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PRÓLOGO

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Publicada en dos volúmenes la primera parte del manuscrito del Padre Pedro de Aguado, referente á la conquista y población de Santa Marta y Nuevo Reino de Granada, estima la Real Academia de la Historia que, perseverando en su propósito de sacar del olvido en que inmerecidamente se encuentra uno de los más autorizados historiadores primitivos de Indias, debe dar á la imprenta la segunda parte de dicho manuscrito, consagrada por el autor al descubrimiento y fundación de la Gobernación y Provincia de Venezuela.

Al hacerlo, la Real Academia de la Historia cree realizar una obra de justicia, reivindicando para el Padre Aguado la gloria de haber sido la fuente, por decirlo así, á que hubieron de recurrir todos los historiadores posteriores de Venezuela para trazar el cuadro, bien triste, por cierto, de los primeros pasos dados en el camino de la civilización por aquella extensa, rica y variadísima comarca.

Oviedo y Baños, al que por algunos se ha considerado, con notoria parcialidad, como el primero que dió á conocer de un modo detallado los sucesos que, referentes á Venezuela, había apuntado en términos muy generales Antonio de Herrera en sus Décadas de Indias, se sirvió principalmente de las Noticias históricas de la conquista de Tierra Firme del Padre Pedro Simón; pero como ya se hizo notar tratando de la Historia de Santa Marta, el Padre Simón, que no pudo ser testigo presencial de la mayor parte de los sucesos que narra, confesó honradamente que había utilizado mucho el manuscrito del Padre Aguado, y comparando las obras de ambos franciscanos, se observa que no es exagerada la confesión de aquél, sino pequeño tributo rendido á la memoria del docto provincial de la de Santa Fe. De modo que al seguir el método y orden y utilizar los informes de fray Pedro Simón, no hizo Oviedo y Baños otra cosa que continuar por el camino que dejó trazado el Padre Aguado.

Pero como fray Pedro Simón, si en unas partes copió al Padre Aguado, en otras se limitó á extractar sus relatos, y como Oviedo y Baños, aunque siguió á aquél, prescindió de no poco de lo consignado en Noticias historiales, eliminando, según hizo notar el Sr. Fernández Duro, lo referente á los descubrimientos y conquistas por el Orinoco y el Meta, á los territorios de Paria, Cumaná, Guayana, isla de la Trinidad, Cubagua y Cabo de la Vela, así como sucesos importantes ocurridos en la laguna de Maracaibo, resulta la obra del historiador caraqueño mucho menos completa que la del Padre Aguado. Estas deficiencias se acentúan en lo relativo al estado del país, condición de los naturales y usos y costumbres de los indios al verificarse la conquista, y en todo lo referente á la descripción del terreno.

No es esto desconocer el mérito indudable de la labor realizada por Oviedo y Baños, sino sencillamente restablecer con imparcialidad la realidad de los hechos y dar á cada uno lo suyo. Escribiendo dos siglos después que el Padre Aguado y siglo y medio más tarde que el Padre Simón, Oviedo y Baños pudo utilizar elementos de información con los cuales no pudieron contar aquéllos, y ampliar y completar su relato; pero en el fondo, en lo esencial de cuanto se refiere á los orígenes de la Gobernación de Venezuela, principio de la conquista y colonización, aprovechó indirectamente, por intermedio del Padre Simón, el trabajo de fray Pedro de Aguado.

Es, pues, este docto franciscano el primero, cronológicamente, de los historiadores de la Gobernación de Venezuela, como es el primero de los historiadores de Santa Marta y Nuevo Reino de Granada; y su relato, que en todo lo que él pudo abarcar resulta el más detallado y completo, tiene una autoridad de que carecen los demás: la autoridad de haber sido el Padre Aguado testigo presencial de muchos de los sucesos que narra, y de haber recogido las noticias de otros, de labios de los que fueron actores ó espectadores de ellos; por lo cual, en múltiples ocasiones consigna opuestas versiones acerca de un mismo hecho, dando con ello una prueba de imparcialidad.

Si esto no fuese bastante para justificar el que la Real Academia de la Historia desee dar á conocer íntegramente el manuscrito del Padre Aguado, otras consideraciones de verdadero peso hacen indispensable la publicación de la Historia del descubrimiento y fundación de la Gobernación y Provincia de Venezuela.

Es la primera la de que hubo tal enlace entre la conquista y colonización del Nuevo Reino de Granada y la conquista y colonización de Venezuela, que muchas veces se confundieron, por lo cual la Historia de las primeras se completa en la Historia de las otras. En muchos años no hubo verdaderos límites entre una y otra Gobernación; ni se fijaron oficialmente, ni cuando esto se hizo pasó de ser una demarcación vaga, sin realidad ni eficacia, por efecto de no conocerse el terreno. Los límites fueron surgiendo poco á poco, por virtud de múltiples disposiciones; pero no existiendo en la época de la conquista, no puede extrañar que, frecuentemente, los que salían de Santa Marta llegasen á territorio de Venezuela, y que los que salían de Coro penetrasen en lo que correspondía al Nuevo Reino. Además, unos y otros persiguieron durante mucho tiempo aquella seductora fábula de El Dorado, que tanta sangre hizo derramar y tantas vidas costó, y esta quimera contribuyó también á confundir ambas empresas. De aquí que, para conocer por completo la Historia de la conquista y colonización del Nuevo Reino de Granada, sea indispensable conocer también la Historia de la conquista y colonización de Venezuela, y que no sea posible darse cuenta exacta de éstas sin estudiar al propio tiempo aquéllas. Así debió comprenderlo el Padre Aguado, y por ello, sin duda, presenta en su manuscrito la Historia de Venezuela como la segunda parte de la Historia de Santa Marta y el Nuevo Reino, y claro es que no publicando aquélla resultaba incompleta la publicación de ésta.

Además, y esta es la otra consideración á que antes se aludía, el manuscrito de fray Pedro de Aguado ha sido publicado en América de un modo incompleto y con numerosos errores. De la Historia de Santa Marta y Nuevo Reino de Granada se publicaron en Santa Fe de Bogotá, el año 1906, los nueve primeros libros de los diez y seis de que consta; pero hecha la publicación por una copia indudablemente muy imperfecta, salió aquélla con tantas omisiones y con tantas erratas, que no es posible formar por esa edición juicio exacto de la labor del docto franciscano. La segunda parte ha sido publicada en 1915 en Caracas, por disposición del Gobierno del General Juan Vicente Gómez, bajo la inspección de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela. La copia del manuscrito que sirvió para esta edición fue hecha en Madrid por el individuo del Cuerpo facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos D. Rafael Andrés y Alonso, y era, indudablemente, mucho mejor que aquella otra; pero se resiente de no haberse fijado bien en el sentido de los párrafos para la puntuación, por lo cual, siendo ésta un tanto caprichosa, muchos períodos resultan ininteligibles; y esto, unido á que la corrección de las pruebas no debió hacerse con el esmero debido, da por resultado que la edición sea sumamente deficiente. La memoria del Padre Aguado y la exactitud histórica demandaban de consuno que se hiciese una reproducción exacta y fiel del manuscrito del docto franciscano; y esto es lo que se ha propuesto la Real Academia de la Historia.

En esta edición se ha respetado escrupulosamente el original, no tratando de corregir el estilo ni de enmendar errores del texto; pero señalándolos y rectificándolos por medio de notas cuanto se ha creído indispensable para la mejor inteligencia de aquél. Además, como esta publicación no responde á un interés exclusivamente filológico, sino á un propósito esencialmente de cultura histórica, al final de los capítulos que lo exigen se han consignado ampliaciones y comentarios á los asertos del Padre Aguado, utilizando para ello con preferencia documentos de la época de la conquista y colonización, unos inéditos y otros pocos conocidos.

Esa época entraña en Venezuela grandes enseñanzas, lo cual aumenta el valor y la utilidad de la obra de fray Pedro Aguado, y en ella deben fijarse muy especialmente cuantos censuran la labor colonial de España.

Durante diez y ocho años gobernaron en Venezuela los alemanes. Primero, Ambrosio Alfinger; luego, Jorge de Spira y Federmann; después, Felipe Huten, y, por último, Enrique Remboldt. En la historia de estos gobernadores – si es que merecen este nombre, porque, en realidad, no fueron más que unos aventureros de escasos alientos y de mediana fortuna – no puede registrarse ninguna acción verdaderamente grande, ninguna acción que recuerde siquiera el arrojo incomparable, la temeridad, rayana en la locura, de Cortés, de Pizarro, de Ximénez de Quesada, y de tantos otros españoles que lograron inmortalizar sus nombres. En cambio, ¡cuánta inhumanidad, cuántos crímenes, cuánta desolación y cuánta miseria señalaron su paso por el país! Acaso en ninguna otra parte sufrieron tanto los indios, y acaso en ninguna se derramó, oscuramente, sin gloria y sin provecho, tanta sangre española; y, sin embargo, puede decirse, sin incurrir en exageración, que la colonización de Venezuela no comenzó en realidad hasta que en 1546 llegó á Coro por Gobernador el licenciado Juan Pérez de Tolosa, cuya labor, desgraciadamente interrumpida bien pronto por la muerte, se continuó bajo los gobiernos del licenciado Villacinda y de Gutierre de la Peña. Más aún: durante la administración de los alemanes ni siquiera se logró realizar de un modo efectivo la conquista, pues ésta la llevaron á cabo luego capitanes españoles, como Diego García de Paredes, hijo del Sansón de Extremadura, el mestizo Francisco Fajardo, Juan Rodríguez Sánchez, Julián de Mendoza, Cristóbal Cobos y aquel Diego de Losada del que con razón se ha dicho que fué uno de los capitanes más ilustres que hubo en América en el siglo XVI.

Para todo el que estudie con ánimo desapasionado é imparcial la conquista y colonización de Venezuela durante el período de los gobernadores extranjeros, resulta evidente que la labor de los alemanes adoleció de los mismos defectos, cuando menos, que la de los españoles, pero que, en cambio, careció de la grandeza que hace de la de estos últimos una verdadera epopeya. Es decir, que lo que hubo de censurable en la acción de España en las Indias, no fué propio y peculiar de nuestras ideas y de nuestro carácter, porque en los mismos errores incurrieron los alemanes, y en los mismos habrían incurrido, seguramente – y lo sucedido en otros países lo demuestra – hombres de diversa nacionalidad; mientras que la grandeza épica de la conquista de Méjico, del Perú, del Nuevo Reino de Granada, etc., esa es nota especial, peculiarísima, de España; nota por nadie superada en empresas semejantes, y aun cabe decir que por nadie igualada.

Semejantes enseñanzas importa mucho que sean divulgadas; y para conseguirlo hace falta que se estudie en sus detalles la conquista y colonización de Venezuela, especialmente en el período en que esta obra fué dirigida por los alemanes.

Por todo ello entiende la Real Academia de la Historia que la publicación de la segunda parte del manuscrito de fray Pedro de Aguado responde á una triple finalidad: es un homenaje debido en justicia á la memoria del docto franciscano; facilita y completa el conocimiento de la Historia de la conquista y colonización del Nuevo Reino de Granada, tan íntimamente enlazada con la de Venezuela, y entraña una gran lección para los apasionados detractores de la obra colonial de España. No hace falta más para justificar el acuerdo de la docta Corporación.

JERÓNIMO BÉCKER.

Historia de Venezuela, Tomo I

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