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1.1 La guerra de Uganda y los niños soldados: contextualización histórica e internacional

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Conseguir un arma de gran calibre en Uganda no supone un problema. En 2001, por ejemplo, un AK-47 (el fusil de asalto soviético por antonomasia) tenía el mismo precio que una gallina (Arellano, 2008, p. 33). Este hecho posibilitó que miles de niños, secuestrados de sus familias o huérfanos por los efectos de la guerra, englobasen durante décadas las filas del Ejército de Resistencia del Señor (o LRA en sus siglas inglesas, Lord Resistance Army, denominación que seguiremos en este texto a partir de su utilización en el newsgame Child Soldier’s Uganda). Tal y como establecimos en la introducción general de la obra al referirnos a la metodología y análisis a seguir de los títulos seleccionados, se reservará en cada capítulo un apartado para la contextualización, origen, desarrollo y situación actual del conflicto que se refleja en su narrativa, poniendo la atención en los puntos de confluencia y discrepancia entre ambos relatos: el real y el ficcional. En este caso nuestro estudio se enfocará en varios conceptos claves: la guerra de Uganda en su contexto amplio, el referido LRA y la utilización de niños con fines bélicos, motivos centrales en el nombrado juego de Serious Games Interactive.

Es difícil resumir la complejidad de la crisis de Uganda, tal y como aparece en Child Soldier’s, en únicamente dos páginas. Por supuesto no es un aspecto criticable del juego, pues un exceso de texto lo convertiría simplemente en un libro digital interactivo y no en una plataforma transmedia con caracteres informativos pero también lúdicos. Por esa razón, en todos y cada uno de los títulos que analicemos daremos una visión general y detallada del conflicto en sí, sin caer en la mera recopilación de datos, intentando poner las bases de la que será la narrativa del juego que estudiaremos con detalle a posteriori.

Retornando a la creación del estudio Serious Games Interactive, en las pantallas de información previa a su inicio, se subrayan varios conceptos que nosotros completaremos, tanto en su desarrollo, como en su origen y situación actual: la presencia del LRA (se incluye una fotografía de su líder, Joseph Kony), los millones de desplazados, la presencia de los niños de la guerra y la intervención de la Corte Penal Internacional (a la que citaremos en sus siglas inglesas, ICC: International Court Criminal). Además, y como preámbulo, se marca como punto de partida una larga guerra civil con más de veinte años de duración (hay que tener en cuenta que este título es del año 2009).Completemos este relato para poder comprender en páginas posteriores los propósitos y matices que caracterizan el mensaje de este reseñable videojuego.


Captura de pantalla de una de las cinemáticas de Child Soldier’s (Uganda) en la que se destaca la presencia de niños armados.

Uganda es un claro ejemplo de lo que en las teorías sobre desarrollo y cooperación internacional se conoce como «desigualdades horizontales»3. Al igual que otros países africanos (por ejemplo, Ruanda), Uganda —antigua colonia británica— heredó rivalidades internas que han moldeado las estrategias políticas basadas en la manipulación de las identidades étnicas y regionales. La política ugandesa ha acentuado a su vez esas divisiones y ha convertido la violencia personal y directa en un recurso ordinario en la búsqueda y mantenimiento del poder político y económico por parte de cada grupo en el poder, desde su independencia en 1962 (Uribe, 2018, pp. 42-43). El conflicto tiene sus orígenes directos en el golpe de Estado que llevó a Yoweri Museveni (líder de una coalición-grupo llamada National Resistance Movement/Army, NRM/A, apoyada desde entonces incondicionalmente por Occidente) al poder en 1986. Desde un primer momento se produjo, como contestación, una rebelión popular encabezada por Alice Auma Lakwena (especie de médium o vidente, con «poderes espirituales») y el movimiento profético Holy Spirit Mobile Forces en la región de Acholi, que fue desmantelado por el Gobierno un año después tras sufrir una grave derrota cerca de Kampala. En el seno de esta facción, y más tarde como un elemento propio e independiente, surgió Joseph Kony (familiar de Alice Lawkena) y su LRA (denominación que adquiere en 1992). Los objetivos de este movimiento son la caída del Gobierno de Museveni, el restablecimiento del orden y la legitimidad en el Estado de Uganda, la imposición de un régimen fundamentalista cristiano basado en los Diez Mandamientos de la Biblia y la restauración de la cultura acholi4. El grupo se caracteriza por su violencia armada y el uso de menores (a los que tiene atemorizados y anulados tras haberles hecho padecer duros castigos y premios para crear alrededor de la figura de Kony un clima de amor incondicional y terror) para su imposición (Royo, 2008, pp. 7-10).

La guerra civil entre el LRA y las Fuerzas Armadas Ugandesas, bautizadas como Uganda People´s Defense Force (UPFD) devino, rápidamente, en un conflicto de mayor alcance con la implicación de Sudán tras apoyar a las milicias de Kony. A estos actores se incorporarían posteriormente la República Democrática del Congo y la República Centroafricana, cuando miembros del LRA se refugiaron en estos puntos tras la dura persecución en el interior de su país. En 2001, el Departamento de Estado estadounidense incluyó al LRA en su lista de organizaciones terroristas, y en diciembre de 2003 el Gobierno de Uganda remitió los nombres de cinco de los altos líderes del LRA a la Corte Penal Internacional (ICC). En consecuencia, dos años después la ICC dictó órdenes de detención de Joseph Kony (fugitivo), Raska Lukwiya (fallecido), Okot Odhiambo (fallecido), Dominic Ongwen (preso) y Vincent Otti (fallecido). El 14 de diciembre de 2007, se firmó un acuerdo entre la República Democrática del Congo (RDC) y Uganda con objeto de ampliar la acción militar conjunta contra el Ejército de Resistencia del Señor. Este acuerdo fue respaldado por la UE a través de una declaración de la Presidencia en la que instaba al LRA a que pusiera fin a sus ataques a civiles y procediera a un desarme inmediato e incondicional. Desde 2009 y autorizado por el presidente de la República Centroafricana, el Ejército ugandés viene llevando a cabo operaciones contra el LRA en dicho país, contando con un importante apoyo de los Estados Unidos (logístico, inteligencia y despliegue de asesores militares en el terreno) desde finales de 2011. En octubre de ese año, en el contexto de la Ley de los EE. UU. de desarme del Ejército de Resistencia del Señor y recuperación del norte de Uganda de 2009, sancionada por el presidente Barack Obama, el Gobierno estadounidense anunció el despliegue en África Central de cien asesores militares equipados para el combate a fin de prestar asistencia a las fuerzas regionales que participan en las operaciones contra el LRA. Uno de los últimos acontecimientos de relevancia concerniente al LRA hace referencia al cese de la búsqueda de Joseph Kony por parte de Uganda y las tropas estadounidenses, ya que se consideraba en la primavera de 2017 que «ya no constituye una amenaza debido a su escasez de hombres», menos de cien (Rojas, 2017).

Paralelamente a estos movimientos bélicos, propios de una estrategia de hardpower (en terminología del politólogo Joseph Nye), han convivido diferentes maniobras de diplomacia que han buscado la paz mediante la negociación, es decir, usando el softpower o «poder blando». Estos encuentros se inician a principios de los años noventa, incluyendo como interlocutores en un primer momento al propio Kony y a la mediadora gubernamental Betty Bigombe. En el año 2000 se aprobó una amplia Ley de Amnistía, que concedía un perdón total a todos los miembros del LRA y de otros grupos armados que renunciasen a la rebelión y abandonasen las armas (más de 22 000 combatientes se han acogido a esta medida). Procesos de paz destacados, con implicaciones de diferentes actores regionales, como el de Juba (2006) tampoco llegaron a buen puerto. A estos mecanismos se les incorporó el sistema tradicional de reconciliación nacional conocido como Mato Oput, y en el que nos detendremos al analizar los mensajes presentes en Child Soldier’s (Royo, 2008, pp. 13-18). En este contexto, y como se refleja claramente en el videojuego escogido, el papel del ICC ha sido un punto de discordia para el propio Kony y Museveni, pues en ningún momento han retirado sus condenas a los líderes del LRA ni han otorgado garantías de liberación o exculpación para estas personas. Ni mucho menos, no en vano a principios de 2016 un destacado cabecilla de dicho movimiento, Dominic Ongwen, fue juzgado como criminal de guerra en Ginebra por instancias de dicho organismo (Mora, 2016, p. 17).

En toda esta problemática, que si bien ha disminuido enormemente en los últimos tiempos siguen existiendo focos de violencia por el país, uno de los aspectos que más ha escandalizado al mundo entero es el uso de menores de edad con fines bélicos. Un niño soldado, como se recoge en la definición basada en los Principios de Ciudad del Cabo de 1997 (dentro del marco de los Derechos del Niño), es:

toda persona menor de 18, que forma parte de cualquier tipo de fuerza o grupo armado regular o irregular en cualquier función distinta a la de ser únicamente un miembro de familia. Esto incluye a los cocineros, cargadores, mensajeros y a los que acompañan dichos grupos, además de las niñas reclutadas para propósitos sexuales o para matrimonios forzados. Por tanto, no solo se refiere a un niño que está portando o que ha portado armas (Palacián, 2015, p. 3).

A tenor de esa categorización, podemos señalar que desde el inicio del conflicto más de 20 000 niños han muerto en Uganda bajo la violencia desencadenada por el LRA. Sin el apoyo de la población local, los acholi, Joseph Kony recurrió al secuestro de menores como método de reclutamiento y a los asesinatos indiscriminados de presuntos aliados del Gobierno para aterrorizar a la población. Detrás de estos raptos hay un elemento cuidadosamente elaborado de la estrategia de guerra. Los niños, y específicamente las niñas, están destinados a proporcionar trabajo y consuelo sexual a los comandantes rebeldes, así como ser blancos de terror contra sus familias y comunidades. Por consiguiente, se pretendía crear un sentimiento de desesperanza y odio hacia el Gobierno. Siempre que el LRA planeaba incursiones en Uganda para secuestrar niños y buscar suministros en sus bases en Sudán, se dividían en grupos pequeños. En las ciudades y los centros comerciales, saqueaban medicamentos de los centros de salud. En las zonas rurales, robaban comida y a menudo mataban a los adultos y secuestraban a otros menores, que eran atados y obligados a cargar con los bienes saqueados. Los que no lograban mantener el ritmo eran asesinados, así como los que intentaban escapar. Una vez que estaban en los campamentos, tanto los niños como las niñas recibían instrucción sobre cómo usar las armas y cómo luchar. Durante los combates, los niños eran posicionados en primera línea de fuego, mientras que los comandantes permanecían en la retaguardia (Bainomugisha, 2010, pp. 191-194).

¿Cómo reflejó todos estos acontecimientos el equipo de diseñadores y documentalistas de Child Soldier’s? Es una pregunta compleja a la que daremos contestación a continuación, centrándonos primero en una cuestión muy relevante: el destacado peso que este tipo de conflictividades internacionales y crisis humanitarias han tenido dentro de la industria del videojuego en los países escandinavos, tanto a nivel de producción como en el plano teórico.

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