Читать книгу Acción para la conciencia colectiva - Anderson Manuel Vargas Coronel - Страница 12

Оглавление

Introducción

De acuerdo con el Programa Somos Defensores, durante cada día de 2019 fueron agredidos en Colombia 2,3 defensores de derechos humanos — DD. HH.—. La magnitud de esta cifra advierte el desarrollo de un proceso de persecución sistemática en contra de quienes le han apostado a fortalecer la conciencia histórica del país. Más aún, teniendo en cuenta que desde los años 70 estos hombres y mujeres han sido objeto de señalamientos y tachados como guerrilleros disfrazados o como auxiliadores de la insurgencia por parte de las autoridades políticas y militares colombianas. Para comprender lo anterior es necesario analizar la relación entre los discursos de estigmatización instalados en el imaginario colectivo y la persecución de los defensores, como un fenómeno desarrollado en el marco de una disputa cultural por la configuración de la justicia.

La emergencia de las luchas por los DD. HH. en Colombia coincide con la tercera fase de desarrollo de la Doctrina de la Seguridad Nacional —DSN— en América Latina, fruto de un marcado interés geopolítico por consolidar el control de los Estados Unidos —EE. UU.—1 sobre los países de la región. Podría afirmarse que el fenómeno de la DSN se caracterizó, a grandes rasgos, por la proliferación de regímenes antidemocráticos (militares o civiles) que desarrollaron una intensa represión en contra de la movilización social, a través de la suspensión de los derechos y las garantías civiles y políticas de los ciudadanos. La prolongación indefinida de los estados de sitio, allanamientos, persecución, detenciones arbitrarias, desapariciones, entre otras expresiones violentas de control, marcaron la vida social en la segunda mitad del siglo XX; todas, fórmulas de pacificación y democratización basadas en la suspensión de derechos y garantías individuales y colectivas de los ciudadanos.

Desde finales de la década de 1960, a lo largo de América Latina aparecieron un sinnúmero de procesos colectivos que denunciaron las arbitrariedades cometidas por los Estados autoritarios que abundaban en aquellos años2. Si bien estos derechos habían pasado inadvertidos desde su declaración en 1948, durante la década de 1970 comenzaron a configurarse como mecanismos de defensa en un escenario donde los abusos de las autoridades estatales eran el pan de cada día. Así, los catálogos de DD. HH. ganaron relevancia a la hora de denunciar los abusos estatales y se desarrollaron diferentes plataformas de lucha interesadas en resignificar la justicia y la democracia con fundamento en las garantías humanas.

Durante los 21 años abarcados en la investigación que dio origen a este libro, la agenda social de movilización en Colombia presentó transformaciones constantes al ritmo de los vaivenes del conflicto social de carácter armado. La defensa de la vida y la resignificación de lo justo llegaron a ocupar un lugar central en la protesta social y, a la par de las necesidades económicas insatisfechas, se abrieron camino otras demandas políticas, culturales y simbólicas. Allí emergieron las luchas por los DD. HH. en Colombia, en un escenario en el que la legitimidad de los diferentes Gobiernos fue confrontada por su responsabilidad en la violación de los derechos y las garantías humanas. De esta manera, los DD. HH. se convirtieron en un horizonte de lucha en el que diferentes sectores se enfrentaron por otorgar nuevos significados a la justicia, entre interpretaciones fundadas en la solidaridad y aquellas que privilegiaban la seguridad del Estado por encima de la dignidad humana.

El análisis sobre la forma en que los DD. HH. se convirtieron en un factor de movilización social en Colombia entre 1970 y 1991 es abordado en tres capítulos que ofrecen un acercamiento al problema desde tres perspectivas diferentes. En primer lugar, se analiza la manera en que las demandas que impulsaron la movilización por la defensa de los DD. HH. fueron definidas como una respuesta a la represión estatal que, a su vez, combinaba métodos legales e ilegales para detener el avance de la movilización social y política en el país. La prolongación del Frente Nacional consolidó la permanencia del estado de sitio y allí, mientras el Estado colombiano mantenía su imagen civilista, el poder de facto, por lo menos en el control jurídico penal de los opositores políticos, lo ejercieron las Fuerzas Armadas —FF. AA.—.

El juzgamiento de civiles por las FF. AA. fue el detonante para el desarrollo de una disputa por configurar la justicia. De esta manera, a la violencia de Estado ejercida por los militares se opuso lo que podríamos llamar una contracultura jurídico-política que trasegó entre un uso instrumental de los DD. HH. y la elaboración de diferentes discursos sobre la dignidad humana. Con el pasar de los años, a lo largo de la década de 1980, estos derechos se convirtieron en un asunto de interés general que englobaba, ya no solo una plataforma para la autoprotección de los perseguidos políticos, sino que se perfilaban como sustento de la democracia y de la paz. El capítulo primero desarrolla estas ideas e ilustra la forma en que las demandas relacionadas con la defensa de los DD. HH. se convirtieron en una poderosa fuente de identidad que vinculaba actores, materias, intereses y oportunidades.

El segundo capítulo ofrece una mirada profunda sobre los actores relacionados con la defensa de los DD. HH. y su interacción en función de los distintos intereses que rodearon la acción colectiva por la dignidad humana. El punto de partida para ello es reconocer que las luchas contra la represión, por la paz y la democratización ubicaron a los DD. HH. al centro de las disputas sociales, políticas y culturales en Colombia entre 1970 y 1991. Estas disputas involucraron a un buen número de sectores sociales que ampliaron la capacidad de incidencia de los defensores y enriquecieron su horizonte de acción, gracias a los diferentes intereses que determinaron el uso de los DD. HH. en su emergencia, auge y expansión.

De acuerdo con lo anterior, la movilización en torno a estos derechos transitó entre la solidaridad y el altruismo, pero también entre discursos moralizantes y las posibilidades de ajustar el modelo político a los estándares internacionales promovidos por los Estados Unidos o por la Iglesia católica. De esta manera se configuraron diferentes usos tácticos en un horizonte tan común como paradójico, pues quienes abrazaron las luchas por los DD. HH. no compartían ideas uniformes sobre temas como la apertura democrática o la paz. En ese sentido, a la defensa de los DD. HH. acudieron sectores cuyo interés era provocar cambios políticos, sociales y económicos radicales (actores disruptivos), pero también otros, cuyo interés era recomponer el equilibrio de las relaciones preexistentes (actores restaurativos).

En el primer grupo de sectores está incluida la izquierda, sin embargo, es necesario ir más allá, pues la pasividad con que se ha aceptado el vínculo entre izquierda y DD. HH. ha tenido un carácter funcional para la estigmatización del movimiento. Al encasillar al movimiento de DD. HH. con la izquierda, se desconoce que en su interior se gestaron diversidad de discursos y que, como lo demuestran las fuentes consultadas, los defensores no eran solamente gente de izquierda y mucho menos seguidores pasivos de una vanguardia revolucionaria. Además, hacia la década de 1980, a la par del crecimiento del interés por los DD. HH., la denuncia se hizo más visible, la actividad de promoción más intensa y los actores interesados cada vez más plurales. De esta forma, la acción colectiva pasó a desarrollarse a través de redes en las que participaron actores con identidades, compromisos e intereses cada vez más diversos.

La tercera parte presenta un panorama, primero cuantitativo y luego cualitativo, acerca de los repertorios de protesta empleados en la defensa de los DD. HH. De acuerdo con la base de datos sobre movilización social del CINEP, el número de movilizaciones por los DD. HH. registradas entre 1975 y 1991 (invasiones, disturbios, paros, bloqueos de vías, toma de entidades, acciones de resistencia y huelgas de hambre) inician con una tendencia ascendente durante el Gobierno de Alfonso López Michelsen; luego descienden profundamente durante el Gobierno de Julio César Turbay; posteriormente hay un repunte en el mandato de Belisario Betancur; y finalmente, las cifras se vuelven a disparar durante la presidencia de Virgilio Barco. El capítulo final de esta obra ofrece una lectura sobre los fenómenos sociales, políticos y jurídicos que permiten explicar el porqué de este comportamiento.

Por otra parte, las modalidades de acción empleadas por los defensores variaron de acuerdo con: su carácter contencioso o no contencioso; los diferentes usos tácticos de que fueron objeto los DD. HH.; la intensidad de la estigmatización dirigida en su contra; y la variación en los ámbitos de significación otorgados al concepto de DD. HH. Las diferentes configuraciones entre estos elementos generaron tres espacios de oportunidad para la acción colectiva por las garantías humanas y para su posicionamiento en el ámbito jurídico político colombiano, los cuales corresponden a los tres cortes temporales estudiados. Primero, ante la represión jurídica y judicial que predominó entre 1970 y 1978; segundo, en medio de la crisis de la represión judicial y de su tránsito hacia la guerra sucia entre 1978 y 1982; y finalmente, ante la prevalencia de la guerra sucia, el paramilitarismo y el aumento de la estigmatización contra los defensores.

Así las cosas, Acción para la conciencia colectiva desarrolla la idea de que los DD. HH. ingresaron a Colombia como un discurso emanado de los sectores hegemónicos tras la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, desde la década de 1970, en uno de los más terribles contextos de represión estatal que ha enfrentado el país, se inició la apropiación y reinterpretación de estos derechos por parte de diversos sectores. Y adicionalmente, que dicha reinterpretación generó una dicotomía entre lo justo y lo injusto alrededor de la movilización social por los DD. HH. como objeto de disputa cultural. En ese sentido, considerando los retos que enfrenta la sociedad colombiana en su inagotable búsqueda de la paz y las amenazas que le acechan, lo que palpita en esta investigación es la posibilidad de considerar a los DD. HH., a sus defensores y a la justicia misma, como armas a disposición tanto de los sectores subalternos, como hegemónicos en un persistente escenario de valores en disputa.

Notas

1 Francisco Leal divide el desarrollo de la DSN en cuatro etapas: antecedentes, gestación, desarrollo y declinación. “La primera corresponde al militarismo suramericano del siglo XX, y en ella se aprecian factores que más adelante facilitaron el desarrollo de la Doctrina. La segunda etapa se caracteriza por la creciente influencia político-militar de Estados Unidos en América Latina, y se ubica entre los inicios de la Guerra Fría y la víspera de la Revolución Cubana. La tercera etapa, marcada por el nacimiento de movimientos insurgentes en la región y el desarrollo de un militarismo de nuevo cuño, comienza con dicha revolución y continúa hasta la segunda mitad de los años setenta. La etapa final de declinación de la Doctrina se inicia con el gobierno del presidente Carter y el cambio en la concepción estratégica estadounidense, y se prolonga con el ascenso de los gobiernos civiles en la región hasta la finalización de la Guerra Fría”. Leal, Francisco, “La doctrina de Seguridad Nacional: Materialización de la guerra fría en América del Sur”, Revista de estudios sociales 15 (2003): 76.

2 “Pensar en derechos humanos desde América Latina exige reconocer lo que éstos tienen de ausencia, de demandas postergadas, de ofertas modernizantes frustradas y engañosas. Hablamos de derechos desde su negación y desde la indignación que moviliza en su búsqueda; desde un conjunto de condiciones institucionales que les niegan y postergan; desde un marco de pensamiento que, en no pocas ocasiones, los afirma como estrategia para negar la configuración sociocultural de sus habitantes. Con todo, hablar de derechos humanos en América Latina también es hablar de su impulso dinamizador de buena parte de sus movimientos populares, de una apuesta que logra recoger un horizonte de esperanza que se va concretando en los más diversos campos, y que exige las más diversas formas de militancia, a veces desde las formas instituidas de gobierno y a veces en contra de ellas”. Gándara, Manuel, “Repensando los derechos humanos desde las luchas”, Revista culturas jurídicas 2 (2015).

Acción para la conciencia colectiva

Подняться наверх