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Imperio austrohúngaro

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A pesar de la frecuente investigación en todas las lenguas europeas sobre el Imperio austrohúngaro, resulta algo escasa sin embargo la representación de las contribuciones en lengua española, donde ocupan un lugar prioritario las traducciones de obras históricas (Fetjö, 1990; Taylor, 1983). La aportación original en lengua española se resume especialmente en artículos de investigación o divulgación. Por ejemplo, Historia 16 dedicó en su año XVI, nº 185 (1991) tres artículos a la historia del Imperio centrándose en el reinado de José II (Pecharromán, 1991b), las tensiones eslavas dentro del Imperio (Torre del Río, 1991) o las nuevas ideologías políticas (Hernández Sandoica, 1991). También en Historia 16 publicó Julio Gil Pecharromán artículos sobre Yugoslavia (Pecharromán, 1991a) o las consecuencias de la desintegración del Imperio (Pecharromán, 1994). Al margen de las obras históricas, la cuestión biográfica de los protagonistas austrohúngaros ha resultado también fructífera, sobre todo en lo concerniente a la familia Imperial. La Emperatriz Elisabeth, Sissi, es uno de los personajes austrohúngaros que más interés ha despertado, tal y como lo atestiguan múltiples contribuciones (Caesar Corti & Bofill i Ferro, 1992; Azagra, 1997; Moix, 2004), de entre las que sobresale el éxito de Ángeles Caso (1995), traducida incluso al alemán (Caso, 1998). Esta obra, a pesar de sus inexactitudes históricas, el endulzamiento del personaje y una aparente escasa investigación científica enmascarada en un perfil novelesco, es sin lugar a dudas un buen punto de contacto con un personaje central del Imperio austrohúngaro. El atractivo de Elisabeth se percibe también en las múltiples obras traducidas, entre ellas, por suerte, la minuciosa y posiblemente mejor biografía (Hamann, 2004) o la algo incompleta pero útil recopilación de testimonios personales de la emperatriz (Christomanos, et al., 1988). Muy en relación con ella, también se ha dirigido la vista frecuentemente hacia Rudolf, retratando los grandes enigmas de su biografía (Baltazzi Caravas, 1991). Este desmedido interés hacia Elisabeth o Rudolf desmarca injustamente a otros personajes austrohúngaros, entre los que se podría mencionar al mismo Emperador, del que son muchas menos las obras disponibles.

A esta producción de perfil histórico en lengua española hay que añadir la obra monográfica El Estado fragmentado (Sosa Wagner & Sosa Mayor, 2007), que no solo es interesante por su aproximación al Imperio, sino también por su visión europeísta, no demasiado alejada del objetivo de este estudio. Ambos autores persiguen las vinculaciones entre el Imperio austrohúngaro y España, lo que consiguen mediante un estudio histórico comparado del Imperio y de la España de las nacionalidades. La recepción crítica de este volumen ha sido de gran interés no solo por las valoraciones que contiene, sino especialmente también por la profunda reflexión que desencadenó la propuesta. Casi de la magnitud de un artículo de investigación son los comentarios de dos autores en dos ilustrativas reseñas (Arzoz Santiesteban, 2007; De Diego Arias, 2009), especialmente por el énfasis que hacen de las «posibilidades contemporáneas del Imperio». Esta idea se remonta a la línea de investigación que había sugerido ya unos años antes Ernest Lluch en uno de sus últimos artículos, resaltando el potencial austrohúngaro (Lluch, 2000).

Esta búsqueda de potencial en la historia se echa sin embargo de menos en la dedicación a la literatura austrohúngara en su conjunto, pues se ha focalizado más su estudio en el análisis pormenorizado de autores concretos. La carencia de obras monográficas en lengua española dedicadas a la literatura del Imperio austrohúngaro puede verse suplida por la dedicación a autores puntuales, incluso con una intención generalista (Martínez Laínez, 1988; Vargas González, 2007), que arrojan un fidedigno panorama a esta cuestión. Con una voluntad algo más específica, Afinidades vienesas (Casals, 2003) sintetiza brevemente el florecimiento cultural de la Viena de cambio de siglo centrándose en sus protagonistas. De todos ellos, especial atractivo ha despertado Hugo von Hofmannsthal tanto por sobre su sorprendente evolución estética (Jané, 2005) como por su crisis del lenguaje alrededor de la carta de Lord Chandos (Millanes, 2008). Como es de suponer, también se han perseguido sus relaciones con la literatura española en Der Turm (Rocha Barco, 2002) o Dame Kobold (Tamames, 1995). A Miguel Ángel Vega debemos parte del conocimiento de Hugo von Hofmannsthal tanto por sus artículos como por la sucinta pero más que valiosa aproximación que precede a alguna de sus obras en la editorial Cátedra (Vega, 1991). También Vega ha trabajado sobre Arthur Schnitzler (Vega, 1995). Adan Kovacsics se ha ocupado no solo de la traducción de Karl Kraus, sino también del estudio de su obra. Y una tesis doctoral dedicada a Peter Altenberg (Merck Navarro, 1999) atestigua el interés que todavía despierta este momento literario. En lengua catalana existe una monografía sobre Joseph Roth (Estelrich i Arce, 1992).

El perfil filosófico de esta literatura lo ha desgranado Rafael García Alonso (1995), pero también Fernando Bayón tanto en sus estudios sobre la trascendencia de la obra de Musil en su consideración del «mundo moderno» (Bayón, 2006) como en sus análisis sobre la influencia de Freud (Bayón, 2007). Sobre Robert Musil en concreto y su visión del individuo han investigado también otros autores (Llinares Chover, 2003; Jalón Calvo, 2010). En el caso de Freud se ha perseguido principalmente su impacto (Sánchez, 2008).

Se trata por tanto de los autores más importantes de la literatura de la «literatura austriaca», aunque sin especial atención a los discursos más allá de Viena o Praga. Con la única excepción de Bertha von Suttner (2014 [1889]) y algunos retratos de Leopold von Sacher-Masoch, ninguno de los autores aquí expuestos han visto la luz en lengua española. El complejo entramado de las nacionalidades en el Imperio Austro-Húngaro y especialmente su reflejo en la literatura quedan por tanto relegados a un segundo lugar o al profundo silencio. Tan solo una tesis doctoral intentó reflejar el perfil heterogéneo del Imperio (García García, 2001), aunque en su concepción heredó en exceso la cara más negativa del discurso de las naciones y nacionalidades, es decir, su consideración como problema y rasgo diferenciador, en vez de una visión conciliadora de la diversidad. Se trata no obstante de la primera obra en lengua española que se ocupó de la pluralidad de las literaturas en lengua alemana del este de Europa; en ella aparecen reflejados ya algunos de los protagonistas que aquí serán nuevamente realzados.

Posiblemente una mayor presencia de la Teoría de la Cultura en la tradición académica en lengua española hubiera motivado una ocupación más directa con la diversidad austrohúngara. Sin embargo, la carencia de este tipo de investigaciones es ostensible. Tan solo algunos artículos aislados y publicaciones puntuales se han acercado a esta nueva orientación metodológica, algo marginada en lo que al Imperio austrohúngaro se refiere. Entre las pocas orientaciones culturales en lengua española podríamos encajar una obra que, sin estar redactada en este espíritu, ya apuntó a estas intenciones. Se trata del homenaje a la ciudad de Viena de José María Valverde (1990), que goza ya en nuestros días de autoridad clásica al hablar de la ciudad de Viena. Por su calidad e intenciones similares, puede verse como un equivalente en español de Schorske (1979).

El estado de la cuestión tan reducido en lengua española obliga sobremanera a incorporar por necesidad materiales en otras lenguas europeas, especialmente en alemán. De esta forma, el número de volúmenes se incrementa rápidamente, pues la dedicación fue ya intensa durante los años del propio Imperio austrohúngaro, que es cuando surgieron las primeras obras importantes y decisivas. De especial relevancia fue sin lugar a dudas el Kronprinzenwerk, cuyo título real era Die Österreichisch-Ungarische Monarchie in Wort und Bild (Rudolf, 1885-1902). Fue un proyecto nacional austrohúngaro dirigido por el príncipe heredero Rudolf (de ahí su apodo), que fue publicado paralelamente en húngaro y en alemán durante diecisiete años (Vajda, 1994, p. 164). En sus veinticuatro volúmenes plantea un viaje fantástico en papel por el Imperio (Schmid, 1995, p. 104) que ha sido considerado un monumento para la historia (Voigt, 2008, p. 89):

«Mehr und anderes als bloß ein legitimes Kampfinstrument zum Zwecke der Förderung patriotischer Gefühle, erscheint uns das Kronprinzenwerk heute als modellhafte Darstellung einer Welt (eines Kosmos, eines Universums, einer «Ordnung»), die nicht weniger wünschbar oder machbar gewesen ist, als jene andere deren Residuen wir heute noch bewohnen» (Schmid, 1995, pp. 111-112).

«Más que simplemente un mero elemento combativo de legitimación para despertar los sentimientos patrióticos, el Kronprinzwerk («Obra del príncipe regente») se nos presenta hoy como una representación modélica de un mundo (un cosmos, un universo, un «orden») que no sería menos deseable o realizable que el de los residuos que habitamos».

La investigación ha puesto a esta obra hoy en día en su sitio (Zsitzen, 1999) y ha visto en ella, a pesar de su eminente contenido ideológico, un testimonio importante que refleja la heterogeneidad defendida y planteada en este trabajo, ya que con el Kronprinzenwerk se quiso asentar el fundamento para el presente y el futuro del estado plurinacional (Bendix, 2010, p. 295). Más que por las informaciones que arroja, resulta especialmente atractiva por el espíritu conciliador y tolerante que se esconde detrás de la publicación. Independientemente de la intencionalidad política, desde la dirección se quiso que todos tuvieran cabida en esta obra magna. Este tipo de actuaciones no fueron hechos aislados, ya que en esta línea se explican también los volúmenes dedicados al Imperio austrohúngaro del manual Deutsch-Österreichische Literaturgeschichte (Castle, et al., 1899-1937); en ellos, la diversidad prima por encima de todo, independientemente de la búsqueda intencionada de la presencia del alemán en la región. Esta historia de la literatura, redactada bajo la influencia del positivismo, se concibió como un regalo para el Emperador. Y aunque en ella las naciones aparecen divididas según los provincias del Imperio, el balance global denota una sorprendente cohesión de su contenido (Rinner, 1992). Se diferencia así incluso de posteriores historias de la literatura, más centradas en la singularidad geográfica. Esta obra es el resultado de varios años de trabajo. Y gracias a ella tenemos noticia y acceso a muchos autores plurales que, de no ser por esta enumeración, estarían hoy en día completamente olvidados. Muchos de estos son el objeto de trabajo de la presente investigación, pues nadie mejor que ellos puede responder a una invitación como la de Kajtár de revisar interculturalmente la literatura austrohúngara (Kajtár, 2007).

Diversos estudios contemporáneos valoraron y explicaron el Imperio austrohúngaro desde una perspectiva de gran utilidad para nuestros días, especialmente por el hincapié que se hizo en la cuestión nacional, por ejemplo en su traducción en cifras (Klun, 1876) o en su descripción enciclopédica (Umlauft, 1883). Este espíritu plural se recogió igualmente en los documentos oficiales (K. k. Ministerium für Cultur und Unterricht, 1884) y en documentos pedagógicos y didácticos ya desde los primeros años tras el Compromiso (Markus, 1871). Al margen del carácter generalista y aglutinador de estas obras, más en el espíritu del Kronprinzenwerk surgieron igualmente un sinfín de «retratos nacionales» del Imperio. Se publicaron volúmenes monográficos dedicados a los húngaros en general (Löher, 1874) y en concreto a su literatura (Schwicker, 1889), a los croatas (Staré, 1882), a los italianos (Chlumecky, 1906), a los rutenos y polacos de Galitzia (Franzos, 1876), etc. Entre estas obras tampoco faltaron las reflexiones sobre el nacionalismo alemán (Anónimo, 1899), que no en pocas ocasiones por cierto siguieron abogando por una especie de personalidades o sujetos híbridos (Dux, 1880).

La proliferación bibliográfica fue por tanto desde los primeros años muy intensa, lo que ha motivado la división del estudio del Imperio en diferentes momentos. Entre las diversas propuestas que se han arrojado, la más operativa en principio parece ser la de Cole (2004). Cole habla de cuatro periodos que estipula en cuatro momentos históricos que se superponen casi en su totalidad con el periodo de Entreguerras, la Postguerra de la Segunda Guerra Mundial, los años de la separación del continente y el rumbo reciente hacia una Europa cada vez más cohesionada. En todos y cada uno de ellos, las investigaciones al respecto han demostrado unas preocupaciones particulares y, en cierto modo, una orientación en la selección de sus diversos temas según su momento de redacción.

La primera fase (1918-1945) fue la heredera del sentimiento de pérdida, fracaso y desencanto. Especialmente dentro de esta primera fase, aunque también de la segunda, predominaron las reflexiones histórico-ensayísticas sobre el periodo, más que los estudios empíricos y teóricos. La producción de estos años responde principalmente a posturas melancólicas de los autores que vivieron este tiempo y que vuelven a él con gran nostalgia. Los innumerables ejemplos pueden verse en los acercamientos de autores como Joseph Roth (2009 [1932]), Stefan Zweig (2010 [1944]), Robert Musil (2009 [1930]), etc. De estos años es también el asentamiento del estudio de las nacionalidades austrohúngaras, lo que inició Steinacker en el año 1934 (Steinacker, 1963b [1934]), así como las primeras manipulaciones históricas con intenciones políticas que tanto se acentuaron con el paso del tiempo.

Pero es precisamente la segunda fase (1945-1970) la que se caracteriza por ser la instrumentación política del Imperio para la formación del espíritu nacional tras la Segunda Guerra Mundial. István Bibó (1994 [1948]) o Zoltán Horváth (1961) son algunas de las voces de postguerra que recogen el testigo de Die Welt von Gestern (Zweig, 2010 [1944]) tras el desengaño de la Segunda Guerra Mundial. Su tono, sin embargo, carece de la todavía presumible objetividad de sus predecesores. Todas ellas denotan una intención política intentando la presentación subjetiva de los acontecimientos históricos. Esta manipulación de la historia cobró especial atractivo con la reestructuración de las fronteras en el este de Europa y motivó un cierto desencanto hacia los años austrohúngaros. También Taylor (1983) puede enmarcarse en esta tendencia, aunque como contraste evidentemente a una perspectiva occidental y no comunista. El centenario del Compromiso austrohúngaro arrojó por suerte algunos de los libros «históricos» más importantes para el estudio del Imperio, la recopilación de Berger por ejemplo (Berger, 1967), donde se encuentra uno de los mejores balances del Ausgleich hechos hasta ahora (Tröbl, 1967). Los años de desencanto austrohúngaro se despidieron con Danubio (Magris, 1963; 1998) y The Austrian Mind (Johnston, 1972; 2009), dos de los trabajos que marcaron un antes y un después en la comprensión del proyecto cultural austrohúngaro (Pribersky, 2002, p. 322). De este espíritu renovador se impregnaron también otros autores reflexionando desde la perspectiva de los italianos (Veiter, 1965), de los húngaros (Horváth, 1961), de los rumanos (Curticăpeanu, 1966), etc. Con ellos se dio un giro que incentivó el redescubrimiento de un periodo maltratado por la historiografía politizada.

Se abrió así una tercera fase (1970-1983) entre el olvido y el recuerdo, que funciona como la bisagra para el estudio austrohúngaro más reciente. De magnitudes y contenidos similares al Kronprinzenwerk se inició en 1973 un proyecto mastodóntico para la redacción de un compendio monumental e imprescindible para el estudio del Imperio, Die Habsburger Monarchie 1848-1918 (Wandruszka, et al., 1973-20XX), en cuyos (hasta el momento) varios volúmenes monográficos se recogen diferentes contribuciones concretas sobre la evolución económica del Imperio (I, 1973), un penúltimo volumen sobre las estructuras sociales (IX, 2010), pasando por temas como la administración (II, 1975), las nacionalidades (III, 1980), las confesiones (IV, 1995), la estructura militar (V, 1987), las relaciones internacionales (VI, 1989), la estructura legal (VII, 2000) y la vida política y sociedad (VIII, 2006). Recientemente se ha publicado una parte del volumen dedicado a la Primera Guerra Mundial (XI-2, 2013). La densidad y la extensión de cada uno de los volúmenes hacen de ella un manual imprescindible contra el que apenas pueden competir desde un punto de vista histórico cualquiera de las otras investigaciones citadas. La relativa antigüedad de, por ejemplo, los primeros volúmenes no le resta trascendencia a esta obra central del estudio del Imperio. Y aunque algo marginalmente, también la literatura tiene cabida en ella, por lo que se erige como fuente de información ineludible para hallar lo más objetivamente posible los datos, descripciones e informaciones de cualquier tipo. La compilación responde al deseo de cambio de paradigmas que se percibió también en obras paralelas (Janik & Toulmin, 1973) o con la reinterpretación de Moderne para la Teoría de la Literatura sugerida en la obra de Schorske anteriormente referida (Schorske, 1979), que supuso igualmente una cesura con su planteamiento general al intentar abarcar una globalidad diferente. En esta línea se empezó a alabar el fenómeno de las transferencias e intercambios culturales dentro de los estudios de una cada vez más radiante literatura comparada no solo centroeuropea (Konstantinović, 1978.), sino también general (Wertheimer, 1988). Atendiendo por ejemplo a la cuestión húngara y austriaca surgieron obras dedicadas a las relaciones en autores húngaros (Mádl, 1979) o austriacos tales como Stifter (Fried, 1973) o Rilke y Hofmannsthal (Szász, 1980). Estos estudios suponen la base de lo que corroborarían algunos de los expertos pioneros al alabar científicamente la diversidad austrohúngara (Stourzh, 1985) a partir del camino abierto años antes por Robert Kann (1964), y que debemos entender como una antecámara de la cuarta fase.

La cuarta fase (1983-2000) se caracteriza por su transversalidad, pero sobre todo por un renacimiento del Imperio austrohúngaro sin referencias ni connotaciones políticamente intencionadas. En este redescubrimiento nos encontramos todavía hoy, ya que precisamente la revisión cultural (véase 2.2.2.1) ha impulsado los alicientes de sus reflexiones. Junto a los volúmenes aparecidos del manual de referencia (Wandruszka, et al., 1973-20XX), hay que mencionar a Cornwall (2006) por su perspectiva europea como una de las obras históricas más importantes, además de otros estudios generales por la crítica y reflexión que hacen del papel de la familia Habsburgo (Leidinger, et al., 2003). Otros trabajos recientes se han ocupado de una exposición de los detalles de la unión bicéfala (Pantenburg, 1996), de su complejo entramado institucional (Olechowski-Hrdlicka, 2001) o de su funcionamiento (Somogyi, 1996). La mejor síntesis de los acontecimientos de 1867 (AusgelichKiegyezés) es la obra de Evans (2006), en la que su autor realzó muy satisfactoriamente la vital función de la diversidad siempre presente en este territorio; dicha diversidad se puede apreciar por encima de todo en el ejemplo de Viena (John & Lichtblau, 1990). Especialmente con motivo del centenario de la Primera Guerra Mundial se ha reincidido de nuevo en la revisión histórica del conflicto. Entre las obras más relevantes escritas al respecto, ocupa sin embargo aún el estudio de C. Clark (2012).

El interés académico hacia la realidad literaria austrohúngara aparece ya reflejado en estudios monográficos y etnológicos contemporáneos. La unidad y heterogeneidad que para el estudio histórico supone Die Habsburger-Monarchie (Wandruszka, et al., 1973-20XX) se echa sin embargo de menos a la hora de la investigación literaria. En este sentido carecemos de obras auténticamente recopiladoras de la diversidad del Imperio, teniendo que conformarnos con las visiones «nacionales», «parciales» o «específicas» de cada complejo. Para una visión de conjunto hay que remontarse a obras previas canónicas, especialmente a la que sigue siendo la última gran historia de la literatura en lengua alemana del Imperio (Castle, et al., 1899-1937). Todavía están muy en su sombra algunos de los estudios recientes más interesantes (Stančič, 2013). En armonía con la renovación cultural de las disciplinas han surgido sin embargo no solo sugerentes obras dedicadas al día a día de la Viena finisecular (Ehalt, et al., 1986), sino también interpretaciones culturales de las ciudades austrohúngaras, especialmente las más grandes, como por ejemplo Viena (Berner, et al., 1986), Budapest (Lukács, 1988), etc. Jacques LeRider (1990) analiza en su conjunto el papel que la literatura desempeñó en estos círculos. Se puede hablar por ello de una cierta «restauración austrohúngara».

Una visión concreta de los protagonistas literarios de este momento se puede consultar en las múltiples listas que recogen las referencias bibliográficas de cada uno de ellos. En el caso concreto de los autores vieneses más conocidos y gracias a la labor de las asociaciones dedicada a cada uno de los protagonistas, se está asumiendo una labor de recopilación importante no solo de su obra, sino también de toda aquella literatura «secundaria» relacionada con ellos. Esta labor es sin embargo parcial, pues ante la carencia de «grandes nombres» entre los mejores representantes de la diversidad de la literatura austrohúngara en lengua alemana, todas estas interesantes manifestaciones apenas las recogen de forma testimonial algunas obras dedicadas a las fusiones literarias (Eicher, 2001) o aquellas más centradas en las relaciones literarias austro-húngaras (Mádl, 1979; Fried, 2003), austro-croatas (Barbarić & Benedikt, 1998), austro-eslovenas (Brandtner & Michler, 1998), austro-eslavas (Simonek, 2000; Stančič, 2013), etc. Así, la antes mencionada Deutsch-Österreichische Literaturgeschichte (Castle, et al., 1899-1937) sigue siendo la la fuente imprescindible para el estudio de la literatura austrohúngara (Rinner, 1992).

Haciendo hincapié en aquellas obras más modernas que estudian el intercambio intercultural en el Imperio no podemos pasar por alto ninguno de los estudios regionales sobre la presencia de los alemanes en Budapest (Hambuch, 1998), en Moravia y en Bohemia (Prinz, 1993), en Galitzia, Bucovina y Moldavia (Röskau-Rydel, 2002), en la cuenca del Danubio (Schödl, 2002), etc. Todas ellas son contribuciones centradas en espacios geográficos en concreto, aunque carentes de una conexión global con el resto de «naciones austrohúngaras». Más acertados son en este sentido los artículos de la obra compilatoria Kultur, Identität, Differenz (Csáky, et al., 2004), así como los de Kulturtransfers und kulturelle Identität (Csúri, et al., 2008), más relacionados con la identidad cultural de los pueblos. En ellos se refleja el espacio centroeuropeo y austrohúngaro como complejo entramado comunicativo repleto de pluralidad y fructíferos intercambios. Sobre todo en este sentido han apuntado las investigaciones del profesor Moritz Csáky, quien en tanto que perfecto conocedor y principal adalid de la diversidad centroeuropea (Csáky, 1995), ha arrojado una visión de dicho espacio como una unidad en su conjunto (Csáky, 2009; 2010; 2011).

En el espacio centroeuropeo se han analizado en este sentido también la configuración plural del individuo tanto teórica (Feichtinger, 2008) como literaria (Bolterauer, 2008), así como la concepción del espacio austrohúngaro en tanto que escenario de comunicación intercultural de la diversidad (Balogh & Mitterbauer, 2006) y de trasferencias culturales (Mitterbauer & Scherke, 2005) a partir del concepto del Kulturtransfer (Lüsebrink, 2005). Desde esta perspectiva se ha abierto precisamente un amplio campo de investigación que, hasta ahora, se ha centrado principalmente en la prensa (Birk, 2009) o en el impacto y recepción de autores concretos como Mór Jókai (Ujvári, 2011). Aunque ciertamente extensible a cualquier manifestación cultural o artística (Csáky, 2010), la comprensión del espacio austrohúngaro facilita la aproximación a Europa, especialmente por los símiles que se dan en cuestiones de intercambio.

Desde comienzos de los años noventa (Vajda, 1994), una serie de obras se han aproximado a este espacio desde la reflexión de la Teoría de la Cultura. A pesar de algunas herencias del pasado, por ejemplo la polarización nacional de obras relativamente recientes sobre las nacionalidades austrohúngaras (Kiss, et al., 1997; Heuberger, 1997), todas ellas suponen una importante aproximación a Europa y al Imperio austrohúngaro desde su perspectiva más heterogénea. También parecen apuntar en esta dirección las búsquedas de Integración (Schall, 2001). De este mismo material se han ocupado también las últimas «historias culturales» de Austria (Vocelka, 2000) o de Hungría (Kósa, 1998), aunque ciertamente debe ser más en las ciudades que en las «naciones» donde hay que buscar el fenómeno de la diversidad, pues es ahí cuando alcanza su mayor importancia. A las ciudades austrohúngaras en su conjunto se ha dedicado Moritz Csáky (2010), si bien son otras muchas las obras que persiguen los vínculos entre los núcleos urbanos, por ejemplo entre Viena y Budapest (Csúri, et al., 2008), Viena y Zagreb (Barbarić & Benedikt, 1998), etc., siempre dentro de la discusiones de las tensiones entre centro y periferia (Hárs, et al., 2006).

El interés por la diversidad se palpa también en la compilación Wiener Moderne (Nautz & Vahrenkamp, 1993) o en la obra monográfica con el mismo título de Lorenz (2007), posiblemente la más concisa y objetiva investigación hecha hasta ahora. Lorenz recoge claramente la revolución del estudio del Imperio desde la Teoría de la Cultura, así como el impacto del grupo Moderne – Wien und Zentraleuropa um 1900 (Csáky, 1995-2005), que supuso la renovación completa del estudio del Imperio austrohúngaro. Con el referido grupo de la Universidad de Graz (Csáky, 1995-2005), cuyos resultados son una inspiración importante para el concepto de Austriahungría aquí defendido, nos encontramos con un proyecto de investigación nuevo y de una labor intelectual reseñable por su revisión del Imperio austrohúngaro, así como por su intento de abarcar todo el concepto austrohúngaro en sus diferentes facetas y en su combinación entre sí. Este grupo ha publicado una obra monográfica que recopila sus resultados (Csáky, et al., 2004), así como diferentes publicaciones aún accesibles en el portal web del proyecto (Csáky, 1995-2005). El objetivo de este trabajo, volver a explicar desde la Kulturwissenschaft el Imperio austrohúngaro, lo consiguió gracias a una colaboración internacional que superó las barreras nacionales y alcanzó una cohesión interdisciplinar modélica.

Desde entonces, la fusión interdisciplinar de la Teoría de la Cultura parece haberse vuelto una realidad en la investigación del Imperio austrohúngaro. Si consideramos la obra Kakanien revisited (Müller-Funk, et al., 2002), podemos certificar en ella el giro irrevocable de los estudios del Imperio y la perspectiva interdisciplinar como una apertura y una revisión a la altura de las necesidades de la postmodernidad; esta obra fue secundada por investigaciones posteriores (Kerekes, et al., 2008; Fischer, et al., 2010), las cuales se erigen en conjunto como contribuciones que no solo atestiguan el impacto de la Teoría de la Cultura, sino que además corroboran su necesidad. Herederos de este discurso son también los estudios sobre la mujer en el Imperio (Heindl, et al., 2006; Király & Millner, 2006), el significado de las creencias religiosas (Klieber, 2010) o la proliferación del fenómeno de la traducción (Wolf, 2012). La bibliografía disponible expone por tanto no solo una extensa y valiosa tradición académica, sino que recoge también el avance en paralelo de las necesidades contemporáneas de este rescate del Imperio austrohúngaro.

Desde Austriahungría hacia Europa

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