Читать книгу Cómo casarse bien, vivir felices y comer perdices - Ana Otte de Soler - Страница 10
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Imprevistos
«La convivencia, como casi todo, es algo que hay que aprender».
(J. J. Javaloyes)
Desde la perspectiva de un hombre:
«En esta primera fase de la convivencia aprendemos qué significa compartir un cuarto de baño entre dos. Aprendemos con qué agilidad y seguridad consigue una mujer arreglarse, sin equivocarse ni una sola vez al echarse encima los más potingues más inverosímiles. A nosotros nos basta —no siempre, que la cosmética hoy va siendo patrimonio común— con nuestra espuma de afeitar y nuestra loción. Ocupan un espacio mínimo en las baldas, comparado con el escaparate de potingues de ella. En el reparto de armarios, estanterías y cajones, el que más necesita tiene derecho a más...
Y es ella quien necesita muuucho sitio para bolsos, zapatos, ropa de diario, vestimenta normal, para las gangas, para los vestidos que se pone para el trabajo, para la ropa menos formal, pero elegante, para la ropa sport, y para los vestidos que simplemente le sientan bien. A estos descubrimientos iniciales siguen diariamente muchas pequeñas aventuras».
No estamos solos. Desde el momento en que nos despertamos hasta el último minuto consciente de la noche convivimos con la pareja a la que amamos, pero que en todos los sitios, en el pasillo, en la cocina, en el baño y en la cama exige su propio espacio. ¿En qué lado de la cama quieres dormir tú? ¿Roncas? No, antes nunca, pero ahora te enteras de que sí. ¿Duermes con la luz encendida? ¿Necesitas una manta también en el verano? Ya veremos cómo arreglamos esto porque yo tengo calor hasta en el invierno. ¿Y la comida? Con sal, sin sal, como la prepara mi madre...
¿Para qué seguir con esta enumeración? Son nimiedades de la convivencia diaria, que hay que incorporar en esta primera fase del camino en común y llevarlas con humor.