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Un traidor en la mesa del Papa

#HilodeJudas


“Judas”, capitel de la Basílica de Santa María Magdalena en Vézelay, en Borgoña

El Jueves Santo es el día en el que se consumó la traición más famosa de la historia. Judas es odiado desde entonces, pero quizá no sabes que el mismísimo papa Francisco tiene esta imagen suya en su escritorio. ¿Sabes por qué?

La imagen pertenece a un capitel que adorna una de las múltiples columnas de la Basílica de Santa María Magdalena en Vézelay, en Borgoña. Una obra maestra del románico desde la que miles de peregrinos de la Edad Media iniciaban el camino a Santiago de Compostela.

Reflexionando sobre la Pasión de Cristo que rememoramos estos días, el Papa nos invita a ver las diferentes formas de afrontar el sentimiento de vergüenza cuando pecamos. Dice el Papa que la vergüenza es una gracia, algo muy bueno, por eso a los desalmados, a las personas malvadas, se les dice que son unos “sin vergüenzas”. La vergüenza cuando se ha cometido un mal es el resultado de una conciencia recta. Pero hay distintas formas de afrontarla y Francisco nos señala a tres personajes de la Pasión: Pedro, Dimas (el nombre del “buen ladrón” según la tradición) y Judas 18.

Pedro niega al Señor, pero se avergüenza y llora amargamente. En respuesta, Cristo resucitado, lo confirma como pastor de su Iglesia. Dimas es un ladrón, pero se avergüenza de estar crucificado junto a un inocente y lo defiende de los insultos del otro crucificado. En respuesta, Jesús le dice: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Judas traiciona al Señor, se avergüenza y trata de deshacer el trato, pero su desesperación le lleva al suicidio.

Esta última forma de vergüenza “es la que me conmueve más”, dice el Papa. Y dice dos cosas muy profundas sobre esta vergüenza de Judas que acabó tan mal. En primer lugar, que cuando se arrepintió se dirigió a los “justos”, a los sacerdotes, a decirles: “He pecado, he entregado a la muerte a un inocente”.

Pero la respuesta de ellos, ¿cuál fue?: “¿Qué nos importa eso a nosotros? Es asunto tuyo”. Eso fue lo que le contestaron. Actualizando, ¿qué acogida encuentran los pecadores en nosotros, los miembros de la Iglesia? ¿Somos una Iglesia de puros o de pecadores? ¿Necesitamos o no la salvación?

Porque a lo mejor pensamos que el sacrificio de Jesús en la cruz fue inútil pues nos bastamos nosotros solos. ¿Es nuestra actitud la del publicano de la parábola, que reconoce su debilidad y necesidad de la gracia, o vamos de “sobraos”, con autosuficiencia, como el fariseo, mirando a los demás por encima del hombro 19? ¿Encuentran los pecadores en la Iglesia un lugar donde refugiarse de la vergüenza y la desesperación o solo tenemos como respuesta la de “es asunto tuyo”?

La segunda reflexión es un poco echar a volar la imaginación, pero está muy bien planteada para ayudarnos hoy. Dice el Papa, que “quizá si Judas se hubiera encontrado a la Virgen, las cosas hubieran sido otras, pero el pobre se va, no encuentra manera de salir y fue a ahorcarse”. Esto es muy bonito porque María es, como cantamos en la salve, Mater Misericordiae. La Madre de Misericordia acoge a todos bajo su manto y nos invita a volver los ojos a Jesús, rostro radiante de la misericordia de Dios.

¿Estás desesperado por el mal cometido?

Mira a María.

¿Crees que eres incorregible?

Mira a María.

¿Te avergüenza tu pecado?

Mira a María.

¿No tienes fuerzas ni para ir a confesar?

Mira a María.

¿Crees que no tienes perdón de Dios?

No te dejes engañar como Judas y mira a María.

“Debemos tratar de ayudar a las personas desesperadas a encontrar el verdadero camino de la vergüenza, y que no recorran la vía que acabó con Judas”, señala Francisco. Y aquí, María es fundamental. Es “refugio de los pecadores”.

Pero ¿y lo de la imagen del capitel con Judas ahorcado en el escritorio del Papa? ¿Qué sentido tiene? Perdona, que me lío con otras explicaciones y pierdo el hilo original.

Pues para explicar ese hecho que nos cuenta Francisco, él se remite a una homilía que pronunció un Jueves Santo de 1958, el sacerdote don Primo Mazzolari, párroco de Bozzolo y precursor del Concilio Vaticano II. Un hombre admirado por el Papa (en 2017 fue en peregrinación a visitar su tumba), definido como “el párroco de Italia” y a quien san Juan XXIII saludaba como “la tromba del Espíritu Santo en la Baja Padania”. Esa homilía, el padre Mazzolari no la dedicó a la Eucaristía (en el Jueves Santo se conmemora su institución), ni a la fraternidad (el Jueves Santo es el Día del amor fraterno), ni a la actitud de servicio (el Jueves Santo se realiza el lavatorio de pies), ¡sino a Judas!

“Pobre Judas –dijo don Primo–. Yo no sé qué le habrá pasado en el alma. Es uno de los personajes más misteriosos que encontramos en la Pasión del Señor. Tampoco trataré de explicarlo, me conformo con pedirles un poco de piedad por nuestro pobre hermano Judas” 20.

¿Hermano Judas?, dirás tú como dije yo la primera vez que lo leí… ¿Yo hermano de ese traidor?

Pero lee como continúa el “párroco de Italia”: “No se avergüencen de asumir esta fraternidad. Yo no me avergüenzo, porque sé cuántas veces he traicionado al Señor; y creo que ninguno de ustedes debería avergonzarse de él. Y al llamarlo hermano, nosotros usamos el lenguaje del Señor. Cuando recibió el beso de la traición, en el Getsemaní, el Señor le respondió con esas palabras que no debemos olvidar: ¡Amigo, con un beso traicionas al Hijo del hombre!”

Nosotros podemos traicionar la amistad de Cristo, pero Cristo nunca nos traiciona. Dice don Primo: “Incluso cuando no lo merecemos, incluso cuando nos rebelamos contra Él, incluso cuando lo negamos, ante sus ojos y su corazón, nosotros seremos siempre amigos del Señor”.

Hay muchas tradiciones en nuestros pueblos en las que se representa con un muñeco la figura de Judas y se le apedrea, lincha o quema. Quizá en este muñeco de trapo deberíamos vernos cada uno de nosotros. Don Primo lo explica así: “dejen que yo piense un momento en el Judas que llevo dentro de mí, en el Judas que tal vez ustedes también llevan”.

Y afirma este santo sacerdote: “yo quiero también a Judas, es mi hermano Judas. También rezaré por él esta tarde, porque yo no juzgo, yo no condeno; debería juzgarme a mí, debería condenarme a mí”. Y otra cosa en su favor, añado yo: el mal cometido por el “hermano Judas”, ¿no nos trajo consigo la salvación a todos? Si él no hubiera pecado gravemente, ¿habría podido Jesús salvarnos? ¿No hizo Judas en cierta medida un “servicio” a la humanidad?

Si piensas que rozo la herejía, te recuerdo que cada noche de Pascua cantamos en el pregón pascual: “¡Oh feliz culpa que mereció tal y tan grande Redentor!”. ¿Podemos alegrarnos del mal? Esto es un misterio enorme que Benedicto XVI explica muy bien desde su mente privilegiada.

Dice que “cuando pensamos en el papel negativo que desempeñó Judas, debemos enmarcarlo en el designio superior de Dios que guía los acontecimientos. Su traición llevó a la muerte de Jesús, quien transformó este tremendo suplicio en un espacio de amor salvífico y en entrega de sí” 21. Y explica que “el verbo «traicionar» es la versión de una palabra griega que significa «entregar». A veces su sujeto es incluso Dios en persona: Él mismo, por amor, «entregó» a Jesús por todos nosotros (cf. Rom 8,32)». Es decir que “en su misterioso plan de salvación, Dios asume el gesto injustificable de Judas como ocasión de la entrega total del Hijo por la redención del mundo”.

¿A que te va cayendo un poco mejor el pobre Judas? No es que Dios lo “utilizara” como un robot para su plan, pues Judas mantuvo intacta su libertad; pero sí que aprovechó su debilidad humana para sacar bien del mal.

–Vale, pero ¿y lo del capitel?

–Perdón otra vez ¡es que hay tanto que decir!

Pues verás, como te contaba al principio, el Papa tiene esta imagen de Judas ahorcado detrás de su escritorio porque dice que le ayuda a meditar. Pero lo que no te he contado es que la imagen que abre el hilo está recortada. No es la imagen completa que tiene el Papa porque, en el mismo capitel, en el otro lado, está la figura de un hombre que lleva en sus hombros a otro.


El hombre tiene una mueca rara. La mitad de la cara ríe y la otra mitad está seria.

Si te acercas, te das cuenta de que representa al buen pastor que dejó las 99 ovejas en el redil para ir a buscar a la que se había perdido. ¡Es Jesucristo llevando a Judas a hombros!

En ese gesto extraño en el rostro del Buen Pastor, el Papa afirma ver “un atisbo de sonrisa, no digo irónico, pero sí un poco cómplice”. Si eres padre o madre y alguna vez se te ha perdido un hijo en la calle o en un centro comercial sabrás de qué te sonrisa te habla el Papa. Por un lado, estás terriblemente enfadado porque ese hijo ha sido un desobediente, porque no te ha hecho caso, porque se ha puesto en peligro; pero por otro lado, estás infinitamente feliz porque ha aparecido, porque lo has “salvado”.

Meditando con esta imagen como hace el Papa: ¿Está Judas en el cielo? No lo podemos decir. ¿Está en el infierno? Tampoco lo podemos asegurar. “A nosotros no nos corresponde juzgar su gesto –dice Benedicto XVI– poniéndonos en el lugar de Dios, infinitamente misericordioso y justo”.

Pero sí podemos decir, con el catequista que mandó esculpir ese capitel en el siglo XII, y cuya imagen ha llegado hoy hasta ti, que Jesús es el Buen Pastor que te busca y te encuentra si estás perdida o perdido.

Con san Benito, padre de la vida monástica, que “no hay que desesperar nunca de la misericordia de Dios” 22.

Con san Juan que, “en caso de que nos condene nuestra conciencia (…), Dios es mayor que nuestra conciencia” 23.

Y con Jesús, decir por el “hermano Judas” y por nosotros mismos: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” 24.

La caja de los hilos

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