Читать книгу Escuelas en transformación - Alejandra Santana López - Страница 8
ОглавлениеPrólogo
Superado el problema de la cobertura escolar en el Chile de los años ochenta, surge el desafío de asegurar igualdad de oportunidades educacionales y calidad educativa a todos los estudiantes chilenos. En el marco de un sistema educacional que se organiza en base a las reglas de libre mercado, e inserto en una de las sociedades más desiguales del mundo, los primeros gobiernos democráticos impulsan una serie de políticas orientadas al mejoramiento de la calidad educativa de las escuelas. Se combina un sistema basado en la demanda o libre elección de establecimiento educacional –ya sean públicos o privados– de parte de las familias, con una lógica de intervención estatal con el foco puesto en asegurar la calidad, equidad e inclusión en las escuelas.
A partir del año 2006, las marchas estudiantiles –y la presión ejercida por diversos sectores de la sociedad– sientan las bases de una nueva reforma educacional, donde se amplían los recursos para las escuelas en contexto de desventajas. Desde un paradigma educativo centrado en el imperativo ético de justicia social, mejoramiento continuo, integralidad del desarrollo infanto-juvenil, los derechos de las personas y la participación de los distintos actores insertos en comunidades educativas diversas, se instala un conjunto de normativas y lineamientos para una acción especializada, focalizada e interdisciplinar en las escuelas (Ley de Subvención Escolar Preferencial (SEP); Ley General de Educación (LGE); Ley de Aseguramiento de la Calidad (SAC); Ley de Inclusión escolar; Ley de Carrera Docente y la Ley que crea el nuevo Sistema de Educación Pública).
En parte, como consecuencia de la incapacidad de la política pública de los años ochenta para enfrentar las desigualdades sociales, es que
–desde los años 90 en adelante– el Estado no deja de intervenir otorgando recursos para que, a la tarea de mejoramiento de la efectividad pedagógica de las escuelas, se integren profesionales especializados en el área de lo psicosocial para apoyar el aprendizaje estudiantil. Este es justamente el foco principal de este libro: divulgar en las comunidades educativas, en los tomadores de decisiones en materia de políticas educativas y en la comunidad científica, los resultados de un estudio acerca de las condiciones y procesos de implementación de estos programas de intervención social.
La evidencia ha mostrado que la implementación de programas en las escuelas es un enorme desafío. No depende solo de los recursos económicos disponibles. Por lo general, estos surgen de la presión que ejercen las normativas y lineamientos de políticas educativas sobre la acción de las escuelas. Las formas que adoptan los programas también están mediadas por la manera en que los actores ponen en práctica lo que esas políticas detallan en el papel. Como bien se plantea en este libro, el resultado de esa puesta en práctica puede conducir a que las escuelas –y los programas de intervención que derivan de esas políticas– no siempre hagan lo que se espera de ella. ¿Cómo avanzar, entonces, hacia una mayor coherencia entre políticas educativas y programas de intervención social que se desarrollan en las escuelas? Los resultados de este estudio aportan evidencia que puede servir de insumo para comenzar a delinear escenarios posibles en este sentido. Hoy, la escuela se encuentra frente a una oportunidad única en tanto cuenta con importantes recursos para hacerlo. El desafío ahora es avanzar hacia una mejor comprensión de los procesos de implementación de programas de intervención social de las escuelas, como es lo que se desarrolla en este volumen.
A partir del análisis de casos diversos, situados en zonas urbanas y rurales de la Región Metropolitana, la autora aporta exhaustiva y sistemática evidencia respecto a las lógicas de acción de las escuelas, su relación con la implementación de programas de intervención social y el grado de apropiación que sus actores han hecho de los mismos. Específicamente, en relación a las dinámicas propias de los programas de intervención social en las escuelas, la particular forma que estas tienen de traducir y vivenciar las políticas educativas, la manera en que las prácticas se van expresando en el discurso y cómo aquello da cuenta de procesos de transformación social.
Metodológicamente, se apoya en un conjunto de casos calificados por la autora como ejemplo de buenas prácticas en cinco escuelas. Los programas de intervención social objetos de estudio en este libro, derivan de cuatro lineamientos programáticos más amplios: Programas de Mejoramiento (Ley SEP), Programa Habilidades para la Vida (HpV), Programa de Integración Escolar (PIE) y otros provenientes del sector privado.
Este libro sale a la luz en un momento histórico inédito para Chile y el mundo. El desempleo, el confinamiento y el traslado del trabajo de aula al hogar, que ha traído consigo la pandemia por Covid-19, auguran una agudización de la desigualdad social y educativa para los años que vienen (Unesco, 2020). Las escuelas se verán desafiadas a ampliar la perspectiva habitual con la que han desempeñado el trabajo escolar y revisitar el sentido, condiciones y procesos de diseño, implementación y evaluación de los programas de intervención social a futuro. Creemos que este libro aporta herramientas analíticas útiles para estos efectos.
Dar cuenta de los procesos de implementación de los programas de intervención social en escuelas situadas en contextos de desventaja, no es una tarea sencilla. La autora de este volumen lo ha realizado con notable rigurosidad y sistematicidad, lo cual se hace evidente en la profundidad con la que se analizan cada uno de los programas objetos de estudio de este libro. Sus resultados destacan comunalidades entre escuelas y condiciones relevantes de ser consideradas.
Más allá de las condiciones específicas que surgen de la realidad territorial o la sobre intervención de programas en algunas escuelas, vale la pena destacar la percepción transversal del rol que las políticas educativas y de infancia han jugado en facilitar el desarrollo de estos programas en las escuelas. A pesar de que los programas de intervención social tienden a ser vistos como una oportunidad para avanzar en “lógica de mejoramiento contextualizado”, nos señala la autora, las condiciones de entrada de los programas a las escuelas parecen constituirse en un determinante central. Instalar programas desde una lógica top-down afecta en forma diferente el curso de la implementación de estos, cuando se comparan experiencias basadas en negociaciones colaborativas entre gobiernos locales y escuelas. Se configuran disposiciones diferentes hacia el programa y su relación con los otros actores de la escuela, afectando inevitablemente sus resultados.
Un segundo aspecto, a destacar, se relaciona con elementos subjetivos y culturales que atraviesan los procesos de implementación de los programas. Particular atención reciben en este libro las representaciones que las escuelas construyen de la situación de desventaja en la que se produce el aprendizaje estudiantil. Las representaciones sociales configuran imágenes, creencias y prejuicios que condicionan la acción humana y social (Moscovici, 1979). Si en la cultura escolar priman imágenes centradas en el déficit de los estudiantes y sus familias, entonces, la intervención social entendida como “apoyo especializado que busca afectar directamente las condiciones de aprendizaje de niños/as” se enfrentará a un obstáculo mayor, que no hará más que reducir la eficacia de aquello que los programas prometen a la comunidad.
Este hallazgo hace resonancia con una condición de entrada institucional de los programas, ya reconocida por la literatura especializada, a saber, la importancia de la familiarización institucional de los programas (Montero, 2012). Esta familiarización es entendida como el conocimiento, comprensión y legitimación necesarios de construir entre los equipos del programa y los de las escuelas; específicamente, respecto al sentido, metodologías y requerimientos de los programas de intervención de parte de la comunidad, y la sensibilización de los equipos con la cultura escolar, sus dinámicas, tensiones, problemas, capacidades e intereses de los profesionales, las familias y sus estudiantes. Tiene como finalidad legitimar los propósitos del programa, construir confianzas entre los profesionales y conocer y comprender perspectivas disciplinares y modos de trabajo diferentes. Exige la construcción de espacios de encuentro y diálogo orientados a la comprensión recíproca de perspectivas y modos de acción.
Otro aspecto relevante es la importancia atribuida por las escuelas a la participación de las familias y la relación que se establece con la eficacia de los programas de intervención social. Existe un volumen importante de estudios que subraya la importancia de la participación de las familias en los procesos de escolarización de niños y niñas y sus aprendizajes, particularmente en las escuelas que trabajan en contextos de desventaja. Es un área de valoración transversal a todas las escuelas, pero calificada de difícil gestión por sus profesionales y los de los programas que se presentan en este libro.
No obstante, los beneficios que se le reconoce a la participación de los padres, en las actividades de la escuela, son las disposiciones y prácticas educativas parentales en el hogar, las dimensiones con mayor capacidad predictiva del curso que describa el desarrollo y aprendizaje estudiantil. A este respecto, estudios realizados en Chile y otros países sugieren que las familias que viven en condiciones de desventaja se involucran mucho en el aprendizaje escolar; sin embargo, las representaciones docentes, que este libro reporta, parecen no saberlo. ¿Qué pasa que la escuela no ve cómo se involucran las familias con los procesos de escolarización de sus estudiantes desde el hogar? ¿Por qué la escuela no valora lo que estas familias hacen? Es aquí donde el fortalecimiento del trabajo interdisciplinar con los profesionales de los programas de intervención social, surge como una oportunidad.
La invitación que se hace en este volumen es de una mayor apertura institucional al aporte que traería consigo el trabajo conjunto y colaborativo entre el mundo de la educación formal y el trabajo social escolar. La interdisciplinariedad configura una oportunidad de conceptualización y sistematización de iniciativas para incluir lo educativo en el trabajo social y la mirada social en el trabajo educativo. El trabajo social no solo se ocupa de vincular y brindar apoyos: puede constituirse en un gran aliado para enriquecer y complementar el trabajo y la innovación que las escuelas realizan en favor de una transformación social más amplia. La interdisciplinariedad es capaz de transformarse en un eslabón que amplíe horizontes para la acción transformadora de las escuelas en contextos sociales y/o territoriales difíciles.
Desde el punto de vista teórico, la autora busca superar la mirada reduccionista que impera sobre los programas de intervención social, la que tiende a considerarlos solo como un recurso especializado de apoyo a individuos particulares que se encuentran en situaciones de rezago, riesgo o exclusión del sistema escolar. El modelo analítico que aquí se propone se apoya en un enfoque donde los programas de intervención social se configuran como la expresión operativa –planeada, organizada y sistemática– de una política pública, cuyas acciones afecten las condiciones individuales, familiares y comunitarias del aprendizaje estudiantil. Los programas de intervención social deben ser concebidos para actuar orientados hacia la transformación social.
El concepto de transformación social, que este modelo propone, plantea una lógica de intervención que no considera la desventaja como un obstáculo, sino como una oportunidad para construir, en forma comunitaria, nuevas condiciones para el desarrollo y el aprendizaje estudiantil. Esto, no obstante la escasez de recursos culturales, económicos y sociales. Se propone una lógica que fomente la transformación institucional para pasar de una escuela concebida como sistema cerrado y estático que opera en forma rígida, burocrática y estandarizada, a una escuela que pone en el centro de su actuar, la construcción de narrativas y acciones mutuamente definidas y acordadas entre todos los actores directamente involucrados. Se aboga, así, por una perspectiva más cercana a la creación de sentido o de co-construcción de la intervención social que a lógica de programa técnico-racional.
Desde esta perspectiva, deriva una propuesta multidimensional para el análisis de los programas, de gran utilidad para el diseño, implementación y evaluación de políticas y programas de intervención social en escuelas que trabajan en contextos institucionales y sociales de desventaja. Este modelo contempla de manera clara la necesidad de considerar que una adecuada y satisfactoria implementación de programas de intervención social debe lograr articular condiciones y procesos “objetivos” de implementación, junto a otros de orden subjetivo y cultural. A saber: 1) aspectos propios del contexto territorial y social de la escuela y la comunidad educativa en la cual se insertan los programas de intervención social; 2) componentes, fases, hitos, responsables, recursos, tiempos y acciones que configuran el plan operativo de cada programa; 3) las narrativas que los distintos actores de la comunidad educativa han construido respecto del sentido, estrategias y trayectoria de la implementación de los programas; y 4) las tensiones y coordinación de acciones que se reconocen entre los equipos de gestión, pedagógicos y de los programas de intervención social.
De este modo, se pone a disposición del lector un trabajo que, desde un enfoque de co-construcción de programas de intervención social, aporta información valiosa acerca de un conjunto de programas que ha sido considerado exitoso por los actores de escuelas que trabajan en contextos de desventajas. También aporta una metodología útil para la reflexión de las propias comunidades educativas a este respecto, lo que puede significar una especial contribución en la implementación de intervenciones educativas y sociales en el marco del nuevo Sistema de Educación Pública. Este sistema contempla importantes recursos para la articulación de políticas, planes y programas diversos y la integración de profesionales especialistas en otras áreas complementarias al trabajo pedagógico en aula. Se avanza, así, hacia un nuevo enfoque de educación pública que requerirá de herramientas que contribuyan a iluminar los nuevos recorridos que deberán hacer las escuelas en este marco.
Verónica Gubbins Foxley
Centro Investigación y Estudio de la Familia
Universidad Finis Terrae