios y rentas; y en cada sociedad esta tasa varía según las circunstancias, según su riqueza o su pobreza, según su condición progresiva, estacionaria o decadente. En los próximos cuatro capítulos intentaré explicar de la forma más completa y clara que pueda las causas de estas distintas variaciones.

En primer lugar, intentaré analizar cuáles son las circunstancias que determinan naturalmente la tasa de salarios, y en qué manera resultan afectadas por la riqueza o la pobreza, por la condición progresiva, estacionaria o regresiva de la sociedad.

En segundo lugar, trataré de demostrar las circunstancias que naturalmente determinan la tasa de beneficio, y también de qué manera esas circunstancias resultan afectadas por las mismas variaciones en el estado de la sociedad.

Aunque los salarios y los beneficios monetarios son muy distintos en los diferentes empleos del trabajo y del capital, existe normalmente una cierta proporción entre los salarios monetarios en todos los diversos empleos del trabajo, y de los beneficios pecuniarios en todos los diversos empleos del capital. Esta proporción, como se verá más adelante, depende en parte de la naturaleza de los distintos empleos, y en parte de las varias leyes y políticas de la sociedad en que se realizan. Pero aunque dependa en muchos aspectos de las leyes y las políticas, esta proporción no parece estar afectada por la riqueza o pobreza de esa sociedad, ni por su condición progresiva, estacionaria o declinante; en todas esas diversas situaciones permanece igual o casi igual. Lo que haré en tercer término será explicar las diferentes circunstancias que regulan esta proporción.

En cuarto y último lugar, procuraré demostrar cuáles son las circunstancias que regulan la renta de la tierra, y que aumentan o disminuyen el precio real de todas las diferentes sustancias que ella produce.

La riqueza de las naciones

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