Читать книгу Entre niños, adolescentes y funciones parentales - Adrián Grassi - Страница 5
ОглавлениеPrólogo
Mario Waserman
Se cree que aquellos que se interesan en estudiar la adolescencia de un modo continuo, y de alguna manera obsesivo, están aún transitando por sus laberintos sin conseguir encontrar el camino de salida. No por ser psicoanalistas de adolescentes estamos exentos. En tanto que hacemos de la adolescencia un punto central de nuestro interés clínico y teórico, mostramos subrepticiamente que estamos entre aquellos que permanecen atados a esta condena mitológica, a este castigo impuesto por los dioses de transitar una y otra vez un trayecto que parece contener múltiples salidas pero que finalmente nos termina conduciendo sólo a nuevas entradas. La investigación de la adolescencia es cerrar un interrogante creando otro.
Asimismo, es bueno preguntarse, ¿puede alguna vez alguien salirse completamente de esa experiencia sísmica que ha conmovido las bases de nuestra organización? ¿Es bueno para la salud de la subjetividad hacerlo? ¿O se hacen necesarias una suerte de entradas y salidas a los enigmas que en esa época se suscitan? A los psicoanalistas, autores de este libro, parece pasarles lo que también me sucede a mí. No podemos escapar de los enigmas que esa etapa de la vida abre a nuestros jóvenes pacientes, la que a su vez reenvía a enigmas que se suscitaron en la nuestra, trabajo necesario al analista de adolescentes para no quedarnos rígidamente fijados en una caracteropatía adulta.
Recibimos púberes paralizados por el terror o grandes paranoicos incestuosos y perversos que inundan el mundo de poesía, canto e ideología. Se podría decir que mis colegas, autores de este libro, y yo estamos unidos a la manera de Borges del siguiente modo: “No nos une el amor sino el enigma”. No quiero dejar afuera el significante espanto, que es muy caro a Borges, ya que bien podríamos decir que el amor, el enigma y el espanto forman una tríada que alcanza su acmé en el desarrollo adolescente. En la adolescencia vuelve el terror. Un terror que es sacado de la torre del castillo y revivido por el flujo puberal que arrasa con el castillo entero. No en vano Freud postula que es en la adolescencia que se termina de cerrar el inconciente, un inconciente que la pubertad, como un sismo, deja aparecer sobre la tierra su magma significante y pulsional, rompiendo las construcciones que lo precedieron para que se proceda a una reconstrucción-construcción. Está demás aclarar que es en la misma adolescencia donde la creatividad adulta comienza a generar sus canales. Es la edad donde las vocaciones se consolidan. La edad del proyecto. Pero es justamente la intriga y el espanto, tan bien reflejados en casos clínicos presentados en este libro, los sentimientos que interfieren la aparición del proyecto y la acción de la realización personal que se gesta en la adolescencia. Es el hallazgo del amor y el hallazgo del trabajo lo que rápidamente se instala en el horizonte adolescente. Para lograr ese fin necesitamos conocer el proceso adolescente y sus laberintos y este libro está aquí para ayudarnos.
Adrian Grassi hace del enigma un punto central de la indagación adolescente. Un enigma sobre ese segundo y fundamental nacimiento. Haciendo un giro de gran fineza nos muestra que la pulsión epistemofílica que en la niñez se abocaba, como sostenía Freud, a encontrar el secreto de la creación de bebés, se impulsa en la adolescencia a un interrogante sobre su propio origen. Siendo el origen un punto central de indagación como epicentro de la construcción de su propio yo, es la investigación familiar del analista la que se dice debe acompañar la búsqueda de lo que sus síntomas significan. Con gran acierto Grassi lo denomina investigaciones genealógicas: creo que es un término que quedará inscripto en el estudio de la adolescencia. Esta observación delicada, una de las características del pensamiento de Grassi, también se hace presente cuando, haciendo un ejercicio de magia, le devuelve a la palabra hallazgo su impronta de sorpresa. El hallazgo del objeto —dice el autor— es un encuentro inesperado. A la manera de Picasso, en el adolescente de Grassi, no se debe buscar, se debe encontrar. La investigación familiar lleva al autor a investigar la patología de la época, la patología de la separación. Mientras el siglo XIX era el siglo de las familias; el siglo XX, a partir de su segunda mitad, es el siglo del divorcio, el siglo de las ausencias y las separaciones. Y esta nueva realidad, sobre todo cuando los casos se judicializan, organiza una nueva psicopatología adolescente, que este libro trata de investigar a fondo. Grassi introduce otro concepto que se hará de uso continuo en el estudio del enigma adolescente: el des-orden. El des-orden es una propuesta que alienta a no psico-patologizar el momento adolescente, ya que tendemos a asimilar orden con salud mental y nombramos la enfermedad mental como un desorden psíquico. Grassi hace del des-orden una función positiva y necesaria:
La peculiaridad de la escritura “des-orden” es utilizada aquí para destacar varios sentidos del término. En lo que a producción subjetiva y adolescencia se refiere, des-orden no es mera oposición a orden ni dicho des-orden aparece por descuido, desgano, negativismo o rebeldía adolescente (aunque todo esto pueda estar presente en alguna medida). Des-orden no es producto de una carencia del sujeto ni deviene por “evolución natural” del desarrollo. Des-orden es meta a alcanzar mediante un esfuerzo de trabajo psíquico y su realización comporta un rédito positivo en la producción de subjetividad, afirmación esta que acompaña los desarrollos del presente trabajo. En otro sentido, diferenciamos des-orden de desorganización o batifondo (Balandier, 2005), de su antítesis anti-órden, como de la negación simple no-orden. Existen procesos adolescentes que pueden tomar esas derivaciones en la medida en que aparezcan importantes interferencias (intra o intersubjetivas) que obstaculicen el procesamiento o metabolización de los elementos nuevos que se presenten.
Por su parte, Néstor Córdova se apuntala en Gutton, un autor que ha hecho contribuciones muy importantes a la metapsicología adolescente, para estudiar el impacto de lo puberal en el psiquismo, lo que Freud llamaba las transformaciones psíquicas de la pubertad y hace un recorrido exquisito de ese itinerario:
Lo puberal somete al sujeto adolescente al ardor de sus llamas. Es el exceso de sensualidad que se derrama como lava incandescente inundando cuerpo y psiquismo, creando representaciones incestuosas que dan sustento a una intensa actividad autoérotica. Lo adolescente está representado por la metáfora del mar, que podrá atenuar esa ardiente sensación puberal, desexualizando el exceso de sensualidad, enterneciéndolo mediante los procesos de elaboración, sublimación e idealización de esas representaciones edípicas incestuosas, fantasías de seducción infantil creadas por interpretación aprés-coup, desde lo genital puberal.
Córdova piensa la poesía de la música como un material analítico, ya que su análisis se sostiene en la lírica de las canciones del rock nacional. Hace de las letras un análisis apropiado y exhaustivo mostrando cómo se procesa con la poesía el devenir adolescente, sus cismas y quebrantos y sus hallazgos. Todos fuimos poetas en la adolescencia. Sin lugar a dudas, esto nos señala la necesidad imperiosa de la poesía para tratar con nuestra realidad psíquica. Hacer del quebranto, el terror y el amor: palabra. Y también todos hemos sido músicos. Pero: ¿qué es la música? La música adolescente es el latido de una generación, el latido de una época que se construye en la adolescencia y la identifica diferenciándola de la música de la generación que la precede. Es un real de la adolescencia. La música no se puede explicar. Arrasa y contiene al significante, y como lo señalan Córdova y muchos otros, la adolescencia de la segunda mitad del siglo XX es rock, más allá de todo significante. Pura pulsación, puro cuerpo atravesado por la experiencia. Pura pasión, puro goce. Fuera de sus límites, los músicos del rock patean y rompen sus instrumentos, así como la adolescencia debe romper con el sostén que la domina. Consumirse hasta el instrumento: ser pura pulsión-pasión.
Me parece necesario volver al espanto del cual hablé al comenzar este prólogo cuando mencioné la tríada: amor, enigma y espanto. Espanto que directamente hacen presente los padres del pequeño paciente de Otero, cuando confiesan que los une más el Espanto que el Amor. Dura tarea para este pequeño. Con acierto, Otero observa:
El arte y sus variadas expresiones revolotean como mariposas en las cenizas. Así, las producciones como gráficos, modelados y collages de niños y adolescentes inmersos en situaciones familiares difíciles son el reflejo de entramados vinculares donde el odio, el desamparo y la vulnerabilidad de las funciones familiares se tiñen en grises y negros para transmitir los efectos de la violencia de una generación en otra.
Otero muestra a través de un sueño los fantasmas del espanto en una chica de 19 años: “Gusanos negros y enroscados se desparraman en una superficie blanca e inhóspita, al lado, mariposas de colores se alzan en pleno vuelo”. Así se siente Julieta de 19 años, después de haber pasado por la experiencia de un aborto. Esto nos recuerda que el amor adolescente está travesado por angustias traumáticas frente a la procreación, angustias presentes en la clínica de cualquier adolescente mujer que siente su cuerpo implicado deunmodomuchomásdirectoqueeldelvarónenlosriesgosdelasexualidad.
Stella, por su parte, hace trabajar clínicamente el operativo y el concepto de las investigaciones genealógicas que son llevadas a cabo simultáneamente por el analista en su trabajo con la historia familiar, y por el adolescente mismo en su proceso de historización, buscando allí los puntos de conflicto para la construcción del sí mismo. Kaës es un autor de referencia trabajado por Stella a partir de su afirmación de que una familia que no logra historizar su pasado repite su drama sin transformarlo. Es importante la introducción del concepto de un aparato psíquico familiar (André-Fustier y Aubertel, 1998). Este aparato impide que los contenidos aparezcan en crudo, traumáticamente, y sean transmitidos sin metabolizar. Este aparato psíquico familiar de capacidad contenedora extendería a toda la familia la función continente de Bion, ejercida por la madre y su capacidad de reverie.
Soler nos recuerda con acierto que la paradoja es un elemento con el cual el psiquismo debe tratar. Las aporías acosan al adolescente y hacen fracasar una y otra vez su tendencia a dicotomizar lo bueno de lo malo de un modo absoluto: por ejemplo, los padres malos, los amigos buenos, esto en el mejor de los casos. Esta tendencia, el uso de las disyunciones escindentes (descripto por Grassi) dificulta de un modo persistente el proceso de historización, a partir de una simplificación excesiva que el analista deberá trabajar. El caso que presenta Soler es en sí mismo paradojal, puesto que en la adolescencia se trata más bien de una desvinculación parental y este adolescente debe iniciar recién una vinculación con su padre después de una ausencia de 10 años. Ella lo denomina re-vinculación, un término que podría incorporarse al proceso adolescente en cuanto trabajo de desvinculación y revinculación constante. Al igual que en otros autores, los dibujos juegan un papel importante en el análisis de los adolescentes. Se podría decir que los adolescentes muestran más que hablan, tanto con sus dibujos como con sus actos.
Me disculpo si no he nombrado aquí a todos y cada uno de los autores, o de haberme extendido en unos más que en otros, lo que para hacer justicia, me llevaría a una descripción más extendida de cada capítulo. En su lugar, he elegido mencionar sólo algunos aspectos del libro, que obviamente pertenecen a algunos autores que son elegidos por enunciar ideas fuertes que se reiteran a lo largo de este volumen y marcan su identidad. Esta misma identidad es reflejo, creo, de la gran cohesión grupal de este grupo de colegas en los cuales se percibe la comunión de pensamiento y el tiempo transcurrido pensando juntos como equipo de trabajo. Este libro ayuda a los analistas de adolescentes a afrontar las peripecias más crueles de la clínica y también nos muestra las potencialidades terapéuticas que el mismo adolescente aplica a sus angustias.