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LIBRO PRIMERO
CAPITULO SIETE
ОглавлениеComo estando los españoles divididos se juntaron mucha cantidad de yndios y binieron a sacar de poder de los españoles a su caçique, y como Miçer Anbrosio enbio a Gascuña a Coro por mas gente y soldados.
Dende39 a pocos dias algunos soldados quisieron pasar adelante, sin haçer en esta provinçia mucho asiento, mas Miçer Ambrosio, biendo la fertilidad de la tierra y las muestras de oro que en aquellas primeras vistas abia abido, considero que podia aber en esta provinçia alguna parte de lo mucho que deseaba, y asi, con acuerdo de los mas, determino entretenerse en esta provinçia algunos meses hasta ber y avn aber toda la rriqueza que en la tierra abia, con la qual rresoluçion enbio luego vn capitan o cavdillo con la mitad de la gente, que serian nobenta honbres, a ber lo que abia en çiertas poblazones que çerca de alli estaban, y el se quedo en su alojamiento con la demas gente y con el caçique y los demas prinçipales.
Los yndios desta provinçia, viendo que mucha parte de la gente española andaba fuera del canpo, pareçioles que era tienpo oportuno y que se les ofreçia ocasion en que pudiesen rrecobrar a su caçique o señor, con lo demas que en la guaçabara perdieron; y no perdiendo tienpo se conbocaron y juntaron, según afirman personas que se hallaron presentes, mas de diez mil yndios de gerra y bien adereçados, conforme a su vso y costumbre de militar. Metidos en la cantidad de canoas que para tanta gente era menester, se vinieron nabegando hazia el rreal de los españoles; y segun pareçio despues, estos yndios, como abian visto yr fuera los españoles que se a dicho, creyeron que en el alojamiento quedaban muy pocos, a los quales façilmente desbaratarian y matarian; y como saltando en tierra y llegando a donde el governador Miçer Ambrosio estaba rrancheado, viesen la gente que con el estaba, se les mudo el animo de tal suerte que jamas ninguno de ellos se atrevio a prinçipiar la guaçabara ni acometer a los españoles, sino como honbres desatinados, començaron a deçir que les diesen su caçique muy porfiadamente y con muchas bozes. El Governador, conoçiendo la pusilanimidad y cobardia que los yndios consigo trayan, mando a los españoles que se estuviesen quedos, y no les consintio que moviesen las armas contra aquella amedentrada gente, y al qual asi mesmo mando que dexasen luego las armas, donde no que alli serian todos muertos por su gente. Y los yndios, como estaban de suyo tan acobardados y perdido el animo, y de nuebo los amenazaba Miçer Anbrosio, obedeçieron luego su mandado, y soltandolas todos en el suelo, se rrindieron a boluntad y merced del Governador. Dizen los que presentes se hallaron, como por cosa de maravilla, que era tanta la cantidad de armas que estos yndios trayan, que juntas y hecho vn monton, no se pareçia vn honbre de a caballo de la otra parte. Yo no tengo esta maravilla por tal, pues sabemos que en la Nueba España y en el Piru este ayuntamiento de armas, que aqui eran arcos y flechas y macanas, alla era oro y plata; y en la Nueba España se junto en la plaça vn monton de oro y plata que no se pareçian dos honbres, el vno puesto de la vna parte y el otro de la otra; y en el Piru fue de mucho mayor numero.
Mando Miçer Anbrosio a los yndios que se bolviesen, y que si querian llevar o aber a su caçique, a quien benian a buscar, le traxesen çierta cantidad de oro que el alli les señalo. Los yndios se bolvieron y fueron paçificamente, sin hazer mas acometimiento ni daño en los españoles del que se a dicho, dexando sus armas, que por hartos dias sirvieron de leña para las coçinas de los españoles; y metiendose o enbarcandose en sus canoas se bolvieron a sus poblazones.
La gente que abia ydo a descubrir, bolvio desde a pocos dias con algun oro, que generalmente, en toda esta provinçia, lo tenian los yndios, y oy dia lo tienen.
Estubose Miçer Ambrosio en esta rrancheria o alojamiento haziendo entradas o correrias de vna parte a otra casi vn año, en el qual tiempo, asi de lo que rranchearon y tomaron forçiblemente a los yndios como de lo que les daban de presentes y el caçique dio por su rrescate, obieron el gobernador y sus soldados mas de setenta mil pesos de buen oro. A cabo deste tienpo, ya que estaba arruynado y corrido y esquilmado todo lo que en esta provinçia de Tamalameque abia, acordo Miçer Anbrosio pasar adelante con su descubrimiento y jornada, y pareciendole poca gente la que tenia para tan larga entrada como se le ofrecia, porque de la gente que de la laguna saco se le abian muerto, asi en la gerra como de enfermedades, mucha parte de sus soldados(A), acordo enbiar vn cavdillo con algunos soldados y alguna parte del oro que alli se abia abido a Coro, para que juntase toda la mas gente que pudiese, dandoles todo abio del oro que llevasen y con toda brevedad bolviesen y le siguiesen por el rrastro y vestigio de la derrota que el de alli tomaria. Y para este efecto nombro y señalo a vn capitan Gascunia o Gascuña, natural de Arebalo(B), y le dio veynte y cinco soldados, y asi los sesenta mil pesos, que era parte del oro que se abia abido en esta provincia de Tamalameque, para que con aquella ostentacion y muestra de rriqueza mobiese los animos de los soldados y los atraxese asi, para que con mayor voluntad lo siguiesen.
Partiose Gascuña con la gente que le fue dada, la buelta de Coro y provinçia de Venençuela, de cuyo viaje en el siguiente capitulo trataremos largo, y el gobernador Miçer Ambrosio por entonçes se quedo alli en el alojamiento y rrancheria de Tamalameque, y donde a poco tiempo alço su canpo y siguio su40 viaje y derrota en la forma que adelante se dira.
NOTAS AL CAPÍTULO VII
(A) Según Oviedo y Baños, la falta de gente que obligó á Alfinger á enviar por socorro á Coro, no fué debida exclusivamente á las muertes por la guerra y enfermedades, de que habla el Padre Aguado, sino también á que muchos soldados, descontentos, se habían retirado á Coro fugitivos, «no pudiendo tolerar el áspero natural de Alfinger, ni el modo tan extraño que tenia de gobernar, castigando por leves causas con azotes, horcas y afrentas á muchos hombres de bien por mano de un Francisco del Castillo, que era su maestre de campo, hombre cruel y de malvada intención». (Historia de Venezuela, tomo I, cap. IV.)
(B) Gascunia, Gascuña ó Bascuña, le llama el Padre Aguado. Oviedo y Baños le nombra Iñigo de Bascona; Fernández de Oviedo le apellida Vascuña, y Castellanos, Vasconia.
39
En la edición de Caracas, desde.
40
En la edición de Canarias, en por su. Debe ser errata de imprenta.