Читать книгу #atrapadaenlared - Albeiro Echavarria - Страница 10

1. Maquíllate al estilo drag queen utilizando los cosméticos de tu madre.

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Me pareció divertido porque a mí siempre me ha gustado el maquillaje. No tan exagerado y elaborado como el que usan las drag queens, que conocí un día en la Feria de Cali cuando paseaba por el Bulevar del Río y me quedé embelesada mirándolas como si fueran personajes que hubieran acabado de llegar del País de las Maravillas. Pero sí me gustaba maquillarme de forma moderada. Lo difícil para mí iba a ser utilizar el maquillaje de mamá porque ella siempre era muy celosa con sus cosas. Una vez se había puesto furiosa porque me puse una camisa suya sin pedirle permiso. Y en cuanto al maquillaje, dice que eso es como el cepillo de dientes: es de uso privado y no debe prestársele a nadie. Pero bueno, yo me las podría ingeniar para cumplir el reto en un momento en que ella no estuviera en la casa.

El video no podía superar los diez minutos y no debía ser editado, así que tenía que grabarse en una sola secuencia. El viernes siguiente, como llegué temprano del colegio y mamá no estaba, preparé todo y me dispuse a grabar el video. En una situación normal hubiera hecho el trabajo en una hora, por eso siempre llegaba una o dos horas tarde a las fiestas. Así que no podía esperar gran cosa con el tiempo del que disponía: iba a quedar más como un payaso que como una drag queen y sería eliminada de inmediato. ¡Si al menos hubiera podido ponerlo en cámara rápida!

Aun así saqué el estuche del armario, instalé la cámara en un buen ángulo, me senté junto al tocador y me maquillé a la velocidad de la luz. Para qué, pero me divertí haciéndolo. Como era de esperarse, ¡quedé horrorosa! Mi gata Dulcinea, apenas me vio, salió despavorida emitiendo extraños maullidos como si le hubieran pisado la cola o hubiese visto un fantasma. ¡La muy traicionera!

Me gustaría haber puesto el video en mi grupo de Las Rechiqui, pero Condesa me advirtió que ni siquiera a ella podía mostrárselo. Solo lo podía enviar a ese correo que me habían dado los de Delfín Morado y, apenas lo hiciera, debía borrarlo de mi dispositivo. Pero yo lo pasé al computador y después lo borré del celular. Quería tener una copia para compartirlo en mi grupo después de que el juego terminara. Del computador, lo pasé a una memoria externa donde le abrí la carpeta #DelfinMorado.

Y después…, a esperar. Según me dijo Condesa, la respuesta no tardaría. A ella ya le habían respondido y le habían mandado el siguiente reto, que no me reveló porque estaba prohibido. Cada participante tenía un reto diferente y debía mantenerlo en secreto.

Pasaron dos días y no hubo respuesta. Me mordía los labios para no contarles a mis amigas cuál era el motivo de mi visible ansiedad. Si no pasaba la prueba, no se iba a caer el mundo. Pero si la pasaba… A veces me asaltaban las dudas: ¿Hasta cuándo iba a seguir con el juego? Si todo iba a ser tan fácil… O si, a lo mejor, llegaba hasta el reto veintiuno. Solo el tiempo lo diría.

Al día siguiente salté de la cama cuando vi un correo cuyo remitente era Delfín Morado. No decía si el primer reto lo había hecho bien o no. Simplemente aparecía:


#atrapadaenlared

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