Читать книгу Magia Para Los Corazones - Antonia Fernández Barba - Страница 10

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5. Tomando conciencia

Una mañana, cuando abrí los ojos, vi que estaba enel estanque de un parque. Traté de incorporarme, pero, mi cuerpo no me respondía. Caminé con mucha dificultad por entre unos juncos. Tenía que tirar de mi cuerpo, arrastrarme por el lodo, con una velocidad mínima y sorteando las piedras y otros obstáculos que encontraba en mi camino.

Intenté llegar hasta la orilla para beber un poco de agua, pues sentía mi boca seca por el esfuerzo. Durante la trayectoria, vi una sombra negra que se precipitaba hacía mí, desde el cielo. Por instinto, la esquivé y busqué refugio dentro de mí mismo. Entonces descubrí que algo duro y curvo como un caparazón me cubría.

Cuando alcancé la orilla, me acerqué lo más que pude al agua y, ¡cuál no sería mi sorpresa!,al ver mi propio reflejo en las tranquilas aguas del estanque: ¡en él se dibujabauna tortuga!

No podía ser, debía tratarse de un sueño…yo tenía la conciencia de una persona. Recordaba ser un ejecutivo muy ocupado y atareado con mi trabajo…Y ahí estaba, dentro de un cuerpo de tortuga y, teniendo todas sus sensaciones. Busqué emociones que aliviaran la angustia que experimentaba. Traté de llorar, de expresar furia, de protestar…y nada pude conseguir.

Resignado a mi nuevo estado y, confiando en que se tratara de un conjuro que me hubiese hechizado, intenté sobrevivir en aquel nuevo hábitat para mí.

Me sentía debilitado y me dispuse a buscar alimento. Pero… ¿qué comen las tortugas? Y ¿qué importaba eso ahora? Mi recién adquirido instinto de tortuga me llevaría a encontrar algo alimenticio. Entonces, caminando, encontré unas larvas en una roca. Si quería sobrevivir tenía que apartar de mi mente los escrúpulos humanos y saborear aquel manjar. Luego, mordisqueé los brotes tiernos de unas plantas que creían junto al estanque y volví a tomar unos sorbos de agua. Ya saciado, me dispuse a pasear bajo el tibio sol de la mañana, cuando, de repente, unas pisadas enormes que hacían temblar el suelo, se acercaron hacía mí y me elevaron cogiéndome por el caparazón. Pude ver que se trataba de un niño pequeño. Sentí miedo. Mucho temor ante la incertidumbre de las intenciones de ese niño y recordé cuántas veces en mi infancia jugué y hasta maltraté a los animalillos en la finca de mis abuelos, cuántas veces no respeté la vida de los pequeños animales con la idea equivocada de que no sienten nada. Ahora me sentía sustraído violentamente de mi recién estrenado hábitat donde empezaba a acomodarme y a adaptarme.

Dentro de aquella oscura caja de cartón, zarandeado por la carrera alocada de aquella cría de ser humano, pensé en cuántas veces vivimos sin conocimiento, sin conexión con la Tierra ni sus criaturas. Ahora, más que nunca, comprendía la prepotencia humana y tomaba conciencia profunda de que todos somos seres interrelacionados en una maravillosa cadena de vida.

Entonces, se hizo el vacío, una chispa dorada rasgó la oscuridad y…abrí los ojos comprobando que volvía a estar en la cama de mi habitación y en mi cuerpo de hombre. Experimenté una grata sensación de felicidad y de agradecimiento y supe que ese sueño había despertado mi condición de hijo de la Tierra y había accionado el resorte de un ser más pleno. Supe, con certeza, que se abrían ante mí nuevos horizontes que me marcaban en mi vida un antes y un después de mi existencia humana.

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