Читать книгу Cómo casarse bien, vivir felices y comer perdices - Ana Otte de Soler - Страница 11
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Primeros problemas
«El amor pasa por el estómago».
De novios, ambos se miraban a los ojos y, cogidos de la mano, daban largos paseos... Salían de casa de sus padres bien arreglados, y regresaban luego sin tener que preocuparse de las faenas de la casa.
Ahora, sin embargo, uno se da cuenta de que a su pareja “le sudan las manos” (R. Sancho). ¿Qué quiere decir eso?
No son fáciles los primeros años. Al tratarse de gente joven, son épocas que coinciden con los inicios de la vida profesional, que exige mucho esfuerzo y horas extras de trabajo para conseguir reconocimiento y posición. Incluso hoy en día no es infrecuente que un miembro de la familia se vea obligado a aceptar un empleo en otra ciudad, o incluso en el extranjero. Hay poca o ninguna ayuda en casa. Hay que pagar hipotecas, el nuevo coche, la casa, los muebles.
Decía una mujer sabia, con tres hijos, que si quieres tener contento a tu marido, hazle una buena comida. El amor pasa por el estómago.
A mí, que venía de Alemania, me cogió mi suegra y me enseñó durante un mes todos los secretos de la cocina valenciana. Estaba convencida de que los matrimonios “mixtos” fracasan porque la mujer no sabe hacer las comidas a las que está acostumbrado el marido. Pero mi caso era aun peor, pues yo no sabía ni cómo hacer bien la compra. Comencé con la carnicería. Me puse en la fila detrás de otras señoras para ver lo que pedían, y luego pedía lo mismo: cuatro chuletas de cerdo, aunque solo necesitaba dos. Por suerte, hoy en día está todo globalizado, también en los mercados, y se encuentra todo empaquetado y etiquetado.
Cuando llega el primer hijo aumentan las preocupaciones económicas y el cansancio, sobre todo para la mujer, que se ve sobrecargada. Mal humor y falta de alegría en casa, sobre todo en los primeros días tras regresar de la clínica. Ella no logra descansar suficientemente durante la noche, hay que atender al bebé, o ninguno de los dos ha dormido, y luego durante el día no cesan las bien intencionadas visitas, a las que hay que atender con café, pastelitos y buena cara.
Cuando todo se normaliza y ambos se incorporan al trabajo, siguen los problemas. Antes de casarse habían quedado en compartir las tareas de la casa a partes iguales. Como ella trabaja en un servicio de Urgencias en un hospital comarcal, muchas veces sale del trabajo después de 24 horas de guardia; está deshecha y no se siente con fuerza para cumplir con sus encargos. No vendrá mal un poco de flexibilidad... Por ejemplo: el día que ella salga de una guardia, él “podría estirarse un poco”, y recoger los platos después de cenar, colocarlos en el lavavajillas y preparar la mesa para el desayuno del día siguiente. Así, ella puede acostarse pronto y descansar.
Confiesa un hombre joven: «Al principio subía las escaleras saltando cuatro escalones a la vez, ahora vuelvo a casa cada día un poco más tarde». Esto lo hacen muchos, aduciendo obligaciones profesionales, reuniones con los jefes..., cuando en realidad van a tomarse una cerveza con algún colega. Es más cómodo llegar a casa cuando los niños ya han cenado y están bañados. Luego se sorprenden cuando la mujer los recibe con mal humor. Los jóvenes maridos tienen que concienciarse de que la vida de soltero se ha acabado. Las cosas no pueden seguir siendo como antes.
No hay que desanimarse, todo esto es pasajero. Y, cuando pase algún tiempo, se habrán acostumbrado a esta vida en común y empezarán a disfrutar de la independencia de su nueva familia: todo a su gusto, la casa, los muebles, la convivencia con la persona amada, su hijito: toda una aventura, cada día nueva.