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¿EXISTEN LAS RELACIONES SEXUALES ENTRE LOS MIEMBROS DE LAS FAMILIAS?

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Las relaciones amorosas y sexuales entre hermanos, padres e hijos u otros parientes son una realidad que tendemos a negar moralmente, pero existen incluso versiones de relaciones entre adultos con menores de edad en algunos países con propósitos bien diferentes a los que nosotros consideramos y que tienen carácter de enseñanza o iniciación.

Los antropólogos sitúan el origen de las familias en lo que se conoce como la prohibición del incesto (relaciones sexuales entre miembros de una misma familia). Según Harris (1995), ya en los grupos humanos de cazadores-recolectores el impedimento de las uniones dentro del mismo grupo se hace para expandirse en épocas de sequía, inundaciones o cambios climáticos y para evitar el peligro de extinción de ese grupo. Las familias, por lo tanto, viven y se extienden a causa de que las madres y los padres no tienen relaciones sexuales con los hijos propios con el fin de procrear, sino con personas de otras familias y grupos consiguiendo así subsistir y expandirse.

¿Te imaginas a tu madre teniendo un hijo con tu hermano mayor? Serías el tío de la criatura por parte de hermano y el hermano por parte de madre. O sea, tendrías un sobrino-hermano y acabaríamos de inventar un nuevo sistema de parentesco. Y aunque parezca extraño el hecho de que el incesto se prohíba en nuestras sociedades, ello no quiere decir que no se produzca. Existe y más frecuentemente de lo que pensamos. Hay casos –en los que a veces son relaciones de dependencia y que no se viven con bienestar– en los que los padres o madres (quizás ellas menos estadísticamente hablando) tienen relaciones con los hijos o hijas. Y aquí el objetivo no es la procreación. También hay casos de hermanos que tienen a otros hermanos como parejas sexuales. Y no estoy hablando de incesto forzado o de violaciones a menores de edad –que también existen, pero no son el caso ahora–, sino de relaciones consentidas y deseadas por ambas partes entre adultos conscientes. Por lo tanto, que esté socialmente prohibido no implica que no exista. Y negarlo sería cerrar los ojos a la realidad. Existen casos de hermanos o primos que tienen su primera experiencia sexual juntos.

Estas experiencias no tienen por qué significar siempre traumas posteriores o problemas en las vivencias sexuales de la adultez, salvo en los casos en que haya existido la violencia o se haya hecho daño a un menor.

Las relaciones sexuales entre hermanos pueden ser la primera experiencia sexual Una chica, en consulta, cuenta cómo mantuvo relaciones sexuales entre los 10 y los 12 años con su hermano gemelo: Nos encontrábamos en el cuarto de nuestros padres cuando ellos no estaban. Juanjo imitaba a papá. Primero me abrazaba fuertemente. Luego, poco a poco, me desnudaba hasta que yo, como instintivamente, le ofrecía mi boca, que él besaba torpemente. En un momento dado, yo me escapaba y decía que tenía que acabar los deberes.

Muchos antropólogos han descrito el uso y recurso del incesto en antiguas comunidades y tribus con fines diversos. Y de manera menos evidente pero real también en nuestra época esta reminiscencia –prohibida en nuestro contexto– se ha reflejado en espacios artísticos: la literatura o el cine han abordado este tema de manera clara y abierta. Tenemos varios ejemplos en libros o películas. Antonio Gala,19 por ejemplo, tiene una obra de teatro, cuyo título es Samarkanda, donde se describe el amor entre dos hermanos varones adultos que buscan parejas en sus vidas, pero que acaban descubriendo que se aman el uno al otro. Y varios directores de cine han hecho películas20 en las que se pone de manifiesto la relación amorosa entre miembros de una familia. Sin entrar a juzgar estas situaciones, es importante mencionar casos en los que estas relaciones sexuales se convierten en dependencias patológicas; es decir, hay personas que mantienen relaciones sexuales –que no eligen– con familiares y lo hacen atrapados mentalmente en esquemas que repiten y no pueden abandonar.21

Pues bien, el hecho de que en general se prohíba el incesto en las sociedades humanas tiene un objetivo según algunos antropólogos: el de la reproducción fuera de los lazos de parentesco, a fin de crecer demográfica y económicamente y de mantener al grupo como grupo (promoción de la exogamia) (Lévi-Strauss, 1975), es decir evitar grupos cerrados (endogamia).

Por lo tanto volvemos a tener el tema sobre la mesa: la familia es una creación –podría haber habido otras– que garantiza la perpetuación de la especie (crecer en número de personas) al tiempo que es una unidad de producción, es decir, una razón para generar riqueza económica y proteger la propiedad privada.

Y con ello nuevamente nos aunamos a los planteamientos de los antropólogos (Velasco, 1995; Harris, 1986) que –como ya he propuesto anteriormente– asocian la génesis de las familias con el inicio del sedentarismo y la necesidad de que se desarrolle la agricultura una vez que existen grupos humanos que ya no se trasladan por períodos en busca de agua y comida, sino que se quedan en un mismo lugar y necesitan cultivar alimentos. Lo que hace necesario que exista mano de obra (necesidad de reproducción) para trabajar la tierra.

Resumiendo, existen dos tipos de razones en el origen de la familia: la reproductiva y la económica. O sea que, en el fondo, la familia es una razón que sirvió en los inicios para crecer demográfica y económicamente, un instrumento que la sociedad utilizó como pudo haber utilizado otro.

¿Quiere eso decir que sólo puede existir sexo para procrear y reproducirse? No, ése fue y sigue siendo un objetivo, pero no es el único, y justo por eso solemos tener una visión reducida del sexo, porque culturalmente se asocia de forma exclusiva a la fertilidad, cuando ésta es sólo una de sus posibles manifestaciones. De ahí que desconsideremos la sexualidad de los niños –que la tienen y está descrita evolutivamente– o la de los ancianos. Porque culturalmente tenemos interiorizado que el sexo sólo se practica a una determinada edad, y como ni los niños ni los ancianos –salvo algunos casos– son fértiles, entonces negamos su sexualidad. Pero aunque la neguemos –como podemos negar las prácticas incestuosas–, existen más allá de las críticas sociales, morales y religiosas.

Para mantener una visión más amplia de los hechos (y que las palabras abarquen todo tipo de realidades, aunque unas nos parezcan moralmente reprochables y otras no), propongo partir de la base de que la sexualidad sirve a muchos propósitos, aparte de la reproducción.

¿Acaso no es un propósito de la sexualidad la búsqueda de placer? Por supuesto. ¿Y no puede tener como objetivo la comunicación con los otros? También. ¿Y el amor se manifiesta a través del sexo? Evidentemente ¿Y no se manifiesta como expresión de los propios problemas psicológicos? Sí, pero éste es un ámbito de manifestación que abordaré más adelante.

El problema –y aquí viene la segunda gran explicación sobre por qué el sexo es un tema de preocupación en nuestra cultura– es que se juzgan moralmente unas u otras manifestaciones cuando en sí mismas son sólo eso, manifestaciones. Entramos entonces en los aspectos éticos de la sexualidad que tantos estragos siguen causando en las experiencias de los seres humanos, entre otras cosas haciéndonos creer que existen prácticas sexuales correctas e incorrectas, lo que no tiene ninguna comprobación científica ni valor universal. El valor está en lo que cada cual quiera darle. Por eso tu mente es tu primer órgano sexual. Tanto crees, tanto haces. Tanto juzgas como incorrecto, tanto dirás que no lo quieres, aunque te mueras de ganas de vivirlo.

Las mentiras del sexo

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