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Agradecimientos

Desde el comienzo de este proyecto de investigación mi deseo fue contar una historia que sirviera para honrar la memoria de todas y cada una de las personas que han actuado en defensa de la vida en Colombia y en toda América Latina, por esta razón agradezco a los defensores de derechos humanos, tanto a aquellos que han sido asesinados, desaparecidos o privados de la libertad como a quienes continúan luchando por la justicia y sembrando la esperanza de vivir con dignidad.

El resultado obtenido tras cinco años de arduo trabajo es, sobre todo lo demás, producto de tu amor, Jehová; pero también de la incondicionalidad de mi mamá, Blanca Coronel, y de mi hermano, Ronald Vargas; del motor que es en mi vida Mariana Vargas y de la complicidad de Adriana Serrano y Jacobo Ruiz.

Agradezco a la vida por hacerme un feliz hijo de la educación pública, a la Universidad Nacional de Colombia. A las Facultades de Ciencias Humanas y Derecho, Ciencias Políticas y Sociales y, especialmente, a los departamentos de Historia y de Derecho, a sus profesores y trabajadores, que consolidan a este como el mejor y más digno centro de estudios del país. A mi director de tesis, Mauricio Archila Neira, por su paciencia, por su apoyo constante y por su obra que, sin duda alguna, ha marcado, y lo seguirá haciendo, el camino para la investigación de la historia social y de la acción colectiva. Así mismo, resalto los valiosos comentarios de la profesora Winifred Tate y de los profesores Camilo Borrero y Mario Aguilera, los cuales fortalecieron este trabajo y me permitieron profundizar en aspectos fundamentales, como el papel de la izquierda, las mujeres y las comunidades indígenas al interior del movimiento de derechos humanos en el país.

Celebro la vida de Luz Marina Álvarez, defensora y guardiana silenciosa de la historia del Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos —CPDH—; Gloria Gómez Cortés fundadora e incansable lideresa de la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos —ASFADDES—; y María Ruth Sanabria, recia y tierna defensora de los derechos humanos en el oriente colombiano, todas ellas me brindaron su confianza y su cariño para contar esta historia. De igual forma, debo señalar el importante apoyo recibido de parte del CPDH en cabeza de Diego Martínez, quien fuera su secretario técnico durante el tiempo que tuve la oportunidad de desarrollar desde allí mi investigación doctoral.

Finalmente, agradezco a mis amigos de la vida, generadores de ideas y guías intelectuales: a David Llinás y a su bella y amorosa familia, don José y doña Marlene. A David Rodríguez, Maylor Caicedo, Nini Soto, Andrea Garzón, Jean Paul Ruiz, Jorge Acuña, Camilo Arévalo, Cristhian Bejarano, Yesid Pérez, nuevamente a Adry y, muy especialmente, a Angélica Cruz por su tiempo y su cariño. Angélica, además, hizo las veces de auxiliar de investigación, consejera y asesora, y su colaboración fue vital en el proceso de revisión de prensa y en la organización de los datos.

Acción para la conciencia colectiva

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