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6. El mensaje de Carlos

Esa misma noche, los tres soñaron con Carlos; su padre, su abuela y su tío Pedro.

El sueño de su padre fue con un ser de luz vestido de blanco que le anunciaba el nacimiento de una niña a la que pondrían por nombre Alma.

El de su tío fue más inquietante: viajaba Pedro en un tren extraño, lleno de gente de todas las épocas y de todas las razas que hizo parada en una estación desconocida para él. Se bajó del vagón donde viajaba y contempló el trasiego de tantas personas diferentes, con diferentes atuendos y destinos. Estando allí se fijó en unas escalinatas y vio que por ellas descendía un niño pequeño que se dirigía hacia él. Ajustó su mirada y descubrió que aquel niño era su sobrino Carlos.

Carlos se marchó de este mundo un apacible día muy próximo a la primavera. Con sus escasos siete años, recibió la visita de dos ángeles que le indicaron que era la hora de partir. El pequeño, confiado, tomó la mano de aquellos seres luminosos, pero miró atrás. En el coche siniestrado quedaban sus padres malheridos, inconscientes y el menor de sus tíos, Juan. Entonces, una voz tranquilizadora y convincente le hizo saber que no debía preocuparse, que ellos saldrían adelante porque, todavía, no habían cumplido su tiempo, que la muerte no existe, que volverían a encontrarse y que sólo adelantaba su viaje.

Carlos, pues, se dirigió hacia una estela de luz que se dibujaba delante de él y de sus acompañantes y fue narrándoles lo feliz que había sido en su breve estancia en la Tierra y todo el amor que se llevaba consigo.

Ahora, días después de su partida, se disponía a dar un mensaje importante a su querido tío Pedro. Le pidió que transmitiera a sus padres su estado, se sentía feliz en donde estaba, ellos debían hacer un esfuerzo por deshacerse del dolor y de la tristeza y quería dar a su familia la noticia de que, pronto, tendría una hermanita.

Luego, volvió a ascender por aquellas escaleras y desapareció de la vista de Pedro.

Pedro despertó algo contrariado por aquel sueño, pues no solía recordar lo que soñaba. Aún así, comunicó a su hermano el mensaje recibido y fue cuando éste le contó que, esa misma noche, había recibido una notificación semejante y la abuela, la madre de ambos, también había soñado con el niño, aunque no recordaba qué exactamente.

Poco más de un año y medio después, nacía Alma y traía en su preciosa carita toda una promesa de esperanza. Ese día, una estrella fugaz cruzó el firmamento. Era la sonrisa iluminada de Carlos dando la bienvenida y sus bendiciones a supequeña hermana.

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