Читать книгу Experiencias y retos en supervisión clínica sistémica - Angie Paola Román Cárdenas - Страница 9
La base epistemológica y paradigmática que fundamenta el ejercicio de supervisión clínica sistémica
ОглавлениеSi se piensa en la clínica sistémica, reconociendo específicamente los avances en la Maestría en Psicología Clínica y de la Familia, se valora el orden de recursión de los sistemas observantes, que en relación con los ejercicios de supervisión invita a la persona a ponerse en juego como observadora de sus observaciones. En esta medida hay un gran aporte al modelo de supervisión desde esta base epistemológica definitivamente no presente en los modelos de supervisión clásicos, ni en otros enfoques o perspectivas. Esto le da un orden diferente a la clínica sistémica.
La puntuación está tanto en el orden epistemológico desde el cual se está dando cuenta y desde todo lo que implica el marco paradigmático que permite esa construcción del conocimiento, en donde no hay nada que ya esté dicho, todo está para construirse permanentemente. Por tal razón, se trabaja la supervisión de esta manera, pues los actores se cuestionan constantemente cómo se puede crear conocimiento respecto a los fenómenos humanos, a los clínicos y al ser humano que emerge en cada una de las experiencias. Este es el fundamento que justifica toda la propuesta en el escenario de supervisión; es lo que realmente nutre y aporta en particular desde esta perspectiva.
El escenario de supervisión, enmarcado dentro de una propuesta de segundo orden, permite desarrollar los principios operadores como la autorreferencia, la reflexividad y la circularidad, en coherencia con la base epistemológica de la recursión entre investigación e intervención. Esto permite la emergencia del observador en lo observado y el reconocimiento del espacio de supervisión como un escenario que se relaciona también de acuerdo con el énfasis formativo en los terapeutas. Desde un énfasis investigativo, el modelo de investigación/intervención se relacionará mayormente con la redefinición de fenómenos humanos, y desde el énfasis de profundización, el lente estará centrado sobre todo en la redefinición de los motivos de consulta, relacionados con un dominio clínico y con la redefinición de fenómenos.
Reconocer la supervisión como un escenario que les compete a los terapeutas en formación, al equipo, al supervisor y a los sistemas consultantes convocados podría parecer un espacio muy cerrado. Sin embargo, los principios epistemológicos, paradigmáticos y metodológicos configuran un espacio en el cual siempre está el diálogo con la realidad social y con los sistemas amplios que complejizan también el ejercicio. El contexto de la supervisión clínica sistémica lleva a pensar en el concepto de familia, que se está creando y recreando constantemente en el encuentro, respondiendo también a la realidad social. Es decir, el conocimiento no es un conocimiento aislado, extraño o alejado a una realidad, sino que responde a las formas de conocimiento y a lo que está sucediendo en el país, por ejemplo, reconociendo la importancia de pensar en ese interjuego entre el clínico y la realidad social.
Este aspecto fundamental reconoce el contexto de la supervisión como un escenario creativo que se configura según las múltiples posibilidades. Por eso no existe nada que tenga que cumplirse de una manera determinada, ya que, aunque se tenga un modelo, en realidad no se manejan protocolos que deban cumplirse exactamente igual para comprender o para crear. Resulta fundamental la creación permanente que requiere de todos los actores cuando se habla de investigación/intervención y de supervisión clínica sistémica. Esto permite reconocerlas como una experiencia movilizadora que ubica a la persona en una postura de gran expectativa y de gran gusto, no solo por la novedad en el conocimiento de las teorías, sino también por el conocimiento del ser humano y esa parte humana; da la posibilidad de trabajar la investigación/intervención en el escenario de supervisión, lo cual se construye en el reconocimiento que posibilita la permanente exposición como sujeto para construir auténticamente con el otro.
Lo anterior, en relación con la perspectiva compleja, se piensa en la hipótesis de la supervisión como sistema complejo adaptativo, lo que implica reconocer y pensar al escenario de supervisión como sistema complejo; es precisamente el legitimar al conocimiento como una producción ecológica que plantea una invención no racional de conceptos sino más bien de posibilidades adaptativas. El conocimiento trasciende la ecología de la supervisión y está destinado a una invención pragmática para construir el cambio de los mismos sistemas consultantes en sus propias ecologías, y presenta a su vez un impacto ecológico de los mismos arreglos pedagógicos que se construyen para la formación reflexiva de psicoterapeutas en el entero equipo de supervisión.
Desde esta misma hipótesis del conocimiento, como eso que los sistemas vivos saben hacer no para crecer solo intelectualmente sino para sobrevivir, se puede reconocer que el conocimiento no es una producción superior, sino más bien una producción integrada contextual que sirve básicamente para la supervivencia. Entonces el sentido del conocimiento, en este orden de ideas, es el de preservar la vida, pero la vida no se puede preservar con el mismo arreglo que produjo el problema o dilema que llevó al consultante a asistir al proceso clínico, sino que se preserva con plus de invención. En otras palabras, es necesario crear un orden de relaciones en un nivel lógico superior al nivel lógico en el que se creó el problema. Hay que incrementar la complejidad y esto es posible cuando se transforman o se incrementan las posibilidades de conexión ecológica de los consultantes con sus entornos en lógica generativa. La producción de conocimiento que se crea en los sistemas de supervisión está dirigida hacia la invención que les permite a los sistemas avanzar hacia lo posible, pero teniendo en cuenta eso posible como lo impensado —retomando el tema de la creación—; no es predeterminado, sino que, en lugar de ello, permite un avance colectivo y ecológico hacia la invención, lo cual permitirá preservar la vida al ubicarse en un nivel lógico distinto.
Esos procesos de coevolución vividos, creados, narrados, se configuran en ese pequeño espacio, reconocido como un espacio íntimo donde todos tendrían la posibilidad de crecer. Es el escenario donde se puede crear mayor posibilidad de sobrevivir, pero además les permite crear aquello que sea posible y también realizable. Pakman menciona que uno no se puede quedar solamente en ese lenguaje de la palabra que se dice, sino aquello que es lo no dicho, lo que está en un orden tan simbólico y tan inexplicable para la conciencia humana, que en realidad no se sabe todo lo que va a emerger. Por otro lado, los órdenes de esta evolución conjunta son infinitos. Cada ser humano puede emerger de una manera totalmente diferente, en la que como terapeuta no se puede medir sino cuando se vive y se tiene un grado de observación y un equipo que permiten crear unos órdenes de coevolución en la complejidad creciente de los sistemas.
Reconociendo lo posible y lo realizable como lo plausible para cada sistema, y en línea con lo que mencionan Maturana y Varela sobre los cierres y las aperturas, cabe la pregunta: ¿hasta qué punto en cierto momento un sistema puede avanzar? Hasta el punto en el que puede asimilar la diversidad que produjo. Ahí habrá un momento de cierre para asimilar esa diversidad y uno para volver a abrirse, para no quedarse rígido en el cambio que logró en ese momento y en el nivel de complejidad logrado. El conocimiento se presenta igualmente como adaptación y la adaptación como ese incremento de la complejidad necesaria para lograr ese movimiento coevolutivo y ese arreglo contextual de los sistemas a la demanda que genera el dilema presente.
Los procesos coevolutivos se construyen no solo desde los mismos terapeutas en formación, sino también desde los supervisores, y resultan ser un escenario creativo y ecológico que conversa no solamente con las realidades que están en el encuentro del escenario de supervisión, sino también con la misma realidad de la formación que se da en la Maestría en Psicología Clínica y de la Familia y en el programa de pregrado en Psicología, donde se crean contextos de supervisión con intenciones de formar en comprensiones clínicas relacionales. Dicho escenario comienza a converger también con lo que se construye en los seminarios clínicos y en los de investigación, que estarían conversando también con el escenario de supervisión, donde lo conversado, desde el reconocimiento de los principios epistemológicos y paradigmáticos, la redefinición de los motivos de consulta, la comprensión de la psicopatología con una perspectiva sistémica y compleja, hasta el reconocimiento de la ecología en el ejercicio clínico, es luego interiorizado en un escenario de supervisión. Esto le permite el posicionamiento tras reconocer las posibilidades emergentes y creativas. Además, en el escenario de la supervisión que se realiza en el programa de pregrado se anclan los conocimientos previos desarrollados en los espacios académicos que se relacionan con la comprensión del enfoque sistémico, la profundización en clínica y sus experiencias en la extensión de aula.
Esto muestra que lo ecológico y lo creativo no solo implican la identificación de los sistemas amplios externos, sino que además, desde esta propuesta, buscan una participación de esa ecología incluso entre los supervisores, los seminarios y las profundizaciones, en cada uno de los escenarios formativos. Eso permite también niveles de complejidad que invitan a los supervisores y a la comunidad académica a converger en cada uno de los escenarios formativos, en esta ocasión, convocando la discusión en el escenario de supervisión.
La complejidad en el ejercicio de supervisión clínica sistémica requiere un trabajo en la persona del supervisor, lo cual tiene muchas exigencias; en primera medida, en el reconocimiento de la ignorancia, en el que es imposible tener todo el conocimiento, dado que se está en un continuo aprendizaje. Dicha postura, que se dirige hacia la humildad en el reconocimiento de la riqueza del pensamiento divergente, en la que se puede actuar con libertad, teje lo más loable de este ejercicio: la construcción en el bienestar humano y ecológico. Este ejercicio necesita la ayuda del supervisor en su ser, que puede reconocerse en todos sus órdenes de la subjetividad humana, lo que da la posibilidad de crecer en un proceso de creación ecológico y complejo.
Lo anterior lleva a conectar el discurso con los distintos niveles de observación que coexisten en el escenario de supervisión. Cuando se presentan casos en vivo, el supervisor está atento a los procesos de cambio de los sistemas observantes, para diseñar con el equipo de terapeutas y psicólogos en formación, la construcción del estilo de intervenir. Sin embargo, ¿cómo se puede dar cuenta de los puntos ciegos como psicólogos y como supervisores? Pues se generan procesos autorreferenciales y autorreflexivos con los estudiantes para dar cuenta de sus versiones potenciales en la lectura de los casos y, a su vez, para dar cuenta del posicionamiento del supervisor, lo que facilita los niveles relacionales horizontales y la construcción conjunta de conocimiento. El supervisor se posiciona en la encarnación y en la vivencia del ejercicio de supervisión, con lo cual se reconoce como sistema observante en el proceso coevolutivo.