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EL CUIDADOR TAMBIÉN DEBE SER CUIDADO

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El trabajo de cuidar adultos mayores es muy absorbente. La carga física y mental es pesada, por lo que estos trabajadores también requieren atención. Dicha tarea tiene consecuencias para quien la cumple, porque invierte una dosis de recursos emotivos y físicos en la persona que cuida. En la medida en que el tiempo transcurre y la enfermedad o la dependencia avanzan, la tarea puede ser realizada con menor entusiasmo, independientemente de la relación afectiva o de trabajo. Garrid y Sansburi (véase Molina, Iañez e Iañez, 2005:33-43) introdujeron en 1963 el término “carga” para referirse al impacto que produce el cuidado de enfermos en sus cuidadores. Esta “carga del cuidador” se definió como “el conjunto de problemas de orden físico, psíquico, emocional social o económico que pueden experimentar los cuidadores de adultos incapacitados” (George y Gwiter, 1986:253-259).

El estrés puede derivar en ansiedad y presentarse con frecuencia en el ámbito laboral. Es de tipo organizacional, crónico y cotidiano, y aparece generalmente en los trabajadores asistenciales: médicos, enfermeras, profesores, terapeutas o psicólogos en situaciones de un trabajo no lo suficientemente recompensado que exige entregas emocionales de alta demanda. Causa detrimento psicológico y es el principal componente de una moral baja o ausentismo; se desarrolla entonces un autoconcepto negativo y actitudes de igual modo negativas hacia el trabajo. Tal estrés negativo procede de la influencia de agentes del entorno social, del marco laboral y las características personales (Arita, 2001:73-80).

Algunos de los síntomas pueden ser los siguientes:

Complicaciones físicas. Dolores crónicos, cefaleas tensionales, fatiga crónica, trastornos digestivos (dispepsias), pérdida o incremento de peso corporal, infecciones virales a repetición (ej: gripes) por inmunodepresión, úlcera gastrointestinal, quejas somáticas: dolor crónico del aparato locomotor, astenia, alteración del ciclo sueño-vigilia, deterioro de la función inmune, mayor predisposición a úlcera péptica, patología cardiovascular, entre otras.

Complicaciones mentales o emocionales. Ansiedad/estrés (en el 50% de los casos), depresión (el más frecuente), insomnio, falta de energía, sentimientos de pérdida de control, de culpa, excesivo uso del cinismo o sarcasmo, sobreinvolucración con el paciente, alta tasa de automedicación (psicofármacos y analgésicos) (Molina, Iañez e Iañez, 2005: 33-43).

Conflictos sociofamiliares. Problemas familiares, conflictos laborales, sindicales, altercados con sus compañeros o con los asilados, aislamiento social, disminución de las actividades de ocio y recreación, dificultades económicas debidas a los bajos salarios.

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