Читать книгу Capitalismo Natural y Economía Circular - Alejandro Pagés Tuñón - Страница 11

Introducción

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El misterio de la vida nos ha planteado siempre una interrogante que se refleja en nuestra misma consciencia. Es esa capacidad que tenemos de reflexionar que nada es eterno: todo es mutable y finito. Nuestro paso por la vida, nuestra propia existencia, es fugaz. Sin embargo, ese instante puede y debe ser transformador, ya que tenemos la libertad de elegir, para bien o para mal, y aunque no es posible desligar nuestra existencia del pasado ni del presente, sí podemos ligarla al futuro. Lo cierto es que este último será nuestra única aportación: es lo que dejaremos a nuestros hijos y a la humanidad; ese legado que forma la herencia genética.

Desde tiempos inmemoriales, los padres, con el fin de dejar un futuro promisorio, siempre hemos pensado qué patrimonio les legaremos a nuestros hijos. Por ello, los monarcas buscaban que sus herederos mantuvieran el derecho de sangre sobre sus tierras o el derecho de las tierras sobre su sangre. Hoy, la diferencia es que el patrimonio no es de un solo monarca, sino de todos, y debemos heredarlo a las futuras generaciones. No podemos hipotecar o dilapidar lo que no es nuestro. Entonces, al ver nuestros avances como especie, merece la pena analizar con cuidado hasta dónde hemos llegado, con todos los costos y los beneficios que ello implica, y qué estaremos dejando para nuestros descendientes. Sin embargo, la visión no luce muy alentadora.

Con base en esta proposición, me dispuse a evaluar cuál será el patrimonio que dejaremos a nuestros hijos si seguimos adelante con la trayectoria de los últimos dos siglos: la era de las sucesivas revoluciones industriales que dieron a la humanidad la posibilidad de crecer, prosperar y avanzar con mayor vigor desde los albores de la historia humana. A mi juicio, el patrimonio más importante es el que la naturaleza nos da. Este es el capital natural, que puede, debe y tiene que multiplicarse para brindarnos más oxígeno puro, más alimentos, bienestar, así como salud física y mental, en su forma más pura. No obstante, la humanidad, que se ha multiplicado como nunca en la historia del planeta, ha consumido a tasas alarmantes este acervo.

En la actualidad, los beneficios que se han alcanzado son inmensos, pero los costos asociados han sido desproporcionados. Vivimos en la era de mayor deterioro de los ecosistemas y de sus funciones y contribuciones vitales a la biosfera. Los científicos han cuantificado que los nueve límites planetarios naturales se han desbordado, lo cual significa que la naturaleza no alcanza a reponer sus capacidades a la velocidad con la que son utilizadas por los humanos. Los riesgos que observamos, los que se prevén y los que se materializan son de magnitudes de hecatombe; además, cada año y temporada o estación se exacerban.

Así, las manifestaciones de climas extremos son noticias cotidianas en cualquier parte del mundo. Los desastres naturales y provocados, como inundaciones, incendios o sequías, nos afectan todo el tiempo. Asimismo, la degradación de los océanos, la desaparición de bosques enteros, la desertificación de vastas zonas, el flanqueo de ríos y represas de vías fluviales, la desaparición de humedales, el blanqueo y la destrucción de arrecifes milenarios de coral y de explotación indiscriminada de zonas costeras y manglares, además de la cada vez más evidente desaparición de los glaciares polares y montañosos, son síntomas de un agudo padecimiento de proporciones bíblicas. De igual manera, las contingencias ambientales por contaminación atmosférica, los derrames y la eutrofización se han vuelto comunes y cotidianos en todos los continentes y regiones del globo.

La naturaleza vive una de las peores crisis que afecta a gran parte de la vida en el planeta, que llega ya a los límites de una extinción masiva sin precedentes. Esta crisis de la biodiversidad ha sido provocada y agravada por un puñado de impulsores directos, todos derivados de la acción humana y que, en sí mismos, resultan críticos. Las interrogantes son si estamos al límite de un camino sin retorno y si la propia acción humana, con sus conocimientos y tecnologías, sus capacidades institucionales y su acción colectiva, es capaz de corregir el rumbo a tiempo. Entonces, corregir implica transformar el paradigma que nos trajo a este momento. Esta transformación comprende un nuevo pensamiento, así como actitudes y comportamientos renovados. Por ello, un pensamiento sistémico debe ser el punto de partida.

La realidad del mundo en que vivimos nos ha llevado a visualizar, pensar, analizar y desarrollar sistemas complejos, a partir de la observación de los fenómenos que nos rodean. Desde el nivel atómico hasta la escala estelar o universal del cosmos, todo actúa y se manifiesta a nivel de sistemas. Las ciencias naturales ya no visualizan fronteras entre sus disciplinas, sino que interactúan para comprender con mayor profundidad sus sucesos. Lo mismo ocurre con las ciencias humanas y sociales, las cuales deben ser comprendidas de forma interdisciplinaria. La tecnología de los ordenadores y la informática ha aportado mucho para develar las misteriosas y complejas interrelaciones de los fenómenos que nos suceden y nos afectan. Entonces, estamos comprendiendo que el pensamiento y el desarrollo humano son fenómenos complejos no lineales que se deben, tienen y pueden retroalimentar. Así, hoy ya no hablamos de relaciones entre las cosas, sino de ecosistemas en los que todo convive y aporta. De tal modo, la sociedad humana es capaz de dimensionar que su existencia forma parte de una intrincada red de fenómenos, de los cuales no puede desvincularse. Así, cohabita con una infinidad de formas de vida que merecen existir, y no podemos ser nosotros los que determinemos su futuro.

Esta reflexión reafirma mi convicción: lo que nos ha traído hasta este momento civilizatorio debe volver a mutar, para obligarnos a observar la naturaleza, sus hábitats, ecosistemas y formas de vida, a fin de encontrar una alternativa compartida y viable. No obstante, la tarea no es sencilla, pues requiere que, en un lapso muy corto, modifiquemos de raíz todo lo que hemos construido a lo largo de la historia, en particular durante las revoluciones industriales. Ideas, conceptos y culturas deben cambiar para poder formular un camino de transformación que nos encauce hacia un futuro próspero y, a la vez, equilibrado y sostenible. Así, la naturaleza podrá recuperarse para brindarnos más satisfactores, bienes públicos o contribuciones vitales. Por ello, debemos partir de un entendimiento común del problema que enfrentamos: qué lo ha ocasionado, cuáles son y serán las consecuencias de mantener el estado de las cosas, qué proporciones puede alcanzar y qué efectos se han empezado a desencadenar. De igual manera, debemos compartir el camino y la alternativa de solución.

De este modo, para restablecer la fortaleza de los ecosistemas naturales es necesario recuperar la sabiduría ancestral de las culturas originarias de todos los continentes respecto del valor de la madre tierra. Paradójicamente, la ciencia actual y la tecnología complementarán los caminos hacia una solución transformadora basada en lo natural. Aprovechando el conocimiento que hoy existe y las capacidades de innovación y desarrollo tecnológico y científico, podemos modelar el futuro, a partir de pensar y diseñar un nuevo paradigma.

Para abordar este planteamiento, dividí el presente ensayo en tres partes. La primera pretende situarnos en el contexto actual de la era antropogénica, con sus alcances, logros, riesgos y efectos sobre el planeta; en ella se evalúan los aspectos críticos más relevantes, de acuerdo con una amplia y consensuada información científica. Así, destaco que el daño más grave ha sido hacia la biodiversidad y sus ecosistemas, colocando en su justa dimensión los impulsores directos, entre los que sobresale el calentamiento global. Esta primera parte se encuentra dividida en tres capítulos. En el capítulo uno realizo un recuento del camino de éxitos, vicisitudes y actitudes que nos han puesto en esta trayectoria: cómo la humanidad ha alcanzado a conquistar y colonizar cada ecosistema del planeta, extenderse, reproducirse, vivir y no solo sobrevivir, sino conocerse, organizarse, generar riqueza y depender, cada vez menos, de las cambiantes condiciones naturales y climáticas que provocaron, por milenios, la precariedad de las sociedades, los pueblos y las comunidades asentadas en todo el orbe. Los logros no son menores. Dejamos atrás los patrones de subsistencia de los pueblos para lograr prosperidad, bienestar y riqueza sin parangón. Si bien muchas naciones aún están emergiendo del subdesarrollo, y otras luchan por salir de la pobreza, es indiscutible que buena parte de los beneficios alcanzados se han podido generalizar en el planeta. Por ello, durante esos dos siglos de prosperidad y progreso, ampliamos nuestros horizontes en todos los sentidos.

La ciencia, a través del método, nos ha traído a este presente, gracias a la explosión del conocimiento humano y la tecnología. Así, nos ha llevado a revolucionar las formas de producción a partir de revoluciones industriales sucesivas, las cuales han permitido expandir los bienes y los satisfactores para cubrir una multitud de necesidades básicas y suntuarias. La conquista de las tecnologías nos ha facilitado logros, gracias al aprovechamiento de energías cada vez más efectivas para movernos y para producir. No obstante, estas condiciones obligan a cuestionarnos hasta dónde el mundo actual será capaz de mantener el modelo derrochador de recursos naturales.

En el capítulo dos busco explicar y comprender el alcance de los efectos antropogénicos sobre el planeta, sobre todo aquellos que considero de mayor impacto para la sostenibilidad de los ecosistemas y la biodiversidad, así como para los sistemas económicos de producción y consumo. Conocer y comprender las enormes contribuciones que la naturaleza y la biodiversidad han brindado al ser humano resulta vital para poder pensar y articular ideas y procesos que permitan modificar los hábitos y costumbres que, en los dos últimos siglos, han provocado las mayores disrupciones a los ciclos naturales y a la vida del planeta. Así, es crucial que todos conozcamos y asimilemos que la pérdida de biodiversidad puede ser la más grande de las crisis que el ser humano enfrente.

En realidad, nos encontramos en el vórtice de una de las mayores extinciones que haya enfrentado la vida en la Tierra. Sabemos que estamos por alcanzar un punto de no retorno y es necesario asimilar que, de no evitarlo, nos veremos irremisiblemente arrastrados hacia una serie de crisis sucesivas y concatenadas en diversos ámbitos. Por ello, retomo y presento los impactos específicos en una gran parte de los ecosistemas vitales para la Tierra. Prácticamente ningún ecosistema natural del planeta se ha abstraído de la influencia humana que ha generado niveles de estrés agobiantes para su funcionamiento. No obstante, hay que entender que el planeta es un organismo vivo en el que interactúan todos y cada uno de sus ecosistemas.

En este mismo capítulo destaco otra grave consecuencia visible de nuestra inconsciencia: la contaminación en todas sus formas materiales (líquida, sólida y gaseosa). Los alcances de este impulsor directo de la crisis de biodiversidad no son menores, puesto que se ha detectado hasta en los lugares más remotos del globo. La contaminación es el resultado de modelos humanos de producción y consumo errados, que han generado residuos y desperdicios no asimilables por los procesos naturales.

Por su importancia, actualidad y necesidad de comprensión, en el tercer capítulo resalto uno de los fenómenos antropogénicos más estudiados por los científicos y menos comprendidos por la sociedad: el calentamiento global. Este tiene la particularidad de ser el acelerador del cambio climático que, a pasos agigantados, está desequilibrando la naturaleza y su biodiversidad. Apenas en las últimas décadas los científicos y estudiosos de las disciplinas relacionadas con los fenómenos complejos, como el clima, han determinado cuán importante ha sido el cambio climático a lo largo de las eras geológicas y los periodos biológicos del planeta, que han moldeado y esculpido, con ciclos de calentamientos y enfriamientos milenarios, las etapas que conocemos.

Las actividades humanas de los últimos dos siglos han provocado la acumulación desmedida de gases de efecto invernadero (GEI), que hoy conocemos como emisiones antropogénicas o huella de carbono. Por ello, trato de hacer conciencia sobre las necesidades energéticas de la Tierra, sobre todo, cómo la naturaleza las ha satisfecho a lo largo del tiempo y cómo han ido cambiando para el hombre y su proceso civilizatorio. Así, subrayo la relevancia de la bioenergía como fuente irremplazable y autosustentable, la cual permitió moldear el desarrollo de las sociedades y de los procesos económicos y productivos. En este sentido, tan importante es la necesidad de energía para el desarrollo humano como la urgencia de detener los efectos antropogénicos de la combustión de materiales fósiles. La meta consciente está en lograr “cero emisiones y cero residuos”.

La segunda parte de este ensayo se enfoca en un paradigma que restablezca y genere caudales de riqueza al proponer un capitalismo natural; es decir, un sistema económico que devuelva su riqueza a la naturaleza y se reconozca como parte vital de los esquemas de producción y consumo. La hipótesis de la que partimos es que nuestros actuales modelos de producción extractivos y de explotación son los que devastan las fuentes naturales de recursos con mayor rapidez de lo que le toma a la naturaleza reponerlos; además, son los que provocan efectos externos globales sobre el capital natural del planeta, entendido como un factor de generación de riqueza. Estos efectos externos, de manera general, se denominan desperdicios; dicho de otra forma, son la consecuencia de sistemas de economía lineal extractiva y derrochadora desde su concepción.

En el cuarto capítulo se formula esta hipótesis, a partir del reconocimiento de un nuevo paradigma de escasez relativa, determinado por las propias limitantes que la naturaleza y los ecosistemas nos han evidenciado. Ahora es un factor limitante que requiere ser reconocido en el análisis de los sistemas económicos. La transformación que buscamos debe cimentarse en nuestras capacidades tecnológicas, que también constituyen una variable relevante de la función de producción, lo cual impulsa una revolución de los sistemas de producción lineal que genera efectos externos en todo el orbe. Enfatizo que con la cuarta revolución industrial y la transformación de nuestra visión lineal y derrochadora de los modelos de producción podemos encontrar una salida, pero solo si nos orientamos bajo los modelos biológicos que ofrece la naturaleza, perfeccionados durante milenios, los cuales aprovechan todo lo que generan y no desperdician recursos en ninguno de sus procesos, porque todo lo que se desecha reingresa a los ciclos biológicos como alimento.

Esta transformación paradigmática y necesaria es realizable con independencia del sistema económico adoptado por cada nación en el planeta, pues todos mantienen modelos de producción lineal con efectos externos de proporciones devastadoras para el futuro de nuestras sociedades y de la naturaleza. Para entender cómo llegamos a este sistema lineal, presento una breve historia de cómo las formas de organización del hombre arraigaron ideas como la propiedad de la tierra y la especialización del trabajo como fuente de riqueza, motivando la explotación de recursos naturales.

La Revolución Industrial fue una de las grandes transformaciones del pensamiento económico, auspiciada por la tecnología, ante la ausencia de posibilidades para mantener la expansión a través de la tierra. Así, la fuente de expansión se circunscribió al capital y nació la era de la generación de riqueza de las naciones y del crecimiento económico, a partir de la reproducción de bienes y servicios; luego, se dio paso al modelo extractivo-intensivo de materiales y materias primas, para construir, armar y alimentar la maquinaria, con distintas consecuencias sobre la naturaleza.

El actual modelo industrial extractivo que se ha utilizado en las sucesivas revoluciones industriales es lineal en su concepción y se basa en el uso de grandes cantidades baratas de materias primas y de energía de fácil acceso. No obstante, se están por alcanzar sus límites físicos. Por ello, evalúo la necesidad de concebir la tierra, el suelo y la naturaleza como parte del capital natural, que debe ser el factor de producción y riqueza que se debe reponer, restaurar y multiplicar de forma sostenible.

Las implicaciones de incorporar el capital natural son de enorme trascendencia para transformar los sistemas económicos de una producción lineal obsoleta, improductiva, derrochadora y completamente ineficiente. En consecuencia, se requiere invertir en capital natural: se necesita el capitalismo natural.

Este capítulo también nos adentra en las contribuciones que el capital natural ha ofrecido al planeta, a sus habitantes y al hombre mismo, así como la situación en la que se encuentran estos acervos naturales para el sostenimiento futuro de la producción y el consumo. La realidad es que estamos en el límite de sus capacidades. Las mayores contribuciones de la naturaleza al ser humano y su economía provienen de servicios que no tienen sustitutos reales en el hábitat de la Tierra; son un factor limitante irremplazable para el desarrollo económico futuro, cuyo valor intrínseco y de mercado es incalculable. De este modo, el enfoque del capitalismo natural conducirá a un futuro próspero y de bienestar mediante la transformación radical de los patrones de producción y consumo, así como de la reivindicación de la inversión en los ecosistemas naturales. Restablecer el capital natural implicará modificar el patrón de escasez relativa hacia una economía de mayor bienestar. Para hacerlo, se deben generar incentivos adecuados, eliminar las distorsiones e internalizar los costos reales; solo así se logrará corregir las fallas de mercado que nos han puesto en la trayectoria de colisión con la naturaleza. Finalmente, abogo por hacer de la naturaleza la solución, a partir de sus diseños efectivos y servicios vitales, pues con soluciones basadas en la naturaleza apostamos para ganar.

En el capítulo cinco abordo la segunda parte de la ecuación de transformación: la economía circular. Este modelo se ha convertido en un movimiento muy poderoso para afrontar los grandes retos que he señalado. La clave es que, con ella, se está impulsando un sistema económico que genera y recupera valor, a la vez que evita pérdidas innecesarias y externalidades. Hablar de economía circular es hablar de optimización y eficiencia, para poder alcanzar cero residuos y cero emisiones. La transición hacia un sistema de este tipo puede ser la mayor revolución y oportunidad de organizar la producción y el consumo en nuestra economía global en los últimos dos siglos, pues promueve reducir, reutilizar, reciclar y recuperar los materiales en los procesos de producción, distribución y consumo. Sus principios son medulares para la sustentabilidad, ya que diseña, reutiliza al mayor valor posible, aprovecha la energía renovable y logra la restauración. Además, se basa en el estudio de los sistemas no lineales, en particular, los sistemas biológicos.

Así, en este capítulo hago énfasis en el diseño no solo de los materiales circulares, sino también de los modelos de negocio circulares. Los primeros deben hacerse y se hacen utilizando sistemas vivientes. Estos modelos, probados por la naturaleza a lo largo de los siglos, nos señalan con claridad que “todo es alimento”, y nada se desperdicia. Solo en la concepción humana apareció el desecho que, hasta antes de la Revolución Industrial y la producción de materiales no degradables, era inexistente. Así, refiero algunas de las escuelas más importantes del pensamiento circular y su visión del diseño, puesto que buscan evitar el desperdicio, aumentar el uso y facilitar la regeneración.

Por medio del diseño podemos abordar las causas de los desafíos económicos, sociales y ambientales, en lugar de tratar simplemente los síntomas. La circularidad juega un papel clave en la transformación de un futuro visionario y práctico para el planeta y para el ser humano. Así, el diseño es creación con intención, que da forma a los sistemas, productos y servicios que creamos. Nos obliga a rediseñar todo: productos, modelos de negocio, ciudades, los sistemas lineales y las políticas públicas. Al abordarlo también busco responder cuáles son los materiales y procesos que pueden ser circulares, pues hay que transitar para lograr que todos lo sean. Actualmente, una gran cantidad de estos no lo es porque no fueron diseñados para ello. Entonces, debemos hablar de cambios a partir de los niveles molecular y atómico. Con la biotecnología, la innovación en materiales avanzados y el desarrollo de productos, la economía circular transformará el diseño de un solo uso por el diseño para múltiples usos escalables, lo que minimizará los efectos externos sobre el medio ambiente de los materiales utilizados. En este sentido, la bioindustria, biotecnología, bioplásticos y biociencias hacen grandes contribuciones para un futuro más sostenible.

También, explico y describo la importancia del diseño de negocios circulares para la articulación y el logro de la economía circular. Así, transformar la propuesta de valor para un ciclo de vida de los bienes más prolongado, y con una mayor eficiencia en su utilización, genera un cambio en el pensamiento y en los hábitos de consumo. De este modo, el cambio de paradigma está en el valor dado a la propiedad del producto, que ya no se transfiere al consumidor, sino mediante su uso y goce a partir de diferentes mecanismos.

De esta manera, al revalorizar los servicios, se hace más eficiente y extendido el uso de bienes. Varias orientaciones de negocio son descritas con algunos ejemplos y casos de éxito, los cuales muestran que la desmaterialización de la economía es posible, altamente rentable y eficiente, sin perder el valor y la utilidad de los servicios.

Por otra parte, resumo los principios de la economía circular y los modelos de negocio a través de un marco conceptual de análisis que incluye seis acciones empresariales que brindan oportunidades circulares habilitadas por innovaciones tecnológicas y aplicaciones a empresas exitosas.

El capítulo seis presenta la propuesta de este ensayo de impulsar una agenda económico-ambiental global basada en los dos paradigmas que abordé en los capítulos previos: el capital natural y la economía circular. Ante la clara evidencia de los síntomas de deterioro que se observan en el planeta y las consecuencias que ya se están viviendo en muchas partes del mundo, es necesario tomar acciones de forma inmediata.

En este sentido, formulo algunas ideas encaminadas a atajar estas cuestiones y encontrar soluciones de mercado, donde se logren incentivos adecuados para acelerar los ajustes. Así, retomo mediciones interesantes que ofrecen indicadores que dan cuenta de en dónde nos encontramos y cómo podemos avanzar. Uno de ellos es una enorme aportación reciente: el indicador de brecha financiera global de biodiversidad, cuyo propósito es medir y reconocer la necesidad de acrecentar los caudales de inversión en capital natural financiadas con aportaciones públicas y privadas, con el objetivo de ser rentables. Otro de los indicadores que incluyo es el Índice del Estado de los Negocios Verdes, el cual calcula los avances de miles de empresas en la implementación de políticas, mecanismos, operaciones y cadenas de suministro sustentables. Así, se cuantifican los impactos en capital natural provistos por este conjunto de empresas y su reducción de GEI.

Sin embargo, todos estos esfuerzos son aún limitados respecto del tamaño del problema que enfrentamos. Por lo tanto, en este capítulo planteo la necesidad de impulsar un modelo transformador de restauración del capital natural y de economía circular, el cual denomino “modelo de capitalismo natural circular”. Asimismo, incluyo un indicador de circularidad de la economía mundial que nos brinda la dimensión de la brecha de recuperación de materiales. Sin embargo, el camino es aún largo mientras no reduzcamos las altas tasas de extracción, la acumulación de existencias en curso (acervos) y, además, aumentemos los niveles de procesamiento y ciclicidad al final de su uso.

También, presento un estudio actual sobre el potencial de la economía circular para contribuir a la reducción de emisiones al transformar el cómo fabricamos y utilizamos los productos. Es relevante contar con este tipo de mediciones, a fin de trazar metas más ambiciosas que la reducción de emisiones prevista en el Acuerdo de París, que solo impactan en 55% de ellas. El restante 45% proviene del sistema de producción lineal que debe ser corregido a partir del impulso de la economía circular.

Para la construcción de una agenda económico-ambiental y de cambio climático integral y comprensiva, incluyo una evaluación de los aspectos económicos que la deben acompañar, mediante una nueva forma de pensamiento económico circular y regenerativo que ofrece un marco poderoso para reencauzar no solo los sistemas de producción en favor de la sustentabilidad de materiales y bienes, sino también de una mayor conciencia de nuestra humanidad y del papel que jugamos en el planeta. Este pensamiento parte de reconocer que es preciso acelerar la transformación a partir de la construcción de un nuevo contrato social que elimine las distorsiones y los efectos externos provocados en las economías, a través de políticas públicas y regulaciones adecuadas.

En este capítulo también discuto la relevancia de la economía del conocimiento para la generación de riqueza, tomando en cuenta la restricción y el aporte que la naturaleza provee. Asimismo, considero el factor humano como caudal de capital generador de riqueza y, además, renovable por naturaleza. Así, evalúo la importancia de invertir y financiar el capital humano para avanzar en la producción de conocimiento, el cual multiplica la riqueza y, a su vez, potencia su redistribución. De esta manera, enfatizo que un modelo de capitalismo natural circular puede impactar en los rezagos que más han afectado la prosperidad compartida y sostenible: la distribución de la riqueza y el riesgo ecosistémico. De igual forma, analizo cómo el capitalismo natural y circular puede generar desarrollo y crecimiento en las economías del planeta. En consecuencia, los beneficios se consolidarán conforme se acumulen ganancias en productividad y rendimientos de las inversiones en los acervos de capitales, en particular, el natural.

Por otra parte, discuto uno de los grandes retos para llegar a una transformación económica exitosa: lograr el pleno empleo, tomando en cuenta que las revoluciones industriales anteriores trajeron consigo mecanización y sustitución de capital manufacturero por el factor trabajo. De tal modo que la solución está en estimular el trabajo humano al eliminar los impuestos al trabajo, invertir en ello y gravar las externalidades a lo largo de toda la economía.

En la tercera parte del ensayo abordo dos temas para su implementación. Por una parte, el diseño de una política fiscal verde y cómo construirla y, por otra parte, cuáles son los mecanismos y acciones de política necesarios para lograr la inversión, el financiamiento y la descarbonización que nos conduzcan hacia una transformación natural de los sistemas económicos actuales. Esta transformación debe pasar por un cambio de las mismas proporciones en sus sistemas impositivos, puesto que los fines, las metas y los objetivos cambian y requieren estructuras contributivas adecuadas. A su vez, alcanzar la neutralidad climática implica impulsar la restauración y la circularidad, para lo cual hay que implementar estrategias en eficiencia en materiales y activos existentes, formular políticas para una economía circular regenerativa y libre de residuos, e incitar el desacoplamiento y una mayor productividad.

Ahora bien, para abundar en la instauración de una agenda económico-ambiental global sustentable y eficiente para el planeta y el ser humano, presento un análisis sobre la política fiscal verde. Además, incluyo el diseño de instrumentos fiscales como las transferencias, los subsidios y el gasto público, ya que también deben adecuarse para no ser distorsionantes y que puedan aportar a la transformación económica que se requiere y a la compensación de los profundos daños que ha dejado el modelo lineal actual.

Asimismo, planteo cómo movernos hacia la productividad radical de los recursos, alejando los impuestos al trabajo y a los ingresos para concentrarse en gravar la contaminación, el desperdicio, los combustibles fósiles y la explotación de materias primas; además de eliminar las subvenciones que actualmente se aplican en ellos y en otros productos, como los alimentos, que se califican como “subsidios perversos”, pues son explotados por debajo de sus costos reales.

Dentro del capítulo ocho profundizo en el camino por seguir para transitar hacia un capitalismo natural y circular, con el fin de detener las graves crisis, en plural, que ya vivimos y enfrentamos. De igual manera, abordo un enfoque amplio de financiamiento para la conservación de la naturaleza, el cual pretende asegurar los fondos necesarios para la biodiversidad, valorándola en función de los costos económicos que se generarían de no hacerlo.

Para acelerar la transición a la economía circular, pongo a disposición del lector un racimo de estrategias y acciones de política pública, las cuales se han venido aplicando ya en diversos países y dan cuenta de los éxitos en el abordaje de esta transformación. De este modo, al partir de una medición adecuada, es posible construir un modelo de capitalismo natural circular para cada economía o región, de acuerdo con sus propias características ecosistémicas, económicas y productivas.

Mensaje del autor

Lanzo este llamado que se suma a las millones de voces en favor de preservar la naturaleza, pero hago patente que ya comenzaron las crisis y que tenemos que detenerlas a toda costa. En las manos de esta generación está detener las extinciones y pérdidas de biodiversidad, lo que evitará crisis mayores. Con la consciencia que tenemos podemos transformar los sistemas económicos de producción y consumo que están causando estos males. Tenemos que procurar una sociedad que logre cero emisiones y cero residuos. No robemos el futuro de nuestros hijos y de sus hijos.


A. P. T.

Capitalismo Natural y Economía Circular

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