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LIBRO SEGUNDO
CAPITULO SEYS

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Como el teniente Chaves llego al Cabo de la Vela y hallo alli al teniente Fedreman, que abia venido de Santo Domingo, y como el capitán Rribera y los demás soldados de Santa Marta fueron sueltos.

El rrio de Macomite, en cuyas rriberas la gente y capitanes del tiniente Fedreman ynbernaron, abia ya baxado y el ynbierno çesado quando el tiniente Chaves y los otros cavdillos determinaron pasar adelante con su descubrimiento la bia del Cabo de la Bela; y dexando en aquel aloxamiento o ynbernadero toda la gente enferma, porque no les fuese estorvo ni ympedimento en su jornada, pasando el rrio Macomite prosiguieron adelante y començaron a entrar entre algunas gentes belicosas y desnvdas, salteadoras y vagabundas, las quales no abitaban en poblazones ni en lugares conoçidos, sino metidos en montañas, ni menos cultivaban las tierras para sustentarse, ni cojen ningun genero de fruta de ellas, asi por ser, como he dicho, estas gentes enemigas del trabajo, como por ser la tierra algo esteril; mas con todo eso no ay campo que si lo cultiban no lleve fruto. El sustento y mantenimiento destos yndios es carnes de benados, que ay por alli en abundancia, y pescados, que en aquella comarca se toma mucho, y por pan comen çiertas puches o maçamorras hechas de vna semilla muy menuda, como mostaza, que la tierra por alli produze de suyo.

Estos yndios, avnque estan tan divididos, son en cantidad. Salieron diversas vezes acometer a los españoles con muy buen brio, y como era gente muy suelta y diestra en el gerrear, hizieronles poco daño los nuestros y ganaron con ellos poca honrra, porque en vn rrecuentro o guaçabara que tuvieron los vnos con los otros, perdieron los españoles vn capitan llamado Abellaneda de Guzman, con otros seys soldados que, a manos, bivos80 les tomaron los yndios y les pusieron en condicion de perder mas gente: y asi tubieron los nuestros por mas açertado el pasar adelante que el pretender sujetar estas gentes, pues con ellas no se podia ganar ninguna honrra ni avn hazienda, porque no tenian oro ni otras rriquezas de que pudiesen ser aprevechados.

En esta propia jornada y descubrimiento hallaron estos descubridores en la costa de la mar, quatro nabios de españoles hechos pedaços, y las gentes de ellos tendidas por la playa y costa y arenales de la mar, todos muertos, que pareçio aber pereçido de hambre y sed, sin que en ellos obiese señal de abellos muerto ni llegado a ellos yndios, ni menos pudieran atinar que gente fuese esta.

Pasados los españoles de las tierras de estos salteadores, y entrando entre otra gente mas domestica, acordaron embiar por la gente enferma que abian dexado en el alojamiento del rrio Macomite; y enbiando a la ligera tres soldados buenos peones y atrevidos, que fueron Alonso de Olalla y Alonso Martin de Quesada y Diego de Agudo, les mandaron que fuesen á dar abiso á la gente enferma que se aperçibiesen y estubiesen a punto para quando los caballos llegasen por ellos que luego se partiesen. Estos tres soldados españoles81, con solas sus personas, espadas y rrodelas, se metieron temerariamente por entre las provinçias dichas y por otras, aventurandose a ser presos de los yndios; y queriendolos Dios guardar, pasaron sin rreçebir ningun daño y llegaron al alojamiento donde abía quedado la gente enferma, de los quales hallaron muy pocos bivos, que con las enfermedades y hambre y poco rrefrigerio, todos los más se abian y estaban muertos en sus propios lechos y hamacas, sin que los bivos, que eran bien pocos, los pudiesen enterrar ni dar sepoltura, ni avn creo que vsar los vnos con los otros de ninguna obra de misericordia. Los tres soldados quedaron admirados de ver la mortandad que en el alojamiento hallaron, y los que estaban bivos sintieron tanto plazer en bellos, que olvidados de sus enfermedades saltaban de las camas a congratularse con ellos, dando no solo con palabras muestras de su alegria, mas con abundançia de lagrimas que de sus ojos bertian. Entre sanos y enfermos determinaron hazerse vn conbite ó banquete para mejor celebrar su alegria y contento, y para efetuallo mataron vn borrico pequeño que rremaneçio82 en aquella rrancheria, y con dos pares de bollos de mayz que á los tres soldados les abia sobrado del matalotaje, a medio asar la carne, se sentaron a comer, por lo qual entiendo que avn hasta agora no la an digirido algunos.

Con esta çena o conbite y con el contento dicho, se esforçaron los enfermos y cobraron animo para mejor sufrir su calamidad, y de alli adelante lo pasaron mejor, porque con algunos bledos que los soldados que en socorro abian ydo les cojian y cozian de los que abia por alli naçidos, se sustentaron hasta que llegaron los caballos, y subiendolos en ellos caminaron a donde estaba la demas gente; y como estaban tan debilitados y consumidos y los rregalos que se les hicieron fueron tan pocos y el caminar a caballo suele matar los sanos quanto mas los enfermos, se yvan muriendo por el camino hasta que llegaron á juntarse con los demas españoles, donde esos pocos que bivos quedaron fueron rreformados y curados, y dende a poco se partieron deste alojamiento donde abian estado esperando los enfermos, y prosiguiendo su derrota caminaron algunos dias trabajosamente, al cabo de los quales llegaron al Cabo de la Bela, donde hallaron al tiniente Nicolas Fedreman, que era ya llegado de Santo Domingo con ochenta honbres y cantidad de caballos y comida que abia rrecogido de por alli çerca y el abia traydo de Santo Domingo.

Alegraronse mucho todos estos capitanes y soldados de hallar alli a su General, por el buen socorro que les tenia de comida y rropa para bestirse. Fedreman, asi mesmo, se holgo de ber su gente, avnque no dexo de sentir la mucha que le faltaba y se abia muerto. Luego, su tiniente o alcalde mayor, Antoño de Chabes, le dio notiçia de como estaba con ellos el capitan Rribera, que con çiertos soldados abia salido de Santa Marta a hazer esclabos, como se a dicho, y que por hallallo en su juridiçion o governaçion el los abia preso y los tenia alli para que hiziese dellos a su voluntad. El gobernador Fedreman mando luego pareçer ante si el capitan Rribera y a los demas soldados que con el salieron de Santa Marta, y les hablo muy afablemente, ynduziendolos a que lo siguiesen de su voluntad; en fin de lo qual les dixo que el tenia por señor y padre al dotor Infante, governador de Santa Marta y Oydor de Santo Domingo, por cuyo mandado abia venido alli, al qual no queria desgustar ni dar ninguna pesadumbre; que avnque lo abian hecho mal en entrar a hazer esclabos en aquella tierra, que era de su distrito, lo de hasta alli pasase, y dende en adelante no lo hiziesen, sino que se rrecogiesen á su governaçion, y si entre ellos avia algun soldado que de su voluntad quisiese quedarse en su compañia que el se lo agradeçeria y tendria muy particular quenta con su persona, y sino que ninguno quedase y fuesen con la bendiçion de Dios, ofreçiendoles si abian menester algun abio o socorro para su camino. El capitan Rribera y sus soldados tubieron en mucho el parlamento que Fedreman les habia hecho, tan aconpañado de buenos cunplimientos y amorosas palabras y ofreçimientos, qui si no lo tubieran en aquel tiempo por cosa fea el no bolver a dar cuenta a sus governadores, desde luego se quedaran con el; mas forçados desta costunbre se despidieron y apartaron de Fedreman para yrse la buelta de Santa Marta, eçeto tres soldados que vsando de su libertad no quisieron seguir a su capitan Rribera y se quedaron alli con el general o tiniente Fedreman, el qual se detubo en este alojamiento del Cabo de la Vela algunos dias, yntentando, con çierto artifiçio de rrastros, si podia sacar perlas de la mar, lo qual por entonçes fue de ningun efecto y fue en bano su trabaxo. Mas agora entiendo que gozan de ello los vezinos del rrio de la Hacha, que çerca deste Cabo de la Vela habitan, los quales an sacado y sacan muy gran cantidad de perlas, de donde Fedreman no las pudo sacar, el qual viendo quan mal le yva con la grangeria de las perlas, determino dexalla y dar horden en la prosecuçion de su descubrimiento y jornada, en la forma que adelante se dira.

80

En la edición de Caracas: que á manos vivas. Esto cambia completamente el sentido. Lo que el autor dice es que seis españoles fueron hechos prisioneros vivos.

81

En la edición de Caracas: otros tres soldados españoles.

82

En el original está escrito rremamanecio, debiendo ser rremanecio. En la edición de Caracas se dice: amaneció. Esto es un error. Remanecer significa aparecer de nuevo é inopinadamente, y esto es lo que da sentido al texto.

Historia de Venezuela, Tomo I

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