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Solo existe para ella la hornalla grande, porque calienta más rápido y termina antes. La suya es cocina Blitzkrieg, sin tiempo para sutilezas o búsqueda de sabor. En general, siempre le sobra. Primero porque es incapaz de calcular el a ojo. Además, le resulta ineconómico picar cebolla, morrón y ajo para una sola comida. Mejor que quede: quien guarda, recalienta.

Lo que traga de noche le patea el hígado. Anda con la digestión muy dificultada. Acomodados los platos en la pileta –con un chorrito tibio ducha la pegotez para que pierda agarre–, el pedorreo comienza, es como tener una trompeta en el orto: megafón o la guerra. Poco después eructera fulera pide protagonismo y toma el escenario. Orlanda Furia desfallece, descosida desde adentro por sus propias entrañas.

Harta, un día consulta especialista. Chequeo físico completo y batería de análisis (sangre, orina) le descubre: estrés en exceso, perjudicial. Recetita con recomendación muy principal: acabar todos los días con actividad física.

–Qué viva –la fulmina Orlanda Furia desde toda su altura, ya como yéndose, perdido muy completamente el interés–. Dígame cómo, doctora –mientras en Instagram, selfie torcida, casi pura teta, con la leyenda–: El free-lance mata. #SOS #helpme #nomeabandonen

En la sala de espera ni siquiera boludez actualizada, publicidad paga en cuadernillos de papel ilustración se hace pasar por revistas “femeninas”. Árboles muertos para nada.

Vikinga Bonsái

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