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Presentación a la segunda edición
ОглавлениеEntre 1998 y 2002 redacté el trabajo que está en la base del presente estudio. Fue un ejercicio que me sirvió para cumplir con mi objetivo de realizar los estudios de doctorado. Para estructurarlo me sirvieron mucho los cursos que impartí durante cinco años a los estudiantes de Licenciatura, Maestría y Doctorado en Estudios Latinoamericanos en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Entre los planteamientos que están en el centro de la escritura de este texto y que fueron parte de los cursos mencionados, está el tema de la construcción de la nación colombiana, un objeto de estudio latente en aquel momento por diferentes coyunturas, en especial por las múltiples consecuencias que afloraron después de la desaparición de la Unión Soviética; la movilización de los indígenas en México, Ecuador y Bolivia; la situación política mexicana hacia el relevo de la hegemonía priísta, y la lectura de obras que trazaron horizontes de sentido sobre la historicidad de la nación con la publicación al español y reedición de obras como Naciones y nacionalismo (1998), Sobre la historia (1998), Historia del siglo XX (1998) y La invención de la tradición (2002) de Eric Hobsbawm. Asimismo, los trabajos de Imannuel Wallestein: Abrir las ciencias sociales (1996); El moderno sistema mundial III (1998); Impensar las ciencias sociales (1998), y las obras de referencia sobre el tema: Comunidades imaginadas (1996) de Benedict Anderson y François-Xavier Guerra, Modernidad e independencia (1992), entre otras muchas lecturas y autores que están referidos en el libro. Desde diversos presupuestos teóricos y críticos, estos autores conducían al problema de la construcción histórica de los referentes nacionales y los vínculos de esas labores referenciales con el desenvolvimiento de las ciencias sociales y las humanidades.
Por las perspectivas desde las que partí y que traté de preservar a lo largo del trabajo, no quise estudiar el tema de la nación desde la mirada de la identidad y tampoco quería caer en el relativismo extremo que supone el carácter narrativo de la escritura de la historia que aquellas mismas circunstancias hacían evidentes. Más bien, emprendí el camino para tratar de explicar el carácter específico de cada una de las ciencias sociales y las humanidades, así como los procesos de institucionalización de estas disciplinas, tema que me preocupa hasta la fecha y que he estudiado en el libro América Latina: cultura letrada y escritura de la historia (2018).
Como tantos trabajos, este libro está ligado a las preguntas planteadas por el célebre estudio de Germán Colmenares: Las convenciones contra la cultura (1989) y a los temas tratados por Bernardo Tovar Zambrano en “El pensamiento historiador colombiano sobre la época colonial” (1982); también tiene vínculos con los problemas historiográficos que exponen los múltiples textos de Jorge Orlando Melo y presta atención a las referencias sobre problemas nodales en la construcción de la nación colombiana que señalan Marco Palacios y el conjunto de trabajos de La historia al final del milenio. Ensayos de historiografía colombiana y latinoamericana (1994). En aquellos momentos que inicié estas pesquisas no había muchos trabajos que permitieran abordar con mayores armas analíticas los dos temas centrales de este libro: la escritura de la historia como disciplina y la construcción de la nación. Al mismo tiempo que emprendía mis tareas, Sergio Mejía realizaba sus estudios sobre las obras de José Manuel Restrepo y José Manuel Groot, referencias que me hubiera sido muy útil conocer en aquel momento.
Después de concluir mi trabajo en torno a la construcción de la nación y la escritura de la historia en Colombia, empezó el camino de la publicación, y en esas búsquedas marcadas por el azar, que signó unos cuatro años de transitar por diferentes caminos, tuve la suerte de encontrar un espacio para que el libro tuviera la posibilidad de integrarse a la legendaria colección de la editorial La Carreta, de Medellín, donde habían publicado muchos de los referentes de mi libro. Y con ello empezó la etapa de la circulación del trabajo y las diferentes consideraciones sobre los alcances y posibilidades de los estudios historiográficos, así como de las propuestas de interpretación en las que me había ocupado durante estos años.
La realización del presente estudio no contó con los recursos que existen actualmente para recabar algunos datos que hubieran dado mayor solidez y precisión a algunas afirmaciones; sin embargo, como es explícito en mi libro, la exhaustividad no fue una pretensión. Ahora, después de transcurrido el tiempo y con la ventaja de los avances del conocimiento en el ámbito histórico puede verse cómo, paulatinamente, han emergido diferentes temas y campos de interés derivados de estos avances, por ejemplo, los retos que plantea la coyuntura del posconflicto y el papel que en esta situación tienen las ciencias sociales y las humanidades.
Muchas de las situaciones que son evidentes en estas circunstancias no son nuevas en los procesos de emergencia y consolidación de estos campos del conocimiento; tampoco las tensiones entre la memoria y la historia, la urgencia para asumir la contemporaneidad como un objeto de estudio, la presencia de las ciencias sociales y las humanidades en los espacios escolares, la enseñanza y la difusión de los conocimientos históricos. Es decir, la necesidad que existe para que el trabajo de los historiadores ayude a explicar y comprender los múltiples conflictos colombianos. Temáticas que resurgen una y otra vez cuando se promocionan las conmemoraciones y es necesaria la voz de la historia, casi siempre circunscrita a los datos inocuos y agobiada por las tensiones de la simplificación azuzada por la intolerancia de algunos sectores sociales y políticos.
La reedición de Historia y nación: tentativas de la escritura de la historia en Colombia afirma la creencia en la necesidad de trascender las limitaciones de las explicaciones que minimizan la complejidad de las experiencias humanas y, al mismo tiempo, reafirma la convicción para evitar la parálisis a la que conduce el relativismo extremo que se sostiene en la historicidad social. Esta propuesta de interpretación sobre algunos aspectos centrales de la configuración de la historia colombiana busca, sobre todo, alentar el diálogo crítico con los conocimientos de los que partimos, de las obras que nos preceden a partir de la lectura detallada para superar la práctica que considera que el avance del conocimiento solo depende de una declaración de ruptura basada en la novedad del presente, en la originalidad del enfoque o en la obsolescencia temporal. Y es a este diálogo al que invitan las descripciones y análisis que propone este libro.