Читать книгу Carnaval y fiesta republicana en el Caribe colombiano - Alberto Abello Vives - Страница 14
Introducción*
ОглавлениеCarnaval y fiesta republicana en el Caribe colombiano indaga por la incorporación de las prácticas festivas de un carnaval colonial a orillas del Caribe a la conmemoración republicana de la independencia absoluta de Cartagena de Indias de la Corona española en hechos ocurridos el 11 de noviembre de 1811.
Un año más tarde de esta independencia, el 11 de noviembre de 1812, durante la primera celebración de aquel suceso histórico, que ocupa un lugar destacado en la línea de tiempo del largo proceso revolucionario de la Nueva Granada y de la formación de las naciones latinoamericanas, se sumaron expresiones festivas heredadas de la colonia a los actos organizados por las autoridades civiles y la Iglesia católica. Se trataba de músicas, danzas, vestuario, máscaras y desfiles que hacían parte de festividades religiosas, de celebraciones de la administración pública y de fiestas populares, como los fandangos y un carnaval criollo y mestizo, en la ciudad portuaria durante la colonia. Todas estas prácticas culturales, por lo demás, tenían antecedentes en diferentes regiones geográficas del mundo1.
Con la costumbre, esas celebraciones se conocieron como Fiesta del Once de Noviembre o, también, fiestas novembrinas, y han estado presentes en la historia social de Cartagena de distintas maneras durante los siglos XIX, XX y XXI. Con el objeto de superar su debilitamiento a finales del siglo XX, por razones que se explicarán adelante, entre ellas la imposición de un certamen nacional de belleza por parte de un sector de la élite local, y de recuperar su sentido histórico y cultural, fueron renombradas como la Fiesta de Independencia a partir de 2003.
Para la comprensión de cómo una fiesta, importada de Europa y transformada en Cartagena de Indias por el mestizaje cultural ocurrido durante la colonización española, como es el caso del carnaval, toma cuerpo siglos más tarde en una fiesta popular republicana ha sido necesario estudiar esa expresión e identificar los cambios que experimentó con la configuración de un sistema urbano regional al norte de la actual Colombia, de la mano de procesos de poblamiento y del vaivén de movimientos sociales, económicos y políticos, que la hicieron trascender más allá de una simple localidad y le otorgaron una importancia singular frente a las instancias de poder. Del mismo modo, a sabiendas de que la república no hizo tabula rasa con el pasado colonial, ha sido fundamental estudiar cómo los carnavales terminaron articulándose de manera funcional a los elementos conceptuales y fundacionales de la nación, en tanto espacios de materialización temporal de los imaginarios de libertad e igualdad.
En efecto, para el propósito de esta investigación fue necesario estudiar tanto los orígenes del carnaval surgido en Cartagena de Indias durante la colonia, como su circulación por el territorio que conformaba la antigua provincia de Cartagena. Durante el periodo colonial, desde Cartagena, una fuerza centrífuga, movida por los movimientos poblacionales y la actividad económica, dio origen, con el nacimiento de los palenques de cimarrones, las rochelas, los sitios de libres y las fundaciones por parte de la administración española, a la aparición de carnavales a lo largo y ancho de la provincia. Estos fueron apropiándose de las particularidades de los contextos locales (flora, fauna, economía, política, mitos y ritos), los cuales los nutrieron y los transformaron, aumentando su riqueza y diversidad en cada lugar donde se realizaban. Más adelante, durante el periodo republicano, en las últimas décadas del siglo XIX, esas riqueza y diversidad fueron tributarias, a la manera de fuerzas centrípetas, del Carnaval de Barranquilla, ciudad que crecía con la dinámica de la economía exportadora nacional y las migraciones poblacionales que esta atrajo. Así, el Carnaval no solo fue una fuerza motriz que en su circulación fue configurando una región cultural, sino que se incorporó a la república con sus prácticas festivas resignificadas en la república, al romperse el pacto colonial.
Es preciso recordar que el carnaval es una expresión mundial de las artes y la cultura, es polisémico y plural. Se trata de una enorme diversidad de eventos festivos, muchos con similitudes entre sí, como aquellos que se realizan en la gran área del Caribe, o mejor conocida como el Gran Caribe, en la que se pueden dibujar redes culturales entre unos y otros, y que son resultado de la interculturalidad que ocurre con las transformaciones ambientales, sociales, económicas y políticas; sin embargo, también presentan diferencias en lo simbólico y en el conjunto de significados que los constituyen.
Una mayor comprensión de las fiestas de la independencia de Cartagena de Indias no es posible entonces sin una referencia histórica de largo plazo, la cual obliga a remontarse a los primeros tiempos de la ciudad, cuando se implantaba en su territorio un nuevo rizoma cultural2 a partir de la interacción de múltiples raíces étnicas americanas, europeas y africanas, que hizo florecer manifestaciones, expresiones y costumbres, presentes en fiestas civiles, religiosas y populares.
Como la de la cultura misma, no es posible reconstruir la trayectoria de las fiestas populares de manera lineal. Como los rizomas, se caracteriza por continuidades y discontinuidades, similitudes y diferencias, implantaciones y trasplantes. Como en la botánica, injertos, esquejes, acodos y migraciones permiten su reproducción con el surgimiento de nuevos brotes. De ahí que en este libro no seguiremos una cronología estricta, se privilegian en cambio las continuidades y discontinuidades de los grandes procesos dentro de la relación festiva entre la población y las autoridades.
En las trayectorias festivas no existe una regla universal que las rija, como es el caso de los carnavales que se trasladan con las costumbres humanas de un territorio a otro, que son nómadas, irrumpen y se dispersan haciendo difícil seguir su ruta migratoria, que bien puede darse entre continentes, o que se trasladan de una fecha en el calendario a otra distinta, siguiendo la tradición europea de celebrarlos con los anuncios del fin del invierno antes de la Cuaresma. Ambos movimientos ocurren en los carnavales americanos trasplantados en otros contextos caracterizados por diferentes condiciones naturales, sociales e institucionales.
Para mayor comprensión de la apropiación republicana de la fiesta colonial fue preciso moverse en el tiempo, sin que esto se presente de manera cronológica, y superar el simple espacio territorial de Cartagena. El estudio parte desde esta ciudad, examina la circulación de las fiestas por la provincia, incluyendo la vieja villa de Barranquilla que se transformaría en ciudad en el siglo XIX, y regresa a Cartagena para explicar la incorporación de las fiestas novembrinas a la formación nacional.
El escrito, resultante final de la investigación, ha sido dividido en tres partes para facilitar su lectura. La primera, describe hechos ocurridos en las afueras de la ciudad amurallada en las vísperas de las festividades de la Virgen de la Candelaria a comienzos de 1808. Es posible encontrar en este caso algunas prácticas y expresiones que se integraron al preludio de la fiesta religiosa, los vasos comunicantes entre la fiesta sacra y la pagana del carnaval, las tensiones entre las autoridades y la población, la resistencia social a prohibiciones y las negociaciones entre pobladores y distintos estamentos de la autoridad acerca de su permisividad y ordenamiento.
La segunda parte indaga por las rutas culturales migratorias que hicieron posible la aparición y transformación de carnavales en Cartagena de Indias como resultado de la interacción de población de tres continentes. Se organiza bajo la forma de tres travesías que dan cuenta de sus movimientos y contactos interculturales: (a) durante la historia transatlántica del comercio triangular que movió millones de seres humanos esclavizados y sus antecedentes entre Europa, África y América; (b) durante el periodo de la colonización española en el Caribe neogranadino, en el que surgen cabildos de negros, fiestas religiosas, fandangos, bundes y carnavales, y (c) durante el periodo de las revoluciones, entre la colonia y la república, cuando Cartagena de Indias se independizó y apareció la fiesta del Once de Noviembre.
La tercera parte describe la evolución de esas fiestas a la luz de los cambios de paradigmas de las élites, que inciden en aquellas y que dejan entrever la compleja inserción de la ciudad en la nación colombiana desde el siglo XIX hasta entrado el siglo XXI.
Los sucesos narrados en este libro relacionan los acontecimientos locales ocurridos en Cartagena de Indias en el marco de la coyuntura amplia de las revoluciones hispanoamericanas. Escrito en tiempos del bicentenario de las independencias de esta región americana, creemos que la presente obra puede ser útil para la comprensión del papel que desempeñaron las fiestas populares en la formación nacional y sobre cómo el tratamiento de lo simbólico al inicio del periodo republicano no puede ser entendido sino como un proceso complejo de resignificaciones, apropiaciones y, por supuesto, continuidades. Como proyecto de investigación es una bifurcación del artículo “Del arte de prohibir, desterrar y discriminar: Cartagena y sus disímiles narrativas de desarrollo y pobreza”, que aparece como prefacio del libro Los desterrados del paraíso: Raza, pobreza y cultura en Cartagena de Indias, en el que se hace referencia, precisamente, a las históricas prohibiciones que han acompañado la vida cultural de esa ciudad desde muy temprano, desde la llegada de los colonizadores europeos hasta nuestros días; prohibiciones que pueden observarse de manera continua en su abordaje festivo y de manera particular en las conmemoraciones de la independencia3.
* Una nota sobre fuentes literarias: a lo largo del presente ensayo el lector se encontrará con citas provenientes de autores del Siglo de Oro español, así como de escritores contemporáneos que han situado parte de su producción literaria en el área del Gran Caribe (Gabriel García Márquez, Roberto Burgos Cantor, Daniel Lemaitre y Alejo Carpentier). El uso que se hace de estas aquí no pretende otorgarles la fuerza demostrativa de una fuente de época, comprensible por el hecho de que muchos de los autores no estuvieron presentes, e incluso, ni siquiera vivían cuando tuvieron lugar los hechos mencionados aquí. Sin embargo, se reconoce que el escritor está inmerso en un medio social que, en efecto, responde a las transformaciones y pervivencias propias de cualquier grupo humano. Por esto, las prácticas festivas y culturales descritas con la elaboración suficiente pueden representar un importante insumo para cualquier investigación. Para profundizar en las virtudes y retos que implica el uso de fuentes literarias como fuente histórica véase Eduardo Posada, La novela como historia (Bogotá: Taurus, 2018), en especial los capítulos 2 y 3.
1 Los orígenes de los carnavales son imprecisos. Aunque según la visión dominante se remontan a las fiestas griegas y romanas dedicadas a los dioses, hoy empieza a asegurarse la existencia de costumbres previas en la ribera del Nilo, siempre asociadas a la agricultura. Los saturnales, en la Europa antigua, dedicados al dios de la agricultura, derivaron en el concepto latino de carnaval, como periodo previo a la Cuaresma del mundo cristiano. Se ha considerado que en el Caribe y en Cartagena de Indias la celebración del carnaval durante las mismas fechas del europeo fue introducida por los peninsulares. Se trata de una fiesta pagana, aunque con influencia religiosa; un combate entre lo sacro y lo pagano. Durante varios días se celebran festejos, ritos, espectáculos, torneos y juntas, juegos y apuestas. Es el tiempo para el disfraz, la máscara, la música, la danza, la ironía, la risa y la parodia. Da la idea de un mundo por fuera de lo reglado, del Estado y la Iglesia; un mundo dual o un mundo al revés. La costumbre europea de los carnavales, al introducirse en el Caribe durante la colonia, encuentra otros contextos, otro entorno social y cultural que los transforma, gracias a los aportes de las culturas americanas y africanas. En el Gran Caribe se acostumbra celebrar carnavales en distintos puntos de su geografía, que tienen raíces europeas disímiles (españolas, portuguesas, francesas, inglesas, holandesas), pero que mantienen entre ellos ciertas similitudes gracias a esas “huellas de africanía” —a la manera de Nina S. de Friedemann— impresas sobre los territorios por los esclavizados africanos y sus descendientes, provenientes de lo que los europeos llamaron naciones africanas. En el Caribe colombiano, y en Cartagena en particular, al no haber sido totalmente exterminada la población indígena, a pesar de la violencia ejercida contra ella y las enfermedades, también es posible encontrar las huellas de las culturas americanas. De esta forma, en el Caribe colombiano podríamos referirnos a un carnaval —o carnavales— criollo y mestizo a partir de culturas de tres continentes: Europa, África y América. Así, podrían reconocerse como fiestas euro-afro-americanas, concepto que hemos tomado de una conversación con la historiadora Adriana Maya (Bogotá, 2019).
2 El concepto de rizoma, empleado aquí para comprender los fenómenos culturales de Cartagena, abreva en la obra Mil mesetas, capitalismo y esquizofrenia de Gilles Deleuze y Félix Guattari (2002). Para estos autores, el rizoma constituye una antigenealogía, no responde a un modelo estructural específico, enreda múltiples matrices, no obedece a una raíz única, pone en juego una diversidad de signos, es abierto y siempre cambiante, nunca cerrado o único, implica direcciones que cambian, lo caracterizan “entradas” y también “salidas” múltiples, impensadas, y sabe cambiar su propia naturaleza en el tiempo (13-18).
3 Alberto Abello y Francisco Flórez (editores), Los desterrados del paraíso: Raza, pobreza y cultura en Cartagena de Indias (Bogotá: Maremágnum, 2015).