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Introducción

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Con esta frase introductoria de Frank Schwinn, se evidencia que lo propio de los negocios son las situaciones que piden la gestión desde la milla extra. La vida directiva es una vocación que llama e invita a resolver problemas para el bien de los clientes. Todo empresario y emprendedor tiene un muy alto apetito irascible que es aquella fuerza interior que lo lleva a asumir riesgos y a encarar las dificultades, con fortaleza, tenacidad e innovación.

Durante la crisis el empresario trabaja principalmente resolviendo problemas, repitiendo semanalmente comités, duplicando los esfuerzos, teniendo muchas más horas de trabajo. Es el contexto de crisis, la superación de las dificultades y poder superarlas lo que llenan de felicidad y satisfacción a las personas, porque como realidad paradójica el esfuerzo es importante y necesario para la felicidad: lo que cuesta te hace feliz. Y son esas historias las que harán parte de los logros de la vida que se contarán. El cómo se afronte y se viva la crisis se vuelve crucial en la forma en la que se navega el velero. Es la crisis parte del camino del perfeccionamiento humano que cobra una visión positiva al enmarcar un camino de esperanza y fortaleza.

La crisis hace parte del proceso natural de la vida tanto de la empresa como de la persona, por tanto, se debe entender que tiene un inicio y un final. Así es como, a partir de esa premisa, la visión a largo plazo de la empresa cobra un sentido esencial, porque es sobre esta en la que están centrados todos los planes estratégicos, con el fin de conseguir el propósito que se tiene como empresa. De esta manera, para conseguir liderar positivamente y tener impacto, se debe partir de la visión humanista de la empresa y alinear el propósito de la compañía y de las personas, y así conseguir un liderazgo positivo, y una vez en un norte empresarial claro, se pueda liderar acertadamente tanto en tiempos de crisis como en las condiciones cotidianas.

El empresario debe tener olfato y saber leer las circunstancias, para cambiar y refinar lo que no funciona y lo que sale bien. Hay empresarios que nacen con una idea, y son exitosos, no por su idea per se, sino porque debe reinventarse y refinar lo que sale bien y cambiar lo que no. Tal y como pasó con Incubadora Santander,1 en que Diego Muñoz, después de haber tenido su propio molino de arroz y haber fundado la primera fábrica de hielo en Bucaramanga, empezó a perseguir sus sueños: ser agricultor. Así es como nació la idea de exportar piñas a Alemania, pero las gallinas que producían el abono se multiplicaban, lo cual llevó a que Muñoz se enfocará en el negocio avícola.

En los sesenta, Enrique, el hijo del fundador, trazó como objetivo vender pollitos en todo el país, sin embargo, hacia finales de los ochenta el negocio no era tan próspero. Por tanto, se dio un giro a la empresa, para lo cual se trajeron al país 20 000 gallinas reproductoras, representadas en cuatro lotes de 5000, que tuvo un éxito por cinco años. Después Enrique encontró una nueva oportunidad: vender huevos. Fue en 1994 cuando salió el primer huevo del centro de producción y se convirtió en poco tiempo en el mayor productor del país.

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