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AGRADECIMIENTOS

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Este libro ha sido una de mis creaciones más importantes. Descubrí, una vez más, cuánto cuesta traer hijos al mundo, cuánto te forman, cómo te exigen, cómo te obligan a sacar tu mejor versión, porque ellos se nutren de ti, por eso doy gracias a mis más grandes formadores: mis hijos: Julián Andrés, que me graduó de papá y sigue enseñándome todos los días a dar pasos seguros porque camina sobre esas huellas; Felipe, la ternura y el amor incondicional de hijo, me enseña a ser planificador de mis metas; Melissa que llegó para enseñarme la ternura de una relación que trasciende los lazos sanguíneos; Valentina, mi pequeña bailarina, un torbellino de energía y cariño.

A Cony que me ha acompañado en mis luchas externas y también las internas.

A mi mamá, Neiva Vega, que me enseñó a soñar y a guerrear por los logros, la persona más especial de mi vida.

A los que me enseñaron a trabajar en equipo, mis hermanos: Eduardo, mi mentor desde niño, el que movió mis pensamientos hacia el riesgo; Cefe, mi compañero silencioso de batalla; Lesty mi guía espiritual de familia; Neiva, la ternura y bondad como enseñanza; Adaluz, el empuje y la valentía como método; Duby, mi eterna cómplice, el amor incondicional; y David, que me enseñó a ser papá desde pequeño.

A mis adorados Martín y Ariana que vinieron al mundo a enseñarme a renovar la ternura.

A mis excompañeros de Atlético Nacional, campeones de Copa y libertadores de la creencia y del trabajo en equipo, gracias amigos porque un balón nos unió para siempre.

A Andrés Escobar porque desde el cielo nos guía.

A mis maestros: Francisco Maturana, adalid del cambio del fútbol colombiano. A Hernán Darío Gómez, mi consejero permanente, un sabio popular, un amigo y confidente, A Hugo Gallego, gestor del sistema que impulsó la mayor transformación de nuestra historia deportiva.

A Francisco ‘el bogotano’ González, uno de mis primeros formadores en el juego, con su entrega, su bondad, su amor y su sabiduría me mostró el valor de ser un verdadero maestro.

A la Equidad Seguros, porque allí aprendí a ser entrenador, profesión que me ha permitido desarrollarme y mantener un constante compromiso con el cre-ser, desde el SER.

A todos esos sabios que permanentemente me hablan al oído, de los cuales vivo nutriéndome.

A Sharon y David por su paciencia, cariño y entrega para que este escrito fuera posible.

Gracias por estar ahí, espero devolverles algo a sus espíritus después de leer este libro.

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