Читать книгу Vikinga Bonsái - Ana Ojeda - Страница 13

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La sombra celeste se craquela. El agua, liberada, da bruta contra el asfalto, que a su vez suelta vapores de marisma. Se respira calor denso cera, humedad (lo que mata) condensada, casi extracto alquímico. La luz que proyecta sol enfermo entrega las calles a una enrarecida atmósfera de retablo medieval, oscuridad incongruente, como a destiempo, sofocante y mojada, pletórica de vahos.

Talmente Supernova pedalea bajo la lluvia, media cabeza ocupada en putearse: salió en andas de la (fementida) convicción de que el universo le haría la cortesía de largar la gota gorda después de que ella llegara a destino. El resto lo utiliza para enhebrar dribbling que sortee el llamado de sirena putrefacta operado por las deposiciones de can con dueño menefreghista. El agua que cae no colabora con la higiene.

La bicisenda es lengua mitad asfalto mitad banquina, percudida por pinceladas color marrón claro, pastosas. Talmente Supernova siente hastío, el mismo que la nimbó al ajustarse el cinto de su casco bajo el mentón. “El meteorológico jamás le apunta”. Garúa la acompaña las primeras cuadras; en las inmediaciones de Jujuy la lluvia es ya hecatombe.

Parar seguir qué hacer volver: nada se presenta con ropajes de decisión tomada. Da verde el semáforo y escucha detonación. El mundo se detiene, ingrávido: solo la lluvia, que cae repica rebota sobre ella no entiende pero sí, es eso: uniformado acaba de fusilar a un chico en mitad de la avenida Jujuy, tránsito detenido en arcada de incredulidad. Dedos entrelazados detrás de la nuca, se estaba volviendo para enfrentarlo, disparo.

Autoconvocades filman con celulares inteligentes.

Vikinga Bonsái

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