Читать книгу Operación Ave - Antonella Gattini - Страница 8

Capítulo III El ave me mira y luego a Kay, con un rápido movimiento de cabeza. Descubro que eso colgado de su garra derecha es un pequeño papel. Con lentitud, llevo mi mano hacia su delicada cabeza y lo acaricio usando mi dedo índice con mucho cuidado; es muy suave, nunca había sentido una textura igual.

Оглавление

El vencejo fija sus ojos en mí.

—Hola, pequeño. —Con parsimonia, bajo mi mano hasta su garra—. Veamos qué tienes aquí.

Tiro con cuidado del papel para no asustarlo, hay algo escrito en él.

—¿Qué dice? —Kay luce impaciente, así que le entrego la nota sin hacer movimientos bruscos.

—Dice: “Pasillo seis, celda ocho, OGO, Tedqua”. —Me mira estupefacto.

Los gritos de varios niños que corren nos alertan. El vencejo abre sus alas y en un segundo se encuentra en el aire. Vuelve a girar en círculos alrededor de nosotros, mientras comienza a emitir el mismo sonido. Lo seguimos con la mirada hasta que se pierde entre los miles de hologramas. Nuestras miradas se cruzan en busca de alguna respuesta racional.

—¿Habrá venido desde Tedqua? ¿Existirán más aves como esa? ¿U otros animales?

—No lo sé, Kay, estoy tan intrigada como tú. Suponiendo que esto no sea una mera casualidad, ¿quién habrá enviado el mensaje?

—Podría ser tu madre o… tal vez mi padre. Por ahora no tenemos cómo saberlo.

Permanecemos en silencio durante un momento, intentando procesar la situación.

—Tenemos que ir.

Arrojo esta conclusión sin entender el peso de mis palabras. Si bien una parte de mí piensa que sería una locura viajar a Tedqua, o al menos intentarlo, mi instinto dice que es lo correcto. Además, mi madre escribió en su carta que siguiera mi instinto; supongo que, de alguna forma, tengo su permiso para hacerlo.

—Aunque quisiéramos, sería imposible. —Kay mira la nota—. Estoy a años luz de reunir los créditos necesarios; en realidad, es imposible lograrlo a esta edad.

—Tiene que existir otra forma. Estoy segura de que Tasz nos ayudará a definir un plan para lograrlo.

—¿Crees que podemos confiar en él? —Se pasa con violencia la mano por el cabello, algo nervioso—. En verdad, no sé qué digo… ¡sería una locura! ¿Sabes lo que pasaría si alguien se entera de que pensamos escapar? O peor, ¿de que queremos llegar por nuestra cuenta a Tedqua? ¡Quedaríamos vetados de la OGO para siempre y seríamos la vergüenza de la comunidad sayosiana! —Hay cierto dramatismo en su voz.

—Bueno, es un riesgo que hay que correr. ¡Mi madre me importa más que la OGO y sus estúpidas reglas!

—¡Shhh! —Mira hacia los lados, comprobando que nadie haya escuchado mi ofuscado comentario—. No sabemos quién escribió la nota. Tal vez lo mejor sería que contactemos a la OGO policía y le contemos lo que ha pasado, sabrán qué hacer.

—Por favor, ¡van a pensar que estamos locos! Perderíamos nuestros OGO Créditos por decir calumnias. —Mi irritación aumenta—. ¿Qué pasa si es un mensaje de tu padre o mi madre pidiendo ayuda?

Kay permanece en silencio, aún observa el pequeño papel que sujeta con ambas manos, como si esperara que le diera una respuesta. Miro mi holófono, son las ocho en punto. No puedo creer lo rápido que ha pasado el tiempo, parece que han transcurrido diez minutos desde que llegué.

—Me tengo que ir.

Me dispongo a comenzar la carrera, pero Kay toma mi brazo.

—¡Espera! Dame tiempo para procesar esto antes de que le digas algo a Tasz, por favor.

—Está bien, me parece un acuerdo justo. ¡Nos vemos el lunes!

Una mueca cómplice se dibuja en su rostro. Resulta curioso, unos días atrás apenas hablábamos y hoy compartimos un secreto de esta magnitud.

—Zabina, te recuerdo que a partir de hoy la energía se apaga a las nueve. —Es evidente el enfado de mi padre al verme, pero también su alivio.

Tras un vistazo a mi alrededor, descubro que los miembros de mi familia me han esperado durante varios minutos, pues casi no quedan asistentes en la fiesta.

—¿Con quién estabas que perdiste la noción del tiempo? —El abuelo Laus insiste en su tono de burla, mientras sube y baja las cejas con rapidez.

—Con nadie. —Cruzo mi brazo con el suyo—. ¿Cómo la pasaron ustedes?

***

Esta mañana me desperté decidida a comenzar con el plan. Sé que será algo casi imposible de lograr, pero la posibilidad de que mi madre haya enviado ese mensaje tiene el poder suficiente para convencerme de proceder con la hazaña.

Invierto el día en anotar lo que sé sobre la OGO, además de alternativas posibles e imposibles para llegar a Tedqua. Creo que necesitaremos la ayuda de Tasz; después de varios cálculos, he llegado a la conclusión de que, en lugar de ganas, requerimos una estrategia realista y sólida. Mañana, apenas arribe a la estación, hablaré con Kay y lo convenceré de la importancia de incluir a Tasz como agente activo en la elaboración del plan.

Tras largas horas, siento que la cabeza me va a explotar por tanta información. Es momento de cerrar el minucioso análisis por hoy.

—¿Qué haces tan concentrada, Zabina?

El abuelo Laus está recostado contra el marco de la puerta. Salto del susto y mi corazón se contrae. ¿Cuánto tiempo lleva ahí mirando?

—Nada… solo un trabajo que tengo que hacer sobre cómo llegar a la OGO… ¡Digo…! Sobre la OGO… —Recojo con rapidez la evidencia esparcida por la habitación.

—¿Desde cuándo les asignan tareas para hacer en casa?

—No, en verdad es un trabajo que comenzaremos mañana en clases, pero quiero prepararme para eso, ya sabes… participar más… Tal vez sume créditos extra.

Sé que mi nerviosismo es evidente, aunque lamento tener que mentirle a mi abuelo. Me encantaría contarle todo, seguro sabría qué hacer. Sin embargo, también estoy segura de que para protegerme, haría lo posible por disuadirme.

—Me recuerdas tanto a tu madre, querida. Ella también hacía lo impensable por obtener créditos extra, estaba obsesionada con llegar a la OGO. Solo espero que, en caso de ser elegida algún día, te preguntes si vale la pena ir —dice con añoranza. Luego de acercarse a mí, se agacha y besa mi frente—. Buenas noches, mi ya no tan pequeña Zabi.

Resulta extraño que mi abuelo nombre a mi madre, desde que partió es un tema que siempre se evita en casa. Cada vez que alguien acepta ir a la OGO, inicia un proceso muy duro para la familia, nunca sabes cuándo verás a esa persona otra vez. Imagino que no saber de ella le duele tanto como a mí.

Siento un nudo en el estómago, una sensación de preocupación se apodera de mi cuerpo. Sé que hay muchas personas en Tedqua; aun así, existe la posibilidad, aunque sea mínima, de que ella haya enviado la nota. Debo ir, no importa si tengo que hacerlo sola.

Operación Ave

Подняться наверх