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Liderazgo positivo

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Una empresa con propósito requiere un líder positivo, que es la persona que se maneja con prudencia y entiende que no se es dueño de la verdad, porque respeta el conocimiento que le dan los demás, independiente del cargo que ocupen dentro de la organización. Para eso, también son importantes los conocimientos técnicos y reconocer las aptitudes y los conocimientos frente a un cargo, así como observar que estos son fundamentales dentro de un rol de liderazgo, pero no son suficientes, porque los empleados también ven las intenciones del líder. Por tanto, cobra una gran importancia la recta intención que es el querer genuino del otro, porque se le ve con preocupación y con amor.

Este liderazgo está alineado con el propósito al responder al porqué se hace, y no al qué se hace, de modo que está en línea con el propósito personal, porque brota de la propia identidad. El descubrimiento de un propósito hace que la vida del líder sea significativa y permite que se lidere desde ese propósito, de modo que es un liderazgo genuino y positivo. De esta manera, se influye en todo el entorno de la empresa y se conectan el significado y los propósitos de cada miembro de la comunidad con el de la empresa. El liderazgo positivo requiere la humildad del líder, de su compromiso y de la apertura al cambio, con lo cual se fomenta el sentido de comunidad.

En la lógica del liderazgo positivo, no se trata de comunicar desde la dirección hacia todos los miembros sobre el propósito, sino que se debe descubrir y redescubrir el propósito compartido ya existente en la compañía, para lo cual se debe hacer partícipe a todos los miembros de la comunidad de personas que la integran, al igual que mediante el ejemplo de todos los miembros de la dirección. Es desde la observación y el ejemplo genuino como se adoptan los comportamientos positivos dentro de la organización, viviendo desde el ejemplo.

De esta manera, el líder es el que decide, no solo pensando en la eficiencia de la organización, sino en el desarrollo de las personas a las cuales dirige. Construye organizaciones que recurran activamente a los dones, es decir, a los diferentes talentos, habilidades y aptitudes de los empleados, para potencializar y desarrollar a cada uno (Naughton et al., 2015).

Finalmente, la base de las relaciones exitosas dentro de la comunidad de personas está dada por la confianza, de modo que son estos lazos los que hacen que estas actúen desinteresadamente y hacia un bien común. Cuando dentro de una organización se crean vínculos de confianza, estas aprenden más rápido y tienen un compromiso mayor (Canals, 2010), lo cual, a su vez, crea una cultura organizacional movida por el servicio y la visión del otro por su valor como persona.

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