Читать книгу Viento de ángeles - Andrea Zeidel - Страница 6

I El cruce con el Diablo

Оглавление

(Viernes 23 de noviembre del 2012)

En este pueblo las peores cosas han ocurrido de noche, como si la tragedia y los delitos dolieran menos o no se vieran en la oscuridad. Así fue como aquel viernes negro, en la estancia La Cándida, la mano de un peón abrió la tranquera. Tomó al Diablo de la correa y le chistó suave cerca de la oreja para que no relinchara. El Diablo era malísimo, había tirado a la hija del patrón dos veces, así que seguro, éste no lo iba a lamentar. Con la correa corta lo llevó por el campo, para el lado de la ruta, ni luna había y; espero la orden.

En el pueblo los chicos de quinto año del Colegio Parroquial hacían una fiesta en la casa de Florencia, anticipándose a la de fin de curso. Había pizza, algo de alcohol legalmente permitido, y música. Aquellos que fumaban o habían bebido demasiado cruzaban a la plaza. En un cuarto de la planta alta de la casa, los más osados tenían sexo. Mientras los padres de Flor estaban arrinconados en el quincho, creyendo que controlaban la situación. La casa de Florencia era la más linda del pueblo, al lado estaba la iglesia, a la vuelta de la esquina el colegio, en frente estaba la plaza, sobre la calle opuesta a ésta, la comisaría. A medida que uno se alejaba de la plaza, las casas eran cada vez más bajas y precarias.

Esa noche, el subcomisario desde el patrullero observaba a los jóvenes con recelo, y al mismo tiempo cuidaba el orden. En determinado momento, ya de madrugada, Nico salió de la fiesta, se subió al auto, del lado del volante, Gonzalo y Matías, sus amigos inseparables, lo acompañaban. Parecía que Dios aquella noche, había cerrado los ojos. Lo único que se veía eran las luces del auto en el que viajaban los tres amigos. La ruta es la única que comunicaba al pueblo con otros, y a esa altura es recta y sin ondulaciones, bastante pareja. Cerca de la montaña rocosa el camino comienza a ascender y se forma una curva, justo antes del puente que cruza el arroyo.

El peón, detrás de la montaña, observaba el auto que iba cada vez más próximo, le dio un golpe picante en las ancas del caballo y lo soltó. Diablo relinchó en dos patas y después cruzó la ruta a un galope rápido. Los chicos tal vez, irían distraídos, soltando algunas risotadas, conversando en un tono de voz acelerado, de cómo iban a asustar al profesor. Tenían que hacerle saber que no se juega con una menor y menos, si es una compañera de curso. Y así fue que arrollaron al Diablo, o mejor dicho, el Diablo los arrolló a ellos.

El peón espero nervioso unos cuantos minutos. Después de tanto ruido metálico resaltó el silencio, parecían muertos. Un zorro hambriento apareció rondando la escena, sólo relucían sus dientes. El peón pegó un salto del susto y al mismo tiempo murmuraba un insulto, sacó un arma y le disparó sin piedad. Dio un respiro, le pareció que algo se le había caído, no estaba del todo seguro. Se dio cuenta que había perdido su navaja, aunque no sabía en qué momento. Palpó el suelo, entre los pastos, nada pudo encontrar por la oscuridad de la noche. El trabajo estaba hecho, avisó por el radio y siguió su rumbo.

Los primeros rayos de sol tropezaban con el horizonte irregular del paisaje. Un viento árido como un torbellino apareció de la nada, en ese momento unos campesinos que iban a realizar sus tareas, buscaron refugio detrás de la roca. Ellos, fueron los primeros en dar aviso del accidente.

Un tumulto de gente en la entrada del pueblo agitaba unas banderas verdes. Eran unos fanáticos que habían cortado el camino en repudio a la matanza indiscriminada del zorro colorado. Por eso, la ambulancia tardó en llegar.

Viento de ángeles

Подняться наверх