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María Teresa Fernández Aceves

CIESAS-Occidente

María Arcelia Díaz:

la política laboral y de mujeres en Guadalajara, 1896-1939

A finales de 1922, los líderes del Sindicato Católico de La Experiencia acordaron en una asamblea asesinar a “la bolchevique” María Arcelia Díaz (1896-1939), una obrera textil que fungía como secretaria general de la Unión Obrera La Experiencia (uole), una organización laboral a favor del gobierno revolucionario. Este acuerdo “fue calurosamente aplaudido” por el cura y el comisario político “que se encontraban presentes y forma[ban] parte de la mesa directiva de ese sindicato”.1 En esa reunión, uno de los presentes indicó que ya había intentado asesinarla, pero no la había encontrado sola en su casa. Al darse a conocer esta resolución, un grupo de tranviarios y textileros, afiliados a la Federación de Agrupaciones Obreras de Jalisco (faoj), organizaron un mitin en las inmediaciones de la fábrica para defenderla y le pidieron al gobernador de Jalisco, Antonio Valadez Ramírez, que pusiera fin a las hostilidades y amenazas que recibían los miembros de la uole.2 Para los líderes del sindicato católico, el cura y el comisario político, esta manifestación les confirmaba que Díaz no cesaría de exigir el cumplimiento de los derechos laborales de los trabajadores porque era respaldada por un contingente significativo de obreros. Llama la atención que el grupo católico buscara terminar con su vida y que organizaciones obreras se movilizaran para evitar su asesinato, por tanto, surge la pregunta ¿quién fue María Arcelia Díaz?

Díaz no concordaba con la imagen de la trabajadora soltera no calificada, apolítica, sumisa, débil, dependiente e inexperta. Tampoco representaba a la mujer que por salir de su casa a trabajar a la fábrica había perdido sus valores morales al encontrar el camino de la prostitución. Ambas alusiones y temores fueron promovidos por el Estado (porfirista y revolucionario), la Iglesia, líderes obreros, periodistas, políticos, legisladores, educadores, industriales y por algunas feministas de clase media alta ante la mayor visibilidad y presencia de la mujer trabajadora en los centros urbanos.3 La polémica más fuerte se suscitó cuando las mujeres participaban activamente en la política.4 Díaz formó parte de una generación de mujeres que se integraron al proceso revolucionario, al conflicto Iglesia-Estado, al movimiento obrero organizado y al incipiente movimiento feminista para demandar y especificar cuáles eran sus percepciones de lo que debían ser las mujeres, su papel en la política y los derechos femeninos —civiles, sociales, económicos y políticos—. Díaz entabló vínculos de amistad con políticos a nivel internacional, nacional y regional, con otras mujeres con un intenso trabajo político como Belén de Zárraga, española libertaria y anticlerical que emigró a diferentes países de América Latina para promover la organización de trabajadores y de mujeres;5 Florinda Lazos León, feminista chiapaneca a favor del voto femenino; Ana María Hernández, maestra queretana, inspectora federal laboral y fundadora del Instituto Nacional de Ayuda de la Madre Soltera,6 y Atala Apodaca, maestra iconoclasta y constitucionalista tapatía y dirigente del Centro Radical Femenino (crf).7 Algunas mujeres de esta generación fueron vistas como seres que transgredieron la línea del estereotipo femenino promovido por el Estado revolucionario y la Iglesia católica, que las veían como madres y esposas apolíticas al servicio de sus padres, esposos e hijos en el hogar. Esta transgresión causó ansiedades, temores, y, en algunas ocasiones, hasta violentas propuestas como lo ilustra el intento de asesinato contra Díaz.

Para entender la figura de Díaz es necesario primero reconstruir su historia de vida para descifrar su trayectoria laboral, política y su lucha por la organización de las mujeres y la defensa de los derechos femeninos. Díaz no escribió su autobiografía, pero existen peticiones, quejas, cartas, informes de inspecciones laborales que envío al Departamento del Trabajo y algunos artículos periodísticos que publicó en El Jalisciense y en Fémina Roja. Inmediatamente después de su muerte, unas amigas y las integrantes del Círculo Feminista de Occidente (cfo) redactaron pequeñas biografías sobre Díaz.8 Estas versiones siempre la presentan como una mujer luchadora excepcional, pero silencian cómo Díaz llevó a cabo prácticas represivas con aquellos(as) trabajadores(as) que no fueran leales a sus sindicatos y organizaciones. De todas las fuentes, el cfo sobresale en su intento para mantener viva la memoria en torno a su figura a través de sus visitas anuales al panteón de Mezquitán cada 28 de noviembre y los programas para honrarla donde se incluían canciones, poemas y una obra de teatro. También realizaron gestiones, que no tuvieron éxito, para que sus restos se trasladaran a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres.

Siete historias de vida

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