Читать книгу Historia de Venezuela, Tomo I - Aguado Pedro de - Страница 29

LIBRO SEGUNDO
CAPITULO NUEBE

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En el qual se escrive çierta notiçia que vna yndia dio a Jorge Espira de que abia españoles perdidos cerca de donde estaba alojado, y como de aqui naçio la opinion de la gente perdida de Ordaz y lo del Dorado.

El cavdillo quel governador Jorge Espira enbiava a buscar comida, tomo la yndia que para guya91 le abia dado, y pretendiendo guardalla desde luego con cuydado, atole vna cabuya o soga al pescueço por prision, que es vna cosa muy vsada entre gentes de jornadas quando asi van en descubrimientos. A los yndios que las van sirviendo y les llevan sus cargas y comidas les ponen esta manera de prision, para que demas del trabajo que llevan en yr cargados y fuera de sus casas y naturalezas, vayan sujetos a vna perpetua servidumbre.

Viendose, pues, esta pobre yndia enlazada por el pescueço, començo a quexarse de la crueldad y tirania que con ella vsaban estos españoles y a dezir que a ella la abian tenido sujeta otros españoles, pero que no lo abian hecho tan seberamente con ella ni la abian puesto aquella manera de prision, antes despues de aberse servido libremente de ella el tienpo que les pareçio, le abian dexado y enbiado con todo contento a su casa. Y como el faravte o ynterprete diese notiçia desto que la yndia abia dicho, cavsoles grande admiraçion y los hizo estar perplexos, considerando que pudiese ser aquello, pues hasta entonçes nvnca por aquella via abia pasado ninguna gente de ninguna parte a descubrir, antes ellos eran los primeros descubridores de aquellas tierras.

Y con esta confusion, el Governador llamo a la yndia y le torno a rrepreguntar lo que abia dicho, la qual, por el faravte o ynterprete, rrespondio que çiertos honbres de la suerte y manera de los que alli estaban, abian subido por el rrio arriba por donde ella los queria llevar, y llegados aquel pueblo del palenque, que los españoles llamaron Salsillas, se bolvieron, y que avnque en aquella sazon la prendieron aquellos españoles, sin hazelle daño ninguno la abian sotado, por temor de los quales aquellos yndios avian fortificado en aquella forma aquel su pueblo, y que estaban diez jornadas de alli el rrio abaxo en vna tierra de muchos pueblos de yndios, donde los cristianos tenian hecho otro palenque fuerte en que se rrecogian y estaban fortificados contra las asechanzas y calunias de los yndios naturales de aquelas tierras y eran ya muy biejos, y que tenian muchos hijos ya grandes e yndias que les servian, los quales no tenian para defensa de sus personas sino solas dos espadas, y los demas vsaban las armas de la tierra, que eran arcos y flechas, y que asi mesmo no tenian caballos, que en su lengua llaman guabiares, mas que tenian perros, a quien llaman avres.

Esta rrelaçion y notiçia que esta yndia dio destos españoles mobio los animos de muchos soldados a tener voluntad de yr en demanda de aquella tierra y gente de quien les abia dado notiçia aquella barbara muger; mas al gobernador Jorge Espira no le pareçio açertado viaje dexar de seguir su descubrimiento por tierra e yr a meterse en la fortuna del agua por dicho de vna ynfiel de menos verdad que fee, y asi con buenas rrazones dio a entender a los suyos que debian de quitarse de aquel proposito, y los animos que tan balerosamente querian emplear en seguir aquella rrustica muger que por ventura pretendia metellos en donde pereçiesen, los conservasen para la notiçia que casi entre las manos llevaban, por la mucha çertidumbre que los naturales de atras les abian dado de las rriquezas de adelante.

De estos propios soldados que aqui se hallaron con Jorge Espira an querido y avn quieren afirmar que esta notiçia que con astuçia de aber libertad les dio esta yndia de aber visto y conoçer españoles en aquella tierra y estan en la parte dicha, es çierta y verdadera, y que es la gente que Don Diego de Ordax perdio viniendo al Marañon; y lo que açerca desta gente de Ordaz ay que saber yo lo tengo escrito en esta Istoria, tratando de aquella propia jornada, y los propios soldados de Ordaz que oy son bivos afirman que en el Marañon no se perdio ninguna gente de los de su conpania, sino en vnos baxos. De los que alli se perdieron en el propio batel de la nao escaparon çiertos soldados que dieron notiçia de la perdiçion y anegaçion de los demas; y como en la propia parte trate, esto de dezir que ay españoles en aquellas provinçias del Dorado o sierras del Sur, es ynbençion sembrada mañosamente, para con esta color persuadir a los governadores que consientan juntar gente para yr a buscallos; de la qual fama y dibulgaçion tubo notiçia Su Magestad en España el año de mil quinientos y çinquenta y nuebe, y embio vna çedula rreal al Avdiençia del Nuebo Rreyno de Granada para que se ynformasen de los naturales que gente españoles abia perdidos en aquellas provinçias del Sur, y avnqne diligentemente lo procuraron, no hallaron ninguna evidençia ni claridad de ello, y asi se dexo caer.

Porque es çierto que vn solo cristiano que Su Magestad entendiera que abia en aquellas partes entre yndios, es tanto el entrañable amor que a sus subditos y vasallos tenia y tiene, que sobre el libertarlo obiera puesto toda la diligençia posible. Aliende desto, como poco a dixe, el rrio Marañon esta tan desviado desta provinçia y paraje de donde voy tratando quanto atras queda declarado. Luego sigese que avnque se obiera perdido gente en el Marañon, que no podia aberse apartado tanto del, ni metidose en la tierra, por ser los descubrimientos y conquistas de aquel tienpo de tal condiçion que consumian en breve tienpo muy grandes compañias de gentes. Y esto no lo digo porque por ello pretenda deshazer la grandeza de la tierra que en aquellas del Sur ay, que llaman el Dorado, porque yo por muy çierto tengo en este caso la comun opinion y notiçia que siempre an dado los naturales, algun prinçipio de la qual vio Felipe de Utre el año de quarenta y siete, quando salio herido y casi huyendo y admirado y espantado de aquel prinçipio que vio el y los que con el yvan, que los naturales vezinos de aquella tierra y amigos suyos le vendieron por muy pequeña cosa en conparaçion de lo que adelante abia, como en su lugar mas largo lo dire, tratando de su jornada, y lo mesmo confirmo despues Don Pedro de Silba, que yendo con vnos pocos compañeros enfermos y mal adereçados, vio vn prinçipio de poblazones y gentes tan rricas y tantas que le fue neçesario sin dalles ninguna pesadumbre, bolverse por do abia entrado, de lo qual tanbien en su lugar dire como paso.

Y pues tantos testigos ay y de tanto credito, por muy çierto se puede tener la feliçidad de aquella tierra; y porque sobre todo lo dicho tocante al Dorado y a la gente de Ordas, se trata mas largo en la parte rreferida, podre çesar aqui la platica, y avn rrogar a estos señores governadores y sus soldados que se entretengan vn poco buscando que comer en estos arcabucos, en tanto que rrecorremos la salida del tiniente Fedreman del Cabo de la Vela em prosecucion de su jornada, y declaramos algo del suçeso della.

Solo me rresta aqui dezir que los soldados y capitanes de Jorge Espira se conformaron con la voluntad de su governador, y siguiendola no curaron de tratar mas en lo que la yndia dezia, con proposito de seguir su descubrimiento, como lo llevaban començado por la halda de la cordillera del Rreyno.

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Léase guia.

Historia de Venezuela, Tomo I

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