Читать книгу Ciencia y vida. Mi verdad - Antonio Alcaide García - Страница 7
PRÓLOGO
ОглавлениеEstoy segura de que cuando el profesor Alcaide me propuso que prologase su nueva obra “Ciencia y Vida. Mi verdad”, no era consciente del compromiso en que me situaba. Su primer libro, “El último pescador romántico”, viene precedido de una presentación de su buena amiga y escritora de merecidísimo éxito -¡cuántas novelas suyas han hecho cortas tantas horas de muchos lectores!- Julia Navarro. Sin duda las comparaciones son odiosas, y en este caso sobre todo para mí. Pero vamos allá.
Estas memorias que ahora nos regala Antonio nos muestran otra faceta de su vida. En su primer libro relataba sus grandes momentos de ocio. Aquí describe con maestría su ingente y abrumador trabajo científico. Una vida entregada a la ciencia.
El prólogo de un libro debe introducir a su lectura. Pues bien, en esta obra vamos a encontrar algo parecido a un desnudo integral. El eje argumental es el trabajo del científico pero enhebrando el hilo argumental principal, el autor vierte sin tapujos, disimulos, ni reservas, sus reflexiones personales. Nos dona sus sentimientos, ideas, pesares y alegrías.
Si al lector le atrae la investigación, sin duda le van a atrapar estas páginas. Ese, ir y venir, luchar y finalmente llegar, o no llegar, como bien describe el autor. El profesor Olalla Marañón decía: “la investigación es un licor suave que acaba embriagando al que lo prueba”. ¡Qué bien describen esas palabras lo que yo misma sentí cuando puse fin a mis estudios de Farmacia! Había disfrutado de una beca de Iniciación a la Investigación y quedé prendada del mundo microbiano. No importaban las horas que pasaras en el laboratorio, la curiosidad por conocer los resultados era inagotable. Los microorganismos se convirtieron en mis mejores aliados, casi unos compañeros de juego. Con ellos he disfrutado de grandes momentos.
En esta narración autobiográfica se identifica a un investigador igualmente enamorado de su trabajo. Fascinado por su profesión nos conduce de la mano por sus investigaciones en el campo de la Bioquímica, la Inmunología y la nueva Biotecnología. La claridad de sus explicaciones, sazonadas con un anecdotario rico, y siempre adornadas con las últimas innovaciones convierten al profesor Alcaide en un gran comunicador de ciencia.
Genera en el lector una sana ansia por comprobar en que quedó tal hipótesis o dónde se aplicaron los resultados de aquel proyecto de investigación antes explicado. Ese es el sueño de todo investigador, el que me cautivó también a mí cuando me incorporé como alumna interna en el departamento de Microbiología: encontrar alguna utilidad para mejorar la vida de las personas. Llegar a buen puerto es la mayor satisfacción de un investigador y saber que el fruto de tu trabajo va a suponer una mejora en la sociedad, imagino que es casi como tocar el cielo. Eso es lo que mueve al autor a desentrañar cada uno de los planteamientos de sus proyectos de investigación, y explorar hasta el final todas las posibilidades, porque Antonio no se rinde nunca. Aunque todo se ponga en su contra.
He disfrutado sobremanera con el apartado de los polisacáridos. No en vano el grupo de Investigación al que pertenezco, “Exopolisacáridos Microbianos”, siempre ha tenido por objetivo no sólo su aplicación en tecnología alimentaria, sino también como agentes biológicos. El extenso espectro de posibilidades que ofrecen los polisacáridos es solo comparable con las especies productoras. Hay mucho publicado, pero queda mucho más por describir.
El relato pone de manifiesto un rasgo que nunca encontraremos en su carácter, la pereza. Todo lo contrario. Hay que hacerse a la idea de ese permanente ir y venir de los años 70, Jordania, Inglaterra, Estados Unidos, Israel, Alemania, Francia, Japón, Corea del Sur, Turquía, Honduras... Trabajo científico acompañado de una incesante inquietud por descubrir cómo son las costumbres y las personas de otras civilizaciones.
Su mundo ha estado marcado por la serendipia, ese descubrimiento o hallazgo afortunado e inesperado fruto de la casualidad. Con esos golpes de fortuna ha evolucionado en numerosas ocasiones la ciencia, avatares que normalmente sólo se presentan en el curso de un trabajo perseverante y abnegado de años. Efectivamente puede ser suerte, pero los investigadores sabemos que también hay que buscarla con tesón, esfuerzo y trabajo abnegado. Esto es precisamente lo que vemos reflejado en la trayectoria descrita. El autor advierte cómo en ocasiones ha obtenido excelentes resultados científicos fruto de la casualidad, pero lo más importante es saber interpretarlos. Un resultado siempre vendrá enmarcado entre una serie de conocimientos previos e inciertas posibilidades. Estas páginas revelan que el profesor Alcaide, tiene la paciencia y el deleite necesario para extraer esas potencialidades. Aunque otras veces, como todo científico sabe, no se alcanza el fin perseguido. En el discurso de agradecimiento de un conocido Físico, por la concesión del premio Nobel, apuntaba con acierto: “ustedes me conceden el galardón por este descubrimiento” (refiriéndose al que le había lanzado a la fama). “Yo en cambio, pienso que ese hallazgo vale tanto como las miles de ocasiones en que mis investigaciones acabaron en callejones sin salida”.
No me resisto a concluir este prólogo sin dedicar unas líneas a esa polipodiácea hondureña de nombre Phlebodium decumanum que le robó el corazón. Una valiente apuesta por su utilización en la lucha contra el SIDA y el Cáncer le ha llevado años de trabajo. Estoy segura de que estos extractos serán finalmente reconocidos como excelentes modificadores de la respuesta biológica.
Su carácter de científico no es puro, está contaminado, o mejor dicho adornado con grandes rasgos humanísticos: pensador, filósofo y escritor que comparte sus reflexiones a través de una narrativa entretenida, amena y cercana, haciendo incursiones, en el flamenco, la tauromaquia, las celebraciones de Semana Santa o el día de Andalucía. Sabe darle a todos los palos con idéntica brillantez, esa insaciable curiosidad por todo lo que le rodea.
El mundo está necesitado de personas que amen su trabajo, Antonio es uno de ellos. Es feliz y esa felicidad impregna sus relatos salpicados de dulces encuentros con personajes que van moldeando su vida, ya fuera un investigador brillante, una atractiva mujer o una joven portadora de VIH.
A través del texto no sólo descubrimos a una eminencia científica, se dibuja también ese hombre de bien, que nunca ha querido involucrarse en conflictos de intereses, en la política, que se ha hecho a sí mismo, sin deudas, y rodeado de excelentes equipos, magníficamente liderados por él. La historia de Antonio está plagada de valores, de todo eso que hace al hombre más hombre. El esfuerzo y tesón, el trabajo y la perseverancia del investigador; la generosidad y humildad para reconocer los errores; el compromiso y responsabilidad social; y la honestidad por encima de todo. Estos son los valores eternos que precisamos hoy y siempre. Sólo en esa atmósfera el científico progresa de verdad.
Gracias Antonio por esta pequeña joya narrativa donde te deslizas cómodamente por tus reflexiones y pensamientos, por ese mundo de silencios y aromas que describes con una pasión contagiosa.
Ana del Moral García