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Como superé la depresión

Resurgir de las cenizas

No hay paisaje más desolador y solitario que el de un bosque quemado. Sin embargo, poca gente sabe que muchos bosques, como los alcornocales, no necesitan de intervención humana para resurgir de sus cenizas: después de un año las hojas de sus copas calcinadas brotan, propagando la vida nuevamente hasta su esplendor. Incluso las cenizas caídas alimentan los suelos más erosionados facilitando su reforestación.

En varias ocasiones a lo largo de mi vida, me he sentido como un bosque incendiado, sin otro deseo que el de arder hasta consumir lo que solo puedo reciclar hacia dentro —quemar las viejas naves es necesario antes de emprender un nuevo viaje—. Igualmente, devastada y decadente, vemos a la persona deprimida que solo puede expresar la tristeza desprendida de su ira contenida.

El dolor de la depresión es casi siempre resultado de la violencia volcada hacia uno mismo, que convertida en tristeza nos ayuda a sanar, volviendo al deprimido cada día un poco más vulnerable y receptivo.

Los psiquiatras prescriben un largo tiempo de toma de antidepresivos como única intervención posible para paliar la angustia que genera sostener, día a día, un paisaje interior tan infecundo. Pero se les olvida observar la enfermedad como la cara o la cruz de lo que tenemos por derecho, que es la salud, que siempre aflora cuando nos damos el tiempo suficiente para explorarla y comprender lo que nos sucede en su necesaria ausencia. Mi mejor experiencia con la depresión me ha servido para constatar cómo el propio inconsciente busca burlar la sagacidad de la mente que cree y quiere tenerlo todo bien atado, mientras se le escapa del control esa otra mente más sutil que se guarda en el inconsciente. De esta manera, he podido ir desmantelando viejos victimismos resistentes con los que me oponía a mi propia felicidad.

La depresión solo marca el tiempo de recuperación necesario que pronostica el Resurgimiento. Por eso su tratamiento, desde la perspectiva de la salud y de la Evolución Consciente, consiste en transitarla con menos sufrimiento y mucha más lucidez, mientras vamos echando al fuego, sin miedo ni pudor, todas las naves caducas del pasado —los viles y alevosos pirómanos deberían hacer lo mismo y dejar respirar tranquilamente a nuestros bosques—.

Aprender de la derrota

El consumo de energía después de un brote psicótico es tan grande que para compensar este desgaste aparece la depresión. La depresión te hace sentir sin fuerzas para abordar la vida, aun las pequeñas cosas. Es como una derrota. El problema es que, aunque se haya producido un apagón en el sistema, la mente continúa con su proceso, llevándote ahora a sentir culpa por la situación en la que te encuentras. La depresión hay que abordarla con mucha paciencia y buscando ese punto de equilibrio entre permitirse el descanso físico y obligarse al movimiento y la acción. Es el momento de inflexión para adquirir el compromiso con la vida, sobre todo si tenemos en cuenta que el trauma nuclear nos impidió comprometernos con aquello que vinimos a hacer a la Tierra.

En mi experiencia, podría decir que fue aún más dura la fase depresiva que la psicótica, ya que con ella me enfrenté a mi conflicto con el sinsentido de las cosas, a mis miedos más profundos y a hilar bien con la verdad que resuena dentro de mí, pues en esos momentos dejo de creer en todo. Fueron muchos años de idas y venidas con la psicosis y la depresión, por lo que puedo asegurar que hasta que no encontré la Terapia de la Evolución Consciente, no he podido superarla definitivamente. Este circuito reiterado de psicosis y depresión llegó a su fin cuando me propuse resolver definitivamente mi trauma nuclear, y rescatar un aprendizaje que en su momento no pude adquirir. Al impedir que la fuerza del sentir traspasara mi cuerpo para transformarme, que surgiera del fondo la energía de amar suficiente para que afloraran mis mejores talentos y vivir felizmente desde ellos, me dejé llevar por el dolor de la soledad y el desánimo. Lo que actualmente hay detrás de mi tendencia a la psicosis es una incapacidad para reconocer, asumir y sostener mi poder personal y mi creatividad, lo que me lleva, a su vez, a una tristeza profunda. Pero cierto es que, como dije anteriormente, en el origen del trauma la circunstancia que se dio fue que, siendo tan pequeña, no podía gestionar ese poder y amor propio que necesitaba madurar con el tiempo y el sostenimiento afectivo adecuado. Así, desde aquella remota vida no pude superar el dolor del abandono, viéndome en posteriores vivencias condicionada por este trauma que tapaba lo mejor de mí. Tal condicionamiento no hizo más que empeorar la situación, repitiendo en muchas otras vidas el efecto que mi sentimiento de soledad afectiva me producía, llevándome a situaciones dramáticas insuperables hasta el día de hoy, que afronto con plena conciencia tales tendencias y circunstancias.

Todo el conocimiento que el Programa Evolución Consciente de Paloma Cabadas ha aportado a mi vida ha sido de gran utilidad no solo para clarificar y ordenar mis experiencias sensibles, sino también para darle un sentido y utilidad en mi vida cotidiana. He aprendido a conocerme mejor, a sanar mis tendencias más patológicas y a disfrutar de mis talentos. He descubierto una profesión con la que me siento realizada y he comprendido lo que significa amar en la Tierra. Paloma tiene la capacidad de transmitir un conocimiento trascendente —que completa nuestra realidad visible y material—, y lo lleva a un terreno tremendamente práctico de aplicación en la vida humana. Como suelo decir, es la persona que mejor sabe unir el cielo con la tierra. Gracias infinitas.

Unido a esto, tengo que añadir también que mis talentos innatos salieron a flote para salvarme de tan penosa situación. Aliándome con la ayuda que se me ofrecía, puse sobre la mesa mi capacidad de entrega, sencillez, humildad, sinceridad, honestidad, inteligencia, transparencia, valentía, flexibilidad, apertura y un talento evolutivo que me mantiene hasta en los peores momentos con el deseo de realizar transformaciones y cambios.

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