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Una tarea fina 21 de diciembre de 2000, 21 horas
ОглавлениеApreto el gatillo. Apreto el gatillo y reviento a todos. No tengo salida. Que se termine esta tortura.
Eso piensa el Chori Di Massa mientras las gotas de sudor le surcan la espalda.
Calor, mucho calor. Sobre la mesa de plástico dos porciones de muzza grasienta sin terminar. Moscas. Hay moscas en el plato. Moscas que se apasionan con el aceite que derrama la pizza e impregna los cubiertos, la mesa y el aire. Porque hay aceite en el aire. Y la Quilmes que está caliente también parece tener aceite. Todo mal. Calor y una Quilmes caliente es la peor combinación para pasar una noche de verano en el bar Lo del Tano en Avellaneda, una noche de calor que será recordada como la noche en que asesinaron a la Hiena Olmedo.
El Chori sacude la cabeza. No, no, no. No puedo sacarme, no puedo zarparme. Tengo que actuar según el plan. El plan. Seguir el plan. El Chori se concentra. Seguir el plan. El Chori se pasa una servilleta de papel por la cara. Aspira hondo. Calcula. Mide distancias. Sopesa probables reacciones. Las variables son múltiples. Las variables son infinitas.
Hace quince días que sigue los movimientos de Olmedo. Hace quince días se transformó en un parroquiano más del bar Lo del Tano.
El Chori Di Massa es un profesional. Matías “El Chori” Di Massa es obsesivo en su trabajo. Para el Chori hoy es el día D. Hoy es el día de la ejecución. Hoy es el día para cerrar el laburito. Hay algo que desconcentra al Chori. Hay algo que lo desencaja. Ese algo es la pantalla de televisión ubicada detrás del mostrador del bar. Matías Di Massa, alias “El Chori”, se hinchó las pelotas.
No puedo concentrarme, no puedo calcular con precisión cuánto me falta para la puerta o si hay algún policía encubierto en el bar. Si saco el fierro ahora lo bajo seguro y se termina la historia. Le pongo un corchazo y termino con esta tortura. No me puedo concentrar. No me dejan concentrar. No tengo que mirar más al televisor. ¡Concentrate en el laburo, pendejo, concentrate en el laburo! Me cago en Tinelli y la putísima madre que lo parió. ¡No! ¡No, loco! Volvamos a concentrarnos. Empecemos todo de cero. Concentrate, concentrate. Son trece mesas. Hay nueve personas incluyendo a la Hiena. Siete comensales, el mozo y el dueño. Hay dos tipos con cara de vigilantes sin contar a la Hiena, pero puedo equivocarme, capaz que no son polis. Igual esos dos son los más alejados de la puerta, están a tres mesas de Olmedo, casi en la entrada del baño. Eso me daría tiempo para ver si quieren sacar el arma reglamentaria. Si amagan a agarrar algo, los bajo a los dos y listo. Bien, bien, ahora estamos mejor. Después de los dos disparos camino a la puerta mirando muy atentamente a esos dos botones, porque parecer, parecen canas, los guachos. Son sólo tres metros, sólo tres metros que me separan de la puerta de salida. Tres pasos, tres putos pasos. Me voy a cruzar primero con esa parejita de pendejos que no son peligrosos. Están apretando desde que llegaron, no me van a complicar. Al lado de la puerta está el Negro Nicolaides, que en su puta vida tiró un tiro. El Negro Nicolaides es un ex maquinista del Ferrocarril Roca. Hace tres años lo rajaron con una indemnización que le sirvió para vivir seis meses. El Negro se patinó la indemnización y ahora es un borracho. Un borracho desocupado. Un borracho desocupado como otros tantos miles de borrachos desocupados que dejó el Ferrocarril Roca. El Roca es una fábrica de borrachos desocupados.
Todo eso le contó el Negro Nicolaides al Chori durante esos quince días de espionaje, de carpeteo.
Nicolaides no es peligroso. Nicolaides es un alma en pena que come gratis gracias al Tano. El Tano también es ex ferroviario, pero el Tano no se patinó la indemnización, invirtió toda esa guita en esta pizzería de mala muerte que está en concurso de acreedores. El Tano está a un paso de ser otro ex ferroviario desocupado. Pese a estar en la ruina, el Tano deja que el Negro Nicolaides coma y se mame gratis. Fueron compañeros de la misma formación, le dijo el Tano al Chori hace una semana. Esas charlas son parte del carpeteo. Es la manera en que el Chori analiza el lugar donde cometerá la ejecución. Gracias a esas charlas el Chori sabe que ni el Negro ni el Tano son peligrosos. Tampoco la parejita de pendejos que está chapando a su lado. El pibe es Jonatan, el sobrino del Tano, que es un energúmeno que ni estudia ni trabaja. Y la piba es Jazmín, la fija de Jonatan. Se juntan en la pizzería porque es en el único lugar donde pueden comer y chapar sin que les rompan las bolas. Esos dos también comen gratis. Con razón está quebrado el Tano. Salvo por esos dos monigotes que pueden ser canas, no creo que haya un arma en este puto bar porque después el único que me queda es el Pitu. El Pitu es el mozo. Y el Pitu es un pan de Dios.
Nueve personas. Somos diez conmigo. Es fácil. Tengo que concentrarme en los únicos dos que no conozco. En esos dos gatos con cara de culo sentados al lado del baño. ¿De dónde salieron? Cada tanto la Hiena sale con custodia. Sabe que muchos dentro de la fuerza se la tienen jurada y que más de una bandita del conurbano quiere su cabeza. La Hiena se cuida, pero últimamente había tomado la costumbre de cenar solo, justamente en este bar mugriento y apestoso. ¿Esos dos grandotes son custodia o son dos giles? No importa. No importa porque los tengo de frente y puedo medir muy bien sus movimientos. Repasemos. Olmedo siempre anda calzado. Una nueve en la cintura y una veintidós en el tobillo. La próxima vez que Olmedo quiera servirse cerveza y tenga las manos ocupadas con la botella y el vaso, me paro y en dos segundos le pego dos tiros en la nuca, levanto la vista y veo a los dos posibles canas, si no hacen nada, me voy caminando apuntándoles y… ¿Qué está haciendo De la Rúa ahora? ¿Tinelli, De la Rúa y un imitador de De la Rúa hablando de los presos de La Tablada? ¿De la Rúa prometiendo un año espectacular? Sorete, nos estamos cagando de hambre y vos haciendo de payaso en la tele. Flaco, ¿quién te asesora? En el bar la gente no para de reírse y yo tratando de terminar mi laburo. De la Rúa se va y vuelve, se va y vuelve. ¿Es una joda para Tinelli?
En ese momento la Hiena se para de la mesa para señalar nuevamente el televisor. La putísima madre que te parió, así no termino más, pensó el Chori. ¡Basta de especulaciones, le pego un tiro y que sea lo que Dios quiera! No, no, no, bajá un cambio. Soy un profesional. Tranquilizate. El Chori respira hondo. Saca una servilleta y se seca la frente por cuarta vez.
El Chori está sentado hace más de una hora a dos metros de Carlos Olmedo. Comisario Carlos Rafael Olmedo, alias la Hiena. Comisario de la Comisaría N.º 1 de Avellaneda. Tiene veintidós años de servicio en la Policía Bonaerense. Olmedo es un tipo alto y de tez oscura. Un lungo alto y fanfarrón. Un lungo alto, fanfarrón, con la cara picada por la viruela y la cocaína. Un lungo de espalda ancha. Un lungo jodido. Mató a mucha gente este lungo jodido. Y coimeó a otras tantas. Muchos enemigos durante muchos años.
El Chori es sicario. No dispara cuando le pinta. Dispara cuando sabe que puede matar sólo a la víctima por la que le pagan y dispara sólo a la víctima por la que le pagan sin necesidad de matar a terceros ajenos al contrato. Todo eso lo hace cuidándose de no perder la vida. El Chori es el killer mejor cotizado del conurbano. Eso sí, el Chori se toma su tiempo. Para hacer una tarea fina hay que ser paciente. Hace quince días que el Chori está siguiendo a Olmedo. En la logística lo ayudaron dos de sus mejores hombres: el Kevin Herrera y el Tarugo. Entre los tres carpetearon a Olmedo. Lo siguieron, lo estudiaron, lo condenaron. El Chori carpeteó a Olmedo porque el Chori tiene que matar a Olmedo. Para eso le pagan. De eso vive.
Olmedo solía variar entre tres o cuatro bodegones, pero desde hace cinco noches optó por cenar en esta pizzería de mala muerte con un ventanal que da a la calle General Lavalle, a sólo ciento cincuenta metros de la comisaría. No importa si está de franco o si en la comisaría hay una noche movida. La Hiena siempre se toma su tiempo para rajar de la taquería y embuchar algo. Come gratis, por eso come afuera. Y come mucho.
Lo venía siguiendo en forma sinuosa y sigilosa. De dicho seguimiento sacó la fecha de ejecución. Había coordinado todo para asesinar al comisario el día 20 de diciembre. Ayer fue 20 de diciembre, 20 de diciembre de 2000. Pero ayer Olmedo fue a cenar con el cabo Iparaguirre. A él le pagaron por matar sólo a Olmedo. Hubiese sido fácil bajarse a los dos yutas, pero ese no era el acuerdo. Eso no era prolijo. Además de no ser prolijo, era meterse en quilombos. Los clientes se hacían cargo de las repercusiones y de los costos por la ejecución de un comisario. Dos ejecuciones policiales no son sencillas de bancar ni financiera ni políticamente. Iparaguirre nunca lo sabrá, pero por compartir una pizza grasienta le había salvado la vida al putrefacto de la Hiena Olmedo. Dos tiros por muerto. Es prolijo y ahorrativo.
Si la noche del asesinato la Hiena fue a cenar con Iparaguirre, entonces el Chori pospondrá el atentado veinticuatro horas. El 21 de diciembre Olmedo será boleta, pensó el Chori ayer. Hoy 21 de diciembre de 2000 Olmedo debe morir.