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RETOS DE LA VIDA
ОглавлениеFeliz de la vida, alegre y contento se sentía este pequeño felino. Conocido como el gato Nino, travieso, ocurrente, pero sobre todo con esas inmensas ganas de aprovechar cada oportunidad que se presentaba en su corta vida. Llevaba puesta su fina gorrita de lana tapándole sus grandes ojos, él, muy ingeniosamente había hecho cuatro orificios para que pudiera ver, oír y mostrar sus puntiagudas orejas. Tenía unos pantalones azules muy sueltos que hacía gran combinación con su pelaje naranja y... no estaba en sus planes, pero, parte de su personalidad era aquel vendaje que llevaba en la cola. Todo él, era Nino, caminando a pasos de danzante para ingresar a una sala de videojuegos.
Con esa sonrisa en forma de tres vio a todos los cachorros jugando en las maquinitas.
—Hola Nino —saludó su amiguita, una inocente gatita.
—¡Hola! ¿Quieres jugar? —preguntó Nino muy entusiasmado.
—Si —sonrió la pequeña minina.
Dio una vuelta de trescientos sesenta grados para elegir con cual de las maquinitas iban a jugar, pero una asombrosa máquina lo detuvo. Impresionado contempló una cabina de videojuegos muy parecido a un auto viajero del futuro, era extremadamente espectacular, llevaba el nombre de, “Emoción al Límite”.
—¡Woooooww! ¡Miauu!
Nino corrió con gran emoción y abrió la puerta del futurista auto.
—¡Hay que jugar aquí! —dijo antes de subir.
—Es para uno —reclamó triste la tierna gatita.
—¡Mira esa bola de estambre! —exclamó el ocurrente Nino —Tengo siete fichas. Si gano, ya podemos comprar la bola de estambre...
—¡Wow!... ¡Juega Nino! —alentó con felicidad su amiga.
—¡Lo ganaré para ti! —una sonrisa en forma de tres brotó en Nino con espontaneidad.
La gatita le respondió con una sonrisa mientras sus orejitas tan frágiles se sonrojaban.
Una vez dentro de la cabina, muy curioso por experimentar el juego, insertó una moneda, se colocó las gafas de realidad virtual y una voz robótica dio comienzo a la aventura. “Comenzando retos en tres, dos, uno...” Las gafas reflejaron una luz rojiza y en letras amarillas Nino leyó una palabra que muy pocas veces prestó atención, pero que siempre lo ponía en práctica, a pesar que no sabía el significado: “RETO”.
La palabra se disolvió en un remolino tan psicodélico que lo llevó a un paseo tridimensional, aterrizando en una enorme pista de pruebas. El pasaje estaba cerrado entre dos paredes infinitamente grandes, quedó asombrado de tal escenario. Un letrero iluminó la palabra NIVEL 1, y la voz robótica lo alarmó.
—El agua subirá a medida que el juego alcance mayor nivel. Suerte.
Nino comenzó el juego, corrió y saltó pequeñas zanjas de manera muy rápida, su habilidad gatuna era impresionante.
—Este juego esta fácil —decía por cada salto que daba —, recontra fácil.
Se detuvo hasta llegar al NIVEL 2.
—¡¡¡Woowwnnmiauu!!! —estaba feliz de su primer logro.
El siguiente letrero se iluminó, y al instante escuchó mu cerca de él un temible gruñido, volteó a ver, y atrás de él estaba un inmenso perro con una dentadura más grande que su tamaño, unos ojos fríos y burlones. Nino quedó petrificado. Las piernas le temblaban, sus ojos saltones se quedaron fijos en la mirada de aquel perro burlón, el can se inclinó, deslizó sus patas traseras y sorpresivamente abrió su hocico tan grande como la de un hipopótamo. Nino reaccionó al mismo tiempo y echó a correr. Las zanjas se hacían un poco más grandes.
—¡¿No que el agua iba a subir nomás?! —protestó.
El enorme can con gran habilidad saltaba cada zanja, abriendo y cerrando fuertemente su enorme hocico, mientras Nino movía su cola de un lado a otro para no ser masticado. La sorpresa y el miedo aumentaron cuando al saltar vio una puerta de madera que bloqueaba el camino, frenó tras golpearse contra ella, se levantó muy rápido y el enorme perro con mirada burlona había desaparecido.
—Este juego es muy real ¡¡Me dio miedo!! —miró arriba un poco enojado para que la voz robótica oyera su reclamo.
El letrero NIVEL 3 se iluminó dando otro sonido. Nino retrocedió para lograr ver el tercer letrero, pero muy debajo del suelo algo ocurría, una luz incandescente nacía de las zanjas. Enormes nubes grises comenzaron a revolotearse hasta expulsar un fuerte rayo que destruyó la puerta de madera. Nino muy confundido, miró a todos lados, el aire soplaba con fuerza.
—Esto es un juego, es un juego, ¡es un juego!... —se lo repetía a sí mismo, hasta que otro rayo cayó en una de las vacías zanjas, dando comienzo a un tempestuoso tornado. De la luz incandescente ascendieron ardientes llamas de fuego, Nino corrió a toda velocidad y el espacio entre las zanjas cada vez se hacían más grandes.
Corría a toda velocidad mientras el tornado destruía todo a su paso y el fuego crecía cada vez más.
—¡¿Dónde está la salida?!
Un último letrero, grande y luminoso respondió su pregunta. Sin dudarlo saltó hacia ella.
Finalmente se quitó las gafas para leer un pequeño consejo escrito en la pantalla.
“La vida es como un videojuego, cuando eres pequeño, tus retos son pequeños, pero a medida que creces, tus retos se hacen cada vez más grandes”.
Nino soltó una carcajada, pero la reflexión llegó a él involuntariamente. Cada nivel que había pasado fue sorpresivo, a pesar que la voz robótica lo engañó, no se esperaba nada de esto, ni al perro, ni al tornado o al fuego. El nivel comenzó con zanjas pequeñas y terminó con zanjas grandes ¡Pero todas fueron zanjas! Lo que no imaginó, es que en cada nivel habían dificultades externas que superar, como el perro o el temible tornado. A su corta edad un videojuego le había enseñado algo, le dio una lección que Nino no sabía, pero que lo practicaba. Tan entusiasta como siempre, sonrió en forma de tres, sacó las fichas y abrió la puerta.
—¡A comprar la bola de estambre!